Día 28 | Pañuelo

641 101 23
                                    

Aproveché el momento de tranquilidad para tomar una larga respiración y purificar mis pulmones y mi organismo completo con ese aire limpio y sublime. Sentí como el oxígeno danzaba por mi nariz, deslizándose por mi tráquea y mis bronquios hasta que se asentó en mis alvéolos, regalándome esa sensación de paz y tranquilidad que tanta falta me hacía.

Abrí los ojos y observé el horizonte, los colores del crepúsculo teñían el cielo y el viento mecía las ramas de los árboles provocando que las hojas se desprendieran y volaran libremente, incitadas por la brisa de la tarde. Podía escuchar el sonido del agua del río chocando con las piedras a los pies del acantilado y era relajante, reconfortante, como una caricia sutil.

Esperaba a Shisui, a mi rizado alegre, el que me iluminaba la vida con una sonrisa.

Como nunca estaba libre y Shisui tenía cosas que hacer en la policía militar. A estas alturas, casi que éramos rivales, pues yo pertenecía a ANBU, la policía de elite de la aldea y él a la policía Uchiha. No obstante, a nosotros no nos importaba, nuestro amor era lo más preciado que teníamos y ningún conflicto político nos haría separarnos.

Dejé que mis párpados cayeran y me quedé inmóvil, disfrutando la brisa y esperando por Shisui, para que hiciera el día todavía mejor, para que me abrazara y me besara de la manera en la que solo lo hacía él.

Escuché pisadas en el césped a mis espaldas y una sonrisa se dibujó automáticamente en mis labios, sabía que era él, conocía su forma de caminar, el ritmo y la distancia de sus pasos. Lo conocía como la palma de mi mano.

No demoré en sentir unos brazos rodeándome los hombros por la espalda, aun con los ojos cerrados elevé mis manos hasta sus antebrazos y los sujeté, manteniéndolo cerca de mí. Sentí que su mejilla chocaba con la mía y le correspondí el gesto, lo escuché reírse y luego dejó un beso delicado en mi pómulo.

—Eres como un gatito, Itachi —susurró cerca de mi oreja, sin despegarse de mi piel ni un poquito.

—Te amo —ronroneé y Shisui soltó una risita mientras se sentaba a mi lado, sin dejar de abrazarme.

Abrí los ojos por primera vez desde que había llegado y me encontré con su rostro sonriente. Sin embargo, noté de inmediato que su piel estaba amoratada y herida.

—¿Qué te pasó? —pregunté alarmado acercándome a su rostro y examinando los golpes que estaban esparcidos por sus facciones.

—Una pequeña emboscada, nada grave —comentó quitándole importancia al asunto y apoyándose en mi hombro.

—¿No estás herido? —inquirí, paranoico, mi peor miedo era que algún día lo hirieran de muerte.

Me aterraba perderlo.

—¿Quién te crees que soy? —cuestionó socarronamente intentando sacarme una sonrisa—. Estoy bien, Ita.

—¿Seguro?

—Sí —confirmó— Ahora dame un beso.

Me obligué a creerle y busqué sus labios, él no demoró en corresponderme, dejando que fuese yo el que guiara el beso, permitiendo que lo amara con delicadeza y que le absorbiera el espíritu.

Alargué mi mano hasta la suya, enredé nuestros dedos y en cuanto quise tirar de ellos para acercar su mano hacia mi cuerpo, Shisui se apartó de mis labios y se quejó ligeramente. No demoré en sentir como un líquido caliente caía por sus dedos hasta mi mano.

—Mierda —gruñó adolorido y yo me despegué de él, alarmado.

—¡Estás herido! —exclamé y observé su mano con cuidado, la sangre caía hasta sus dedos por debajo de su camiseta.

—Solo es un pequeño corte.

—Déjame ver.

Shisui me entregó su brazo derecho con cuidado, lo cogí entre mis manos e intenté subir la tela de su manga, pero en cuanto intenté moverla su rostro se contrajo de dolor. Saqué un kunai del bolso que estaba atado a mis caderas y corté suavemente el género para dejar al descubierto su herida. Tenía un corte desde el codo a la base del dorso de la mano, no parecía muy profundo, pero si de una longitud importante.

—¿Ves que no es tan terrible? —dijo con las cejas crispadas.

—Pero te duele —murmuré sacando un pañuelo de mi morral y presionándolo en la lesión.

—Eres una ternura —musitó apoyando su cabeza en mi hombro.

Estiré mi otra mano para coger la botella de agua y limpié la herida hasta que no quedó rastro de la sangre. Shisui se tensó levemente y yo moví mis labios para dejar un beso entre sus rizos.

—Ya casi está.

—Vale —gruñó.

Até el pañuelo alrededor de su antebrazo, sujetándolo firmemente con un nudo y lo dejé descansar sobre mis muslos.

—Listo, cariño.

—Que atento eres —dijo acomodándose en mi pecho.

Le rodeé la espalda y apoyé mi cabeza en su coronilla, acomodó su brazo sobre sus piernas cuidando que nada le pasara a llevar la herida y cerró los ojos rozando su nariz en mi cuello.

—¿No tienes más cortes?

—Más que unos cuantos golpes y músculos adoloridos, nada más.

—Muy bien —susurré acurrucándolo con más fuerza—. No sé qué haría si te pasara algo.

—No me va a pasar nada, Ita.

—Si te mueres, yo me muero —musité y fruncí el ceño cuando escuché una risita burlona.

—Tranquilo, no seas tan paranoico.

—Es que me asusta mucho.

—Estaré bien —susurró bajito—, y a tu lado.

Lo estreché con necesidad, acunándolo entre mis brazos, repartiendo besos entre sus rizos y acariciando sus brazos con delicadeza.

—Te amo, Shisui.

—Yo también te amo, comadreja.

La tarde pasó tranquila, sublime y calmada. Shisui se había quedado dormido apoyado en mi pecho, su espalda recargada contra mis brazos y su nariz tocando el relieve de mi carótida. Se veía pacífico, aun cuando los moretones y los golpes se marcaban cada vez más en su piel clara.

Dejé un beso en su frente, disfrutando de la tibieza que se traspasó hasta mis labios, regalándole caricias en los brazos e inhalando el aroma de sus rizos, pensando en que lo habían herido.

Aunque era una herida pequeña, mi mente no dejaba de pensar en que alguien podía matarlo, que nuestra vida era así, que en cualquier momento me asesinaban a mí o a él.

Por más que Shisui me pareciera invencible y superior, era un ser humano, era frágil como uno al igual que yo y la sangre que teñía el pañuelo que le había atado al antebrazo me lo demostraba.

Éramos frágiles seres humanos, pero el amor nos hacía fuertes.

Shisui me hacía fuerte y supuse que yo también lo empoderaba a él.

✦✦✦

Quedan dos días y no sé cómo sentirme al respecto.

30 días | ShiItaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora