Capítulo 3

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De minotauros, pegasos y enanos


Mundo Humano

Complejo Militar Privado de Vancouver (CMPV)

Henry Maxwell

Ayer el Mayor Maxwell y el Comisario O'Conner habían sido reunidos para recibir la visita más inesperada de todas. El Gobernador de Canadá en persona junto con sus colegas más cercanos. Hubo mucho tanteo preliminar antes de ir directamente al grano como a Maxwell le gustaba, basándose en parloteos de estar al día con lo que estaba sucediendo en Vancouver mientras O'Conner explicaba a más detalle los casos.

Si bien para Maxwell no era raro verse con su amigo O'Conner fuera del trabajo, sí era desconocido la presencia de los demás hombres en aquella reunión. ¿Qué tenían que ver ellos dos con ellos? No dejó de pensar en las probabilidades. Quizás necesitaban unir a la policía y a los militares para algo que desconocían. Tal vez requerían sus servicios para algo realmente grande, pues el gobernador no dejaba de preguntarle a O'Conner por detalles específicos en los casos de asesinatos mientras lo miraba a él.

Nadie los preparó para la sarta de sandeces que había salido de la boca del canciller y el consejero.

Primero lo primero: no es que Maxwell quisiera faltarles el respeto a sus superiores. Para nada, pues tanto el gobernador, el canciller y el consejero hablaron de un mundo fantástico lleno de magia y mistísmo. Lleno de cosas que los humanos no pueden ver más allá del velo mágico que los mantienen, según el gobernador, separados del Mundo Mágico.

Mundo mágico mis pelotas, había pensado él. Incluso se pensó con seriedad que los hombres se habían fumado una buena mientras que con su compañero los miraban con cara de sí, hablemos en serio por favor, gracias.

¿Fantásticas y diferentes criaturas mágicas que yacían ya en el olvido? Sí, él lo consideraba pura mierda. Lo único que había considerado fantástico fue la idea de cerrarles las puertas de su complejo militar en la cara a estos idiotas e ignorarlos.

―Ayer fuimos a ese lugar para pedir ayuda en nombre del gobernador ―el susodicho asintió en confirmación―. Es una sociedad como cualquier otra ―prosiguió el canciller perplejo―. Las únicas diferencias son quiénes lo habitan y la magia que al parecer es su fuente de energía.

―Meras criaturas aborrecibles, cabe decir ―el consejero restó importancia con su mano al decir aquello―. Llevan apariencias humanas para ocultar los verdaderos monstruos que son por debajo.

―Consejero Thomas ―había atajado el Gobernador para callarlo.

En lo que respectaba el Gobernador, él ha tenido una estrecha relación con el Mundo Mágico y el Prócer, quién vendría siendo el gobernador del Mundo Mágico. Todos los gobernadores lo conocían.

» Le ordeno que cuide sus palabras si no quiere que repercutan las consecuencias sobre usted. Perdonen a mi consejero, caballeros ―se acomodó en su asiento―. Pero así es la cosa. Nosotros...

Fue una larga reunión de explicaciones. Basada principalmente en pedir ayuda. De intentar entender el mundo al que se les estaba incluyendo de manera confidencial. Los riesgos que existían para ambos mundos si ocurría un ligero error. Pero, sobre todo, le explicaron a él y al comisario la ayuda que recibirían después de meses sin cerrar los casos de asesinatos a cambio de que los otros resolvieran el caso de secuestro.

Que toda posible amenaza, según el Gobernador, había sido cubierta, habiéndose creado dos mecanismos de defensa que el hombre explicó con gran detalle.

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