Beber para olvidar las penas, aunque en realidad, terminas dando pena. Pero igual, de la borrachera te olvidas de que la recordaste. Ésa es mi misión esta noche, olvidar que la recuerdo.
Estoy muy mal, hemos bebido demasiado, he dejado de contar las cervezas que por generación espontánea aparecen en nuestra mesa. Ya pasé por todos los estados de la borrachera, ahora mismo agarré el micrófono del bar karaoke dónde estamos con Augusto y Elian, dicho sea de paso, no están mejor que yo. Canto, lloro, me importa una mierda, total, mañana no recordaré nada.
—¡Y como dice! ¡Liz te amo! —gimoteo—. ¡Va, va, va, te odio! —grito en el micrófono y agito las manos en el aire siguiendo con torpeza el ritmo de la música. Hay una chica rubia en la mesa contigua, la miro y grito—. ¡Soy Valentino Gallardo, rubia, rubia! ¡Escucha, Liz! —Solo me sé el coro de la música y lo canto a todo pulmón—. ¡Maldita veleta, maldita coqueta! ¡Maldito los días en que me engañó, maldita la tía, maldita la prima y hasta la vecina de mi se rio! ¡Maldiiiitaaaaa, maldiiiiiiiitaaaaaa, rompiste sin piedad mi corazón!
Se acercan dos guardias de seguridad a pedirnos que nos retiremos. Yo no entiendo nada, estoy tirado en el suelo con el micrófono en una mano.
—Hombre —me sacude Elian—, tenemos que ir —hipa ruidosamente— irnos, Valentino. —Me empuja.
—Ya me levanto mamá... —Con más fuerza me zarandea—, un ratito más —levanto la cabeza y abro un ojo—. Está bien, ya me levanto —logro articular—. Tranquilo que estoy a punto de vomitar —le informo a Elian.
Abrazados y tambaleándonos salimos del lugar, el guardia nos escolta para cerciorarse de que nos vamos. Caminamos unos pasos y empieza a sonar mi celular. Como puedo lo saco del bolsillo delantero de mis jeans. Parpadeo varias veces porque veo doble, entonces cierro un ojo e intento enfocar con el otro. Elian y Augusto cantan a grito pelado.
—¡No está bien comer del gallinero que tuyo no es, no está bien, no, no sale bien! —aúllan los dos.
—Es mi jefecita, cállense —siseo apuntándoles con el teléfono.
—¿Qué pasó? le estamos dedicando una canción al traidor de Jaime —me responden.
—¡Mierda, mi papá me va a matar! —exclamo—. Que mal estoy, quiero vomitar —les anuncio y apoyo el antebrazo contra un árbol.
Las arcadas no tardan en llegar y devuelvo hasta el hígado. Elian y Augusto están sentados sobre el césped contra una muralla y siguen cantando. Mi celular vuelve a sonar. Me limpio la boca con el dorso de mi mano y me siento junto a los muchachos.
—Mi mamá de nuevo, mierda, ¿qué hago? —me quejo y lanzo mi celular al suelo.
Elian y Augusto están dando una deprimente serenata a los dueños de casa, de repente escuchamos que alguien desde adentro nos manda al carajo.
—¡Lárguense de mi vereda o llamo a la policía! —Nos arroja una bolsa de basura que cae directamente sobre la cabeza de Augusto.
—¡¿Qué carajo?! —grita Augusto—. Vamos... —hipa fuerte—, vamos a irnos, pero como yo quiero —le grita al hombre que arrojó la bolsa.
Yo recojo mi celular lo guardo en mi bolsillo.
A duras penas nos ponemos de pie y caminamos abrazados. Tejemos la calle hasta llegar a la casa de Augusto, es como si estuviéramos en un barco que se mece haciendo que vayamos de un lado a otro, y nosotros intentamos mantener el equilibrio. Las pocas personas que andan a estas horas por la calle nos miran y hacen un gesto de desacuerdo cuando pasan al lado nuestro. Augusto los saluda a todos y cada uno.
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En solo un momento
Teen FictionValentino es alocado, inmaduro e irresponsable. En el colegio no le va bien. En compañía de sus dos amigos, cómplices e inseparables, no salen de un problema para entrar en otro. Alison es una chica que, a raíz del divorcio de sus padres, es enviad...