Capítulo 4 - Primera impresión

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Estamos tirados en el piso de la sala de la casa de Augusto mirando una película. Desde que llegué espero verla, pero nada. No quiero preguntarle a Augusto por la chica de la otra noche, pero creo que él ya se dio cuenta, porque a cada ruido en la cocina o cada vez que se abre la puerta del frente yo me giro a mirar.

—No te entiendo, Valentino, para qué sigues viendo a esa bruja. Tampoco la entiendo a ella —dice Elian.

—Ya les dije que no voy a seguir con eso, ya me cansé.

—Era hora, te trata como a un pendejo, es que no tienes amor propio —comenta Augusto.

—Habla el digno, por favor, ninguno de los dos tiene autoridad para decirme nada —respondo enojado.

—¿Ya conociste a la prima de Augusto? —me pregunta Elian.

—¿Alison? —pregunto y siento vergüenza por la forma en que la conocí.

—La misma, es hermosa...

—Y solo la podrás admirar de lejos —le dice Augusto y lo acribilla con la mirada.

Hace dos horas que llegué y no hay señal de ella, yo creí que era hija de algún amigo de la familia y que vinieron a disfrutar el fin de semana de carnaval. Cuando estoy por perder las esperanzas, se abre la puerta de entrada, y ahí está. Ahora puedo apreciarla mucho mejor, es bajita, pero tiene unas piernas bien torneadas que se dejan ver gracias a la falda corta que lleva puesta. Es delgada, muy rubia, su cabellera le llega hasta la cintura. Tiene unos preciosos ojos celestes, tan claros como el cielo en un día de verano. Su naricita es simpática, cuando la miras te dan ganas de abrazarla y no dejarla ir nunca.

—Valentino. —Me empujan.

—¡Valentino, tierra llamando a Valentino! —Otro empujón, sacudo la cabeza para aclararme.

Se carcajean Elian y Augusto ante mi despiste momentáneo.

—Te presento a mi prima, Alison. —Me levanto y la miro, ella extiende la mano hacia mí, mis ojos van de su mano a su cara, está sonriendo, tiene unos labios perfectos. Si primero dije que daban ganas de abrazarla eternamente, ahora también quiero besarla.

—Hola. —Logro articular, siento mi mano sudorosa y la limpio la mano contra el pantalón antes de coger la suya. ¿Saben qué? también quiero que me acaricie, seré su perrito si me lo pide, con tal de tener un poco de su atención.

—Hola —dice, y su voz, Dios su voz, seguro que hasta los regaños de mi mamá sonarían a poesía si ella los dice. Me mira y yo todavía no suelto su mano. La retiro con rapidez y ella sigue mirándome con curiosidad.

—Ah pe-perdón, Augusto —digo. Ahora veo diversión en sus ojos—. Elian quise decir, no perdón, carajo —Elian y Augusto se burlan, giro la cabeza hacia ellos, y me hacen unos gestos raros. Suben y bajan sus cejas, cierro los ojos con fuerza—. Perdón no soy carajo, perdón por decir carajo —Y vuelvo a tomar su mano agitándola atolondradamente—. Soy Valentino.

—Cuatro —dice.

—¿Cuatro? ¿Qué? —indago con cara de idiota.

—Cuatro veces dijiste perdón, es bueno que un muchacho sepa pedir perdón, por eso de que fallan a cada rato con las chicas —me responde y sonríe.

—¿Tu afición es contar palabras? —inquiero haciéndome el interesante.

—Depende de quién las diga —me responde levantando una ceja.

—Bueno, bueno, bueno, alto ahí galán, estoy aburrido —interviene Augusto—, vamos a pasear por la costa y comer algo —sugiere.

—Sí, por favor, muero de hambre —añade Elian con emoción.

—Tú siempre tienes hambre —le digo.

—Estoy en la edad del crecimiento, necesito alimentarme correctamente —se defiende.

—La comida rápida no es muy nutritiva que digamos —retruco.

—Comida es comida, Valentino, no se debe despreciar nada y, mucho menos una buena hamburguesa —me responde y camina hasta la puerta.

—Si tú lo dices —remato. Tengo las manos en el bolsillo trasero de mis jeans y levanto los hombros haciendo como que me da igual. La verdad es que pongo las manos ahí, porque tienen vida propia las desgraciadas, y tengo miedo de hacer alguna estupidez.

—¿Puedo ir con ustedes? —pregunta Alison.

—Claro primita, eres la invitada de honor. —Augusto la abraza para luego ir caminando hacia la salida, me adelanto para abrir la puerta y hago una reverencia.

—¡Uy pero que caballero! —exclama Elian con ironía.

—Es cuestión de práctica amigo, a veces puedes intentar comportarte como un ser civilizado y no como un simio tragón.

—Ay...me ofendiste, heriste mis sentimientos. Prefiero ser un simio a un venado...

—Suspendan con sus estúpidas peleas, no ven que dan una mala impresión. Alison va a creer que soy como ustedes, ya saben, por eso de: Dime con quién andas y te diré quién eres —se queja Augusto muy serio.

La pobre chica solo nos mira, creo que se está divirtiendo

—Ahora se van a tomar las manos y pedir disculpas mutuamente.

—No seas ridículo, Augusto, tienes complejo de profesor de psicología ahora —le dice Elian—. O te crees la nana de ese programa de televisión, nos vas a enviar al rincón de la vergüenza...

—Ya basta, Elian, mejor vamos a comer algo, parece que el hambre te hace muy mal —me burlo.

—Que conste, he ganado yo —alega Elian antes de salir.

—Claro que ganaste, pero ganaste el primer puesto en decir cuanta estupidez te viene a la cabeza, eso no se vale porque te sale natural —retruco.

—No te preocupes, Alison, se están midiendo para ver quién la tiene más grande —comenta Augusto.

—¿Midiendo? —pregunta Alison.

—Cosas de hombres, no te preocupes —le dice Augusto, y Elian pone los ojos en blanco.

—Ya entiendo, creo que a ninguno le cierran los números —dice Alison.

Elian y yo nos callamos. No volvemos a abrir la boca en todo el camino.

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⏰ Última actualización: Oct 24, 2020 ⏰

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