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La lluvia ensordecedora no tiene pensado despedirse. En aquel departamento gris donde las luces amenazan con cortarse en cualquier momento, dos hombres se miran a la espera que uno de los dos dé alguna respuesta. ¿Lo echaron? Ahora puede entender la posible razón del llanto hace unas horas en la avenida. Y cómo va a negar el sentimiento de culpa que ahora mismo lo aborda por ver esos ojitos lastimados en el muchacho platinado.

—¿Estás solo? —prefiere preguntar luego de carraspear.

—Bueno, así como que solo, solo, no... Estoy peleado con mis amigos pero se les pasará en unos días... Supongo. También tengo a los chicos del karaoke pero no somos amigos en sí —explica el menor jugando con sus manos. Oh, sólo espera que ese buen hombre no lo eche también a la calle bajo la lluvia.

—No te puedes quedar aquí, busca a alguien que quiera alojarte.

—¡Oh, vamos! Puedo ser de mucha ayuda. Puedo limpiar, puedo cocinar, puedo hacer las compras y quedarme con el cambio ¡Puedo ayudarlo con cualquier cosa!

Jeongin mira al rubio con una ceja arqueada ¿Está hablando en serio? Ni en su propio juicio dejaría a un adolescente que no conoce tocar algún rincón de su casa, ni mucho menos dejarle el cambio de las compras. Por favor, cree que dejarlo usar su baño ya era un privilegio ¡Y más, ahora que sabe que es de la calle!. Un adolescente exiliado, bien podría ser un busca problema o un desobediente. ¿Y si le roba?

Parece ser que el menor escucha sus pensamientos, pues con una sonrisa juguetona le dice: —No voy a robar nada, tampoco es que tenga mucho valor este lugar.

Un irrespetuoso, eso es lo que es. Si fuera el tutor de aquel niño, seguramente también lo hubiera puesto de patitas a la calle para que aprendiera a valorar lo poco que uno tiene. Toda su vida se encuentra en ese departamento desde que se independizó ¿Y este mocoso insolente se atreve a decir que su hogar no tiene nada de valor? Como si sus sentimientos fueran poco importantes.

—¿Cómo te llamas, niño? —prefiere preguntar. Obviamente no va a permitirle quedarse, sólo quizá hasta que la tormenta acabe. Jeongin ruega por que sea pronto, no obstante, la tormenta furiosa sigue bastante disgustada con el acercamiento de los individuos deprimentes.

—Le diré si me deja quedarme.

¡Manipulador! ¿Y así quieres quedarte en mis aposentos?

Fastidiado con la presencia infantil, el azabache mayor se dirige a su pequeña cocina a calentar la pava como en esa mañana. No tuvo tiempo de pasar por el mercado, por lo que está seguro que en su heladera no hay más que una que otra verdura podrida y un empaque de leche vacío. Lo único que puede mantenerlo vivo esta noche, es la caja de té que lo recibe con su sonrisa amarillenta. Ah, fiel y hermosa cajita de té que le baja los niveles de estrés que su día laboral le ha regalado. No es consciente de la figura alegre que se pasea por su cocina y pasa sus manos huesudas por la mesada, abriendo los cajones y las puertas de la alacena.

—¿Qué crees que haces? —el platinado no responde con palabras claras, sino que tararea una canción que Jeongin reconoce, mas no recuerda en qué contexto la ha escuchado en su día a día. Por el idioma, supone que será de algún anime. —Acabo de hacerte una pre-

—¿Puedo poner musica? Será bajita, no voy a molestar a los vecinos.

Quizá no llegue a molestar a los vecinos, pero al dueño del piso le molestaría tanto el sonido saturado del celular del platinado. Y por dueño del piso se refiere a sí mismo. No, no puede, mas al momento que va a comportarse como un adulto respetable para hacerle ver al chiquilín de su autoridad, este ya ha dejado el celular con la misma canción que tarareaba reproduciéndose. Ni siquiera sabe lo que dice la letra pues jamás en su vida ha estudiado japones y lo único que puede llegar a decir con naturalidad sería arigato gozaimashita.

Besos entre sueños [Hyunin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora