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En medio de aquel infierno que considera vida, encontró el paraíso en medio de una calle desconocida. Habitual en él. Un paraíso que lleva un nombre, y no está seguro si refleja todo lo que él es en realidad. El paraíso llegó de la mano de un ángel, de cabello brillante y sonrisa inexplicable. Tuvo, incluso, la valentía de dudar si llevárselo a su hogar era lo correcto. Siendo que esto se deriva de los errores, de las faltas, de lo que no es perfecto. Y si se trataba de un ángel, cómo es posible que un mundano sin nada de especial tenga en sus manos tal divinidad como aquel.

En medio de otra tormenta invernal, junto a la calefacción y horrible jueves de la semana. Hwang Hyunjin, ser magnifico ante los ojos oscuros y secretos del mayor, se encuentra descansando en el sofá del departamento, leyendo un libro del montón. De viernes a Jueves, a un sólo día de cumplirse la semana, semana con la que Hyunjin debería de estar buscando un nuevo hogar; Yang Jeongin ha despertado un sentimiento de apego a este particular muchacho platinado. Incluso se ha vuelto la principal razón de su insomnia. Porque trata de descubrir la razón por la que ya no desea que el menor se aleje de su lado.

Será que ha pasado tanto tiempo conviviendo con su gran amigo, la soledad, que sentirse acompañado ahora le era imposible. Y si es imposible, entonces desea disfrutarlo a su maximo esplendor. Obviamente sabe que esa situación imposible puede ser extendida hasta donde él desee. Pero le resulta tan aterrador, tan desconocido, tan perfecto que no puede permitirse quedarse con una estrella de tal magnitud si no sabe qué tanto poder tendrá sobre ella. Si está a nada de explotar o de olvidar cómo brillar.

Jeongin nunca se vio en una situación donde en él naciera el sentimiento de cuidar. Al mirar a Hyunjin, quiere cuidarlo e impedir que cualquier cosa logre lastimarlo. Lo ve tan delicado, tan único y dependiente del cariño que no puede dejarlo. Y esto se desató en seis días y pronto siete. No eres su padre, tampoco su hermano, no puedes hacerte cargo de un desconocido. Se repetía sin cansancio. Y de nada ayudaba aquellos sueños que se repetían constantemente todas las noches, siendo cada vez más intensos y con imágenes un poco más nítidas.

¿Será que se obsesionó? pues otra razón no encuentra. No va a admitirlo en voz alta, ni cuando Bang Chan le pregunta si en su casa todo está en orden. Pero de hace unos días que el rostro del platinado se refleja en quien lo besa en sus sueños y lo despierta. Lástima que sea en esta dimensión y no en la otra.

—¿Qué lees? —pregunta el azabache, y al recibir la atención del muchacho por sobre el libro, está segurísimo que sus ojos tratan de gritarle. Es realmente fastidioso no poder escucharlos.

—Jardín de Oro, hyung ¿Lo leyó? —No, en su puta vida ha escuchado de aquel libro. Y no es necesario preguntarle de qué trata porque Hyunjin ha demostrado que sabe leerlo. Se acomoda en el sofá, cosa que su cuerpo se apoye en el respaldo y sus brazos cuelguen. —Habla sobre las adicciones... Hyung ¿Usted cuando tenía mi edad se drogaba? Mis amigos sí, me daban para probar pero no me gusta...

No, no tiene recuerdos de haber probado la droga. Más allá de los juegos con sus amigos de burlarse de la marca de coca cola. O ponerse harina en la nariz y repetir que estaban re duros. Ah, el alcohol ¿También era considerado una droga? De todas formas, nunca llegó tan lejos bebiendo para olvidar toda una noche. Tampoco fuma. No hace nada ni tampoco hizo nada. Niega cuando ve que el menor sigue esperando su respueta, con una mejilla aplastada al borde del respaldo.

—Usted... No ha hecho nada interesante ¿No? Yo creo que no hubo cosa que no probé en mi vida ¡Tengo en mente comer de esos pulpos vivos! Ah~ tengo miedo que se me peguen en la faringe ¿Lo harán? Dios, qué miedo. ¿Y si muero, hyung? No quiero morir tan joven...

No ha hecho nada interesante ¿No?

No, ahora que lo piensa, cada noche que se encuentran para cenar y hablar de sus vidas —la vida de Hyunjin, especificamente hablando—nunca tiene nada que acotar más que sus estudios y su pareja laboral. Mientras que Hyunjin es una montaña de momentos vividos. Siempre hay una nueva historia, y cómo no voy a decirlo, incluso Jeongin se siente un niño de siete años escuchando atentamente las historias para dormir de su madre. Hwang Hyunjin es indescriptible, algo en su pecho se enciende cuando toda la atención del platinado recae en él. Y no lo entiende, no puede describir algo tan magnifico como Hwang, o como lo que siente cada vez que lo escucha contar sus aventuras.

Ha llegado a verse en el espejo del baño y preguntarse sobre sus emociones, quizá está viejo y su alma anhela lo que no fue capaz de vivir en su plena juventud. Tal vez llega a ver con otros ojos al menor porque lo hace sentirse joven, útil e inmortal.

—Mañana es viernes —menciona el rubio después de notar como su hyung ya no se encuentra con él, mas bien, en su mente. Es así como consigue llamar, nuevamente, su atención. —Veré si encuentro un lugar para vivir, no lo molestaré más.

No. No quiere dejarlo ir. No puede irse. No puede permitirle abandonarlo. No ahora que descubrió lo bien que se siente no depender de la soledad. No ahora que su felicidad se le contagia. Jeongin no está dispuesto a volver a ser aquel hombre amargado sin metas en la vida. No quiere volver a abrir la alacena y descubrir que ya no estan los cereales que al menor le encantan, sólamente su fría e insípida caja de té.

—Puedes quedarte una semana más —murmura. Hyunjin le escucha perfectamente, y es la razón de sonrisa radiante. Sin embargo, finge no haber escuchado. Le gusta que le insistan, le gusta la manera en la que el hombre se queda por momentos admirándolo en secreto. Y no, no lo siente igual que cuando entraba a su salón e ignoraba a su profesor. Ahora ignora, porque sabe que al momento de mirar, el hombre volverá a su rutina y será otra vez sólo su inquilino. —Que puedes quedarte.

Si le preguntasen si por veces sentía pena, diría que sí. Le da tanta pena su vida que no puede evitar sentirse bien a su lado. Y le han dicho hace tiempo, que era un sádico. Que no puede vivir sin ver a los demás a su disposición. Que no es más que un lindo chico caprichoso. Hwang Hyunjin sabe perfectamente quien es, sabe que el mundo no gira su alrededor. Pero como le gusta, le encanta, lo adorada. Ama la manera en la que por momentos logra sentirse único, ya sea por varias o por una sola persona.

El libro que yace sobre el sofá, en esa página en especifico, le abre el corazón —simbólicamente hablando, claro está —. Siente la conexión con el personaje, esta vez sorprendiéndose de que sea el protagonista y no uno secundario, como es habitual. Un hombre con la incapacidad de amar, perdiendo la cordura al no poder obligarse a querer de esa forma al otro protagonista. Y es irónico, pues ese otro protagonista tiene una lista de amores fallidos y por nada en el mundo quiere arrastrar al otro a su fracasada vida de adicciones.

Fueron muchos quienes juraron amar locamente al platinado. Mismos que fueron usados a su gracia sin arrepentirse de nada. Mas el hombre que le da hospedaje no tiene intenciones de quererlo, y si lo hace, será por accidente. O por lo mismo que todos caen. Tan encantador, tan único; nadie podría permitirse perder a una persona tan divina como él. Tan parecida a un ángel.

Hyunjin no es aventurero, como Jeongin cree. Más bien, su personalidad manipuladora termina por llevarlo a la desgracia y perder todo lo que logró conseguir. Siendo sometido a sobrevivir el día a día con lo que consigue, descubriendo mundos ajenos y personas igual de idiota como las que lo han dejado a la deriva. No es un aventurero, de hecho, vendería su alma al diablo con tal de contar con una vida de color gris como la de Yang. Sus colores están comenzando a cegarlo. 

Besos entre sueños [Hyunin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora