Capítulo 1 parte 1

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El niño se levantó por el bullicio proveniente del otro lado de la casa, justamente afuera, tal vez del gallinero pensó cuando escuchó el aletear y gaznear de los animales.

—¿Señor Jeon?—preguntó a la nada levantándose y frotándose los ojos. Había una brisa fría por las mañanas, en efecto el pequeño sentía sus piernas e intimidad helar—¡¿Dónde está?!—abriendo la puerta de la cabaña salió, miró de un lado al otro hasta lograr ver a su amigo salir del gallinero con dos huevos en cada mano.

—¡Buenos días, Jimin!—él caminó más rápido, sonriendo feliz con los cálidos rayos de sol golpeado su viejo rostro—¿Cómo haz dormido, pequeño?—cuando entró dejó los huevos en la mesa, llamó a Jimin y este corrió a él para darle un abrazo de buenos días—¿Dormiste bien?

Jimin asintió—Pero tengo frío en las piernas.

Al mayor le dio ternura el mohín rosado del niño, él dejó un piquito en dicho mohín—He lavado tu ropa de ayer, te la pondrás, desayunaremos huevos revueltos con una taza de leche tibia—, el pequeño, que aún estaba perplejo por el "beso" del mayor, cambió su expresión a una hambrienta—y luego iremos a un negocio de ropa que conozco bien. Ya verás que hay mucha ropa bonita que seguro te gusta. ¿Qué dices?

—¡Me encanta la idea, Señor Jeon!

—¿Sí? Ve, allá está tu ropa—señaló hacia una silla en un rincón de la cabaña que para Jimin había pasado desapercibida antes, ahí estaban sus prendas dobladas y bien arregladas—Póntela y vuelves para que veas como se hacen los huevos revueltos con mantequilla.

Jimin corriendo fue y se vistió completamente, volvió con una sonrisa de oreja a oreja esperando ver como su mayor trabajaba en su desayuno. Así fue por la media hora que vino: Jimin mirando como el señor Jeon rompía los huevos, los freía en una fina capa de mantequilla, y en como preparaba su cremosa bebida de leche tibia azucarada.
Ellos dos no comieron dentro de casa, lo hicieron fuera bajo el sol mañanero, bajo la luz anaranjada de las siete y media de la mañana, tras la fragancia de hojas, arbustos y tierra de campo, y tras los sonidos de la naturaleza. Los dos conversaron mientras sentaban en unas cajas de dura madera, el señor le preguntó al niño cual era su materia favorita, si tenía amigos, si le gustaba ser sociable, y muchas curiosidades más como las preguntas que Jimin le hizo. De todo lo preguntado hacia el mayor, una fue la pregunta que tensó la conversación: "¿Por qué no vive con su familia, Señor Jeon?" a lo que recibió como respuesta una risa amarga cargada de recuerdos. Sólo eso.

Casi una hora después los dos ya estaban lo suficientemente sasios y listos para partir a su destinación. El anciano solo había cambiado sus prendas luego de una rápida ducha mientras que Jimin lo había esperado en el asiento improvisado de madera. Eran las ocho en punto de la mañana, el cielo lucía espectacular y el niño no podía estar más fascinado.

—¿Listo? Venga, vamos—Jimin volteó al escuchar al mayor. En la mano derecha unas llaves y en la otra controlaba su reloj de mano—¿Te dije que tengo una camioneta?—Jimin negó estupefacto—¿No habrás pensado que este hombre viejo podría ir hasta el pueblo a pie?

—No lo había pensado de esa forma, Señor Jeon—rió divertido Jimin—¡Quiero ver su camioneta!

Él fue tras Jeon, con pasos saltarines e impacientes cantando por lo bajo una melodía de algún programa que Jeon desconocía. Una vez que llegaron delante de la cabaña detrás de la cabaña más grande, el señor Jeon abrió las puertas de esa y se adentró con el niño. Con curiosidad Jimin miró todo el lugar que aunque no tuviera luces estaba iluminada por la luz matutina.

—¡Es enorme!

En efecto la camioneta ocupaba la mitad del espacio en el lugar. Roja con manchas y rayones en los laterales, unas manchas de pintura desentonada en el parachoques, y una batea cubierta por tierra y lo que parecía ser hiervas del suelo del bosque. Está vieja, pensó Jimin, tan vieja como el anciano que se pavoneaba delante de él, luciendo su fiera máquina a cuatro ruedas; para Jimin fue simplemente fantástico ver a su amigo así de contento y orgulloso, capaz de sentir admiración por algo tan usado y malogrado.

El Señor Jeon | KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora