♡|12 Final

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Cuando Chan llegó al hogar de Jeongin, lo esperó todo, pero ver a una persona importante para tu vida tan destruido y al mismo tiempo destructivo era que una bala perdida diera contra tu pecho en un noche bella. Arrinconado en la sala fue que lo encontró, perdido como ningún otro, llorando a mares y temblando desamparado. Lo más cercano que pudo sentir al correr para arroparlo con sus fuertes brazos, fue dolor, no pena ni tristeza, un dolor profundo que creyó que rompería cada hueso de su cuerpo.

Acarició su cabello descuidado sin importarle la grasienta textura de hebras mugrientas, meciéndolo sosegadamente mientras le susurraba al oído que todo estaría bien. Mas la esperanza que trató de transmitirle se vio interrumpida por los sollozos de un alma desconsolada recordándose una y otra vez, incansable de veces, que lo habían abandonado.

—Me dejó... Me dejó...

Repitió angustiado el cuerpo masacrado por quien fue el único que tuvo en su manos su confianza completa. Chan no pudo evitar las ganas de llorar, pues el llanto es similar a una enfermedad de vía respiratoria, imposible de frenar como la risa. Su dolor no se compara con el de Jeongin, eso quiere creer, son dos realidades distintas y uno no puede comprender la otra sin estar lo suficientemente calmados para escucharse.

Y, oh, cuánto le gustaría saber de qué hablaba su amigo en esos instantes que parecía al borde de la desesperación mientras clavaba sus uñas en los brazos del extranjero ex compañero laboral.

—Estoy aquí, Innie, no voy a dejarte. Lo prometo.

Hyunjin también le prometió quedarse, de alguna forma lo hizo. O así quiso verlo en su cerrada visión el azabache. ¿En qué fue que se equivocó? Quizá dejó la ventana demasiado tiempo abierta que su amor tuvo la oportunidad de escapar y ser libre. Tal vez no le dio lo suficiente para que el cariño fuera mutuo. Hasta piensa que sólo fue un juego de un jóven que se creyó suficiente para un viejo como él.

La juventud que Hyunjin le recordaba era todo lo que necesitaba para olvidarse de una vida rutinaria llena de miseria y migas que recogía cada día de las personas adineradas. Él también quiso salir de ese circulo social lleno de humo y contaminación, lo quiso tanto que no le importó la manera en la que pudiera conseguirlo. Se fijo en alguien de otro mundo, uno al que no pertenecía, y le mostró cada rincón de luz que toda su vida pasó por desapercibido. Y cuando decidió por fin dejarse caer de brazos abierto a la pileta, fue la misma persona que lo incentivo a cambiar la que no le advirtió del dolor que le produciría golpearse contra el agua.

—Me dejó... Me dejó porque no fui suficiente. Hyunjin me dejó...

—Jeongin... —trató de llamarlo, mas jamás consiguió su atención por mucho que lo intentara. El cuerpo contrario se aferraba a sus brazos imaginando que era algo más, porque no hay lugar para una cabeza enloquecida con la idea de amar a alguien que le muestre una vida diferente.

La infelicidad disfrazada de perfección. Y su error estuvo en creer que la riqueza era eterna.

Con ayuda del conserje fue que logró levantar al delgado y desnutrido, pidieron un taxi y el rumbo se fijó para la casa del rubio. El olor con el que cargaba Jeongin era inexplicable, y al mismo tiempo podía comparar miles de apestosidades para poder describirlo. Una combinación de zapatillas no lavadas, orina, heces, chivo, sudor y comida podrida. Siquiera quería revisar la cabeza ajena para ver si estaba o no infestada de parásitos, aunque dudaba que no fuera así.

—Llegaremos a mi casa, comerás y te darás un baño con agua calentita ¿Bien? Te daré ropa limpia y me contarás lo que pasó... Luego sacaremos turno con el medico ¿Te parece?—informa el de mejor estado, mas no recibe respuesta del pelinegro. A lo único que se dedica su amigo es a repetir ensoñado que lo han dejado.

De sus labios se escucha ese nombre, el mismo con el que se refirió a la nada la última vez que lo visitó. Se pregunta en su cabeza, qué fue por lo que tuvo que pasa el azabache para enloquecer de esa forma. Lo recuerda pulcro, serio y de buen porte. Verlo roto es digno de un rostro sorprendido, pues es inusual. Ahora, finalmente, puede decir que lo ha visto todo en esta vida. Menos, claro, ese muchacho por el que su amigo acaba de ser destruído.

Al llegar al hogar del extranjero, pasó exactamente lo que el rubio decidió que pasara. Y parece ser que Jeongin hace tiempo no se ha visto a un espejo, porque pasa largo rato encerrado en el baño admirando su cuerpo sucio y lugo limpio y perfumado. Siguen habiendo manchas en su piel y ese tenue amarillento que se esparce y tiene intenciones de matarlo, además de que su aspecto lúgubre. Da asco observarse en el espejo, y comprende que tal vez sea la segunda opción por la que Hyunjin lo dejó. Come y le cuenta todo, cada detalle sin pasar por alto, ¿Cómo podría? Era su deber describir a Hwang Hyunjin como lo que era: una creación divina, creada para ser admirada y adorada, creada para salvarlo. Nadie podía quitarle de su cabeza que Hyunjin estaba hecho para él, y que su libertad le pertenecía.

No obstante, al mismo tiempo, nadie podría quitarle a Chan la idea de que su amigo había enloquecido. Y trató de explicarle, tanto él como los siguientes especialistas en el caso, que Hwang Hyunjin era producto de su imaginación, de su demencia. Los psicólogos, el psiquiatra y los otros médicos que lo visitaron y medicaron para que volviera a su pasado jamás podrían entender de su razón de vomitar las píldoras.

No va a volver al pasado, no si en él olvidará la maravillosa vida de colores que se le ha mostrado.

Trataron de explicarle, que esta persona perfecta fue el producto de una mente cansada de tanta monotonía. Una mente que trata de subir por ese muro alto que lo priva de conocer el exterior y lo obliga a vivir en su rutina. Su míseria lo llevó a un avismo, de aquel que te seduce como una sirena y por el cual te dejas caer como un tonto. Trataron incansable de veces explicarle que Hwang Hyunjin no era una persona, era la vida soñada que siempre deseó, el conocerlo todo y vivir experiencias. Quizá no eran experiencias que él había vivido, pero la persona que decía amar sí.

Nadie se lo iba a decir, tal vez sea que su conciencia se cansó de su rutina y terminó por crear a este personaje para un poco de diversión, tal vez sea que su conciencia era cruel y siniestra para querer suar el cuerpo donde vive para su propia diversión.

Lo único real es lo que piensa, lo que se maneja por sí sola y crea. No el cuerpo, no la voz ni la mirada; sino la que se escucha en ultratumba cuando nos encontramos en la oscuridad de nuestro cuarto a minutos de quedarnos dormidos. Costó de alguna forma, pero después de todo logró entenderlo y comprender que vivió una etapa ficticia donde a cualquiera le gustaría regresar.

A chan le gustaba cepillar su cabello antes y después de irse a dormir. Y a Jongin Le gustaba que lo hiciera, ser su centro de atención sin estar buscándolo a cada rato o cerrar puertas y ventanas con candado para que huyera. Chan era real, al menos creía que fuera así, porque el exterior lo veía y saludaba, compraban juntos y reían a carcajadas junto al nuevo integran de su amistad, Kim Seungmin. El tiempo pasó, lento y mortificante, pero pasó a pesar de todo. Mas algo queda impune en sus recuerdos, ese sentimiento de soledad que nadie jamás podrá arrebatarle, pues nació solo y así morirá.

Y el beso. Ese beso que soñó por tantas noches y anheló volver realidad. Cuando remoja sus labios las húmedas memorias lo atosigan hasta el insomnio. Ahora que lo piensa, debió disfrutar ese beso, ese último y primer beso que le entregó a su creación demente. Ese, el cual ni siquiera existió; como toda la vida que pretendió vivir junto a Hwang Hyunjin. Besarlo no era más que el aviso de que podía destruir su imaginación u volver a la realidad, será que el platinado no quería desaparecer y por eso impidió el encuentro entro sus labios todo este tiempo. 






Nos vemos en Good boy.

Besos entre sueños [Hyunin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora