CAPÍTULO I.

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-¡Deja que la vea!

-No, es tarde, ha sido un grave error todo esto. Has llegado demasiado lejos.

-¡Vete a la mierda! ¡Deja que la vea, deja que me explique!- dice con tanta rabia y dolor que lo puedo sentir desde el otro lado de la puerta.

El Demonio me advirtió que una vez que entraba a su propia versión del infierno, podría quemarme y nunca salir.

Estaba en lo cierto.

2 años antes.

ATENEA.

Llevaba unas semanas trabajando para el señor Crawford y lo cierto es que nunca le había visto, ni por los pasillos, ni al salir de trabajar... Nada. Mi compañero de trabajo me había hablado de él. Le llamaban Demonio o señor Crawford pero nunca por su nombre. Nadie le llamaba por su nombre. Le llamaban Demonio ya que mucha gente decía que si te interponias por su camino desaparecías del mapa. Tonterías. Me encontraba organizando unos informes para el señor Crawford hasta que escucho el teléfono fijo de mi puesto de trabajo. Cojo este y carraspeo:

-Despacho de Atenea Samuels, ¿en qué puedo servirle?- digo intentando parecer madura, pero lo había dicho con mi voz chillona que siempre aparece cuando estoy nerviosa. Estupidos nervios. Escucho un silencio permanente que me incomoda un poco. Frunzo mi ceño algo confundida. Prosigo con el silencio y miro el teléfono. La llamada seguía en curso. Finalmente escucho una respuesta:

-Ven a mi despacho. Ahora mismo.

Doy un brinco al oir esas palabras. Lo primero que se me viene a la cabeza es el señor Crawford. ¿El señor Crawford me citaba en su despacho? Me levanto rápido de mi asiento y corro hacia la puerta. Abro esta y salgo pintando hacia su despacho. Retrocedo y le pregunto a la secretaria donde es su despacho. Cuando tengo la suficiente información corro hacia su despacho subiendome al ascensor. Pico el piso 20 y miro como se cierran las puertas. Me va a despedir. Algo habré hecho mal. ¿Mis manuscritos? ¿Le he entregado algo por error? Paso mis manos por mi cara muy muy nerviosa y respiro hondo.

-Vale Atenea, relájate y cuenta hasta diez- murmuro y en ese momento se abren las puertas. Corro hacia su despacho como puedo. Con las alpargatas que llevaba hoy era imposible. Llego a su despacho respirando agitada. Respiro hondo y pico la puerta. A los varios segundos entro mirando al suelo. Cierro la puerta y avanzo hacia la mesa. Levanto la vista y veo a un chico alto dándome la espalda. Me fijo en su vestimenta mientras se toma su vaso de... ¿Whisky? Miro hacia su minibar y veo la botella de Whisky en la mesa. Si, Whisky. Vuelvo mi mirada hacia el joven. Llevaba un pantalón negro de vestir, zapatos de cuero, camisa blanca de botones con un chaleco gris y lo que parecía una corbata de gros oscuro. Cuando se gira ahogo un pequeño grito. Abro mis ojos como platos al ver su cara. Ojos verdes, rubio oscuro, labios hinchados y algo rojizos... ¿Este era el Demonio del que tanto me hablaban? Respiro hondo y doy un paso hacia la mesa que nos separaba.

-Buenos días, señor Crawford. Soy Atenea Samuels. Me ha llamado para...

-Si, ya sé que te he llamado, lo he hecho yo mismo- me espeta y frunzo mi ceño por su poca educación.

-Esta bien. ¿Necesita algo o quiere comentarme algún problema?- digo intentando parecer segura de mi misma pero de nuevo, mi voz chillona había resurgido de mis adentros. Juego con mis manos algo nerviosa. Me fijo en su mesa llena de papeles. Me sonrojo bastante al ver que son todos mis manuscritos que he escrito. Coloco un mechón tras mi oreja muy nerviosa y levanto la vista mirándole de nuevo. Su mirada era fría, penetrante y muy muy intimidante. Desvío mi mirada y miro al suelo. Habia ganado esta pequeña batalla y estoy segura de que ahora mismo está sonriendo por ello.

-Bueno, Atenea. Como has podido ver, todos y cada uno de esos papeles son tus manuscritos. Queria saber quién era la persona que me entregaba todo esto. - dice en un tono neutral y con un rostro serio. Pasa su mano por su pequeña barba y me mira fijamente. Parpadeo seguidamente al darme cuenta que esperaba una respuesta por parte mía.

-¿Qué les pasa? ¿No es lo que me ha pedido?- digo un poco preocupado por si mi trabajo no estaba a la altura de su empresa. Trago duro y por lo que me dice su rostro, ha notado mi nerviosismo y mi preocupación. Niega con la cabeza y respira hondo.

-No Atenea. Es mucho más de lo que esperaba de una becaria. Estos manuscritos superan mis expectativas y su forma de expresarse, escribir y desenvolverse es... Es asombroso. Muchas felicidades señorita Samuels.

Cuando sale de su boca esas últimas palabras me da un escalofrío. Trago duro y asiento seguidamente.

-Gracias señor Crawford, gracias por sus palabras. Intentaré seguir en este nivel y no decepcionarle- digo segura de mi misma y le dedico una sonrisa.

-Bueno, ahórrate las gracias y ponte a trabajar. Lárgate que tengo muchas cosas que hacer.- dice serio, en tono algo molesto y trago duro para no soltarle una grosería. Me voy de allí cerrando la puerta. Me apoyo en esta y me quedo unos segundos pensando en ello. Era cierto lo que decían de él y no perdería más el tiempo para comprobarlo. Salgo de allí y vuelvo a mi puesto de trabajo. Paso el día pensando en el encuentro que tuve esta mañana con el señor Crawford. Habia sido tan extraño.

Son más de las 21:00, mi trabajo había acabado hace más de una hora pero seguía adelantando trabajo. Cuando creo que he adelantado lo suficiente, recojo mis cosas y salgo de mi puesto. Voy al ascensor y pico el piso 0 para volver a casa. Clavo mi mirada en el suelo hasta escuchar un ruido. Alzo mi vista extrañada y veo unos dedos separando las puertas del ascensor para abrirlas estas del todo. Abro mis ojos más de lo normal al ver quién era.

El Demonio.

Un Ángel Para Un DemonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora