Día 09 | Inadaptado

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Nunca podría acostumbrarme a esto.

Aunque quisiera mi corazón no podría adaptarse a ser el otro, el amante o cualquier sinónimo que encajase en la definición de lo que yo era de Itachi.

En un matrimonio arreglado por conveniencia y terriblemente insulso, había perdido a Itachi, hace exactamente dos meses atrás.

Recuerdo claramente el día en que ese chico de cabellos azabaches llegó a mi departamento hecho un mar de lágrimas diciéndome que su padre le iba a obligar a casarse para unir su empresa familiar con la de otra chica rica del país. Después de abrazarlo y obligarle a calmarse le dije que lo más lógico era que no se casara y que su padre no tenía ningún derecho a moldearle la vida.

Sin embargo, para mi desgracia y la de Itachi, él no tenía la capacidad de enfrentarse a ese hombre que parecía odiarlo y terminó casándose. Se encadenó a una mujer totalmente desconocida en una ceremonia asquerosa donde ella lo miraba con desprecio y él parecía querer morirse.

Yo me limité a quedarme junto a su hermano, el único que conocía nuestra relación y la apoyaba. Me miraba con un gesto de lástima y yo solo me dediqué a embriagarme, a fumar y a odiar a los padres de Itachi por arruinarle la vida a él y de paso a mí.

Después de ese matrimonio suicida seguí viendo a Itachi, él iba a mi departamento y se encerraba ahí conmigo durante la mayor cantidad de tiempo posible antes de que su esposa empezara a llamarlo y a amenazarlo con avisar a su padre si no aparecía.

Esa mujer era despreciable y yo la odiaba profundamente, se había ganado mi odio poquito a poco.

Me tomaba un café mientras observaba la lluvia caer por la ventana, amaba los días lluviosos, pero sin Itachi al lado se sentían patéticamente tristes. Me lo imaginé bebiendo café y degustando unos croissants junto a su esposa en el comedor de la gigantesca y lujosa mansión que sus padres adinerados les habían regalado.

Esa mansión tenía un propósito muy retorcido a mis ojos.

La esposa de Itachi quería hijos, deseaba formar una familia y él no quería, se había negado por todos los medios posibles, pero ella insistía, incluso le fue con el cuento a sus padres y ellos le regalaron la casa. Cuando me enteré de eso, supe que lo había perdido completamente, porque sabía que mi alma no podría soportar verlo con hijos que no fuesen nuestros.

No podía quedarme estancado en esta relación que no me daría nada, ni siquiera podía tener su amor solo para mí, tenía que compartirlo. Me quedaba con las migajas, con su tiempo sobrante, con los besos a escondidas y los toques fugaces. Tenía que compartir sus labios y su cuerpo completo, su tiempo y su vida.

No podía adaptarme a eso.

Así que luego de beberme hasta la última gota de café que quedó en mi taza, me coloqué mi chaqueta de cuero y con las manos en los bolsillos salí de mi departamento con una dirección clara, la mansión donde vivía mi amante.

Recorrí las calles a paso lento, sin querer llegar, pero sabiendo que tenía que hacerlo, pues nuestra relación no tenía futuro.

Qué triste era pensarlo, Itachi y yo no teníamos futuro, todos nuestros sueños terminarían perdidos en la basura. Nuestro amor estaba destinado a quemarse y a convertirse en cenizas inutilizables.

¿Por qué? Porque Itachi era demasiado abnegado o simplemente un cobarde, pero lo amaba y me dolía de todas maneras.

Arrastré los pies durante el último trecho del camino y me detuve al encontrarme ante la puerta principal de esa monstruosa edificación. Me reí estúpidamente cuando pensé en que sus padres le habían regalado una casa de ese calibre sin siquiera saber que Itachi odiaba los lugares tan ridículamente grandes.

De hecho, cuando todavía soñábamos con un futuro juntos, planeamos vivir en un pequeño departamento monoambiente.

Era una lástima saber que nunca conseguiríamos eso.

Toqué el timbre con decisión y esperé a que alguien viniese a abrir la puerta, por un momento empecé a arrepentirme y para cuando quise dar la vuelta sobre mi propio eje y desaparecer por donde había venido, la puerta se abrió dejando ante mí al hombre de mis sueños.

—¿S-Shisui? —Su voz sonaba ridículamente consternada y eso produjo que mi estómago empezara a contraerse en espasmos nerviosos—. ¿Qué haces aquí?

—Tengo que hablar contigo —murmuré empezando a sentir que esta vez sería yo el que lloraría y no él.

—¿Por qué no me llamaste? Pudimos salir a alguna parte y...

—No hay más salidas, Itachi —declaré con un nudo en la garganta.

Parece que mi azabache si quería llorar conmigo, pues sus ojos se aguaron enseguida.

—No lo hagas —Analítico como siempre ha sido, ya había descubierto mis intenciones.

—¿Qué mierda me ofreces, Itachi? —pregunté con rabia mirándole directamente a los ojos.

Lamentablemente mi poca estabilidad respecto a él había terminado rompiéndose y ya sentía como una lágrima estúpida caía por mi mejilla.

El pelilargo se horrorizó cuando la vio y empezó a llorar conmigo.

Que ridículos éramos.

—¡No has hecho nada por mí! —le grité en la cara, acercando mi rostro al suyo. Podía verle llorar en silencio y a pesar de todo me dolía verlo así.

—¡No podía hacer nada! —sollozó.

—¡Maldita sea! —chillé—. ¡Podías negarte!

Me aparté las lágrimas de un manotazo cuando Itachi se quedó mudo, con los ojos irritados y enrojecidos clavados en mis pupilas, pidiéndome disculpas implícitamente, pero sin ser capaz de soltar ni una mísera palabra.

Gruñí, molesto conmigo mismo por quebrarme de esta manera, sobre todo frente a él, frente al culpable de mi sufrimiento, el que no había sido capaz de arriesgar, el que había tirado nuestro amor por la borda solo porque se lo dijeron. No fue capaz de pelear por mí y eso me dolía más de lo que podía soportar.

Me di la vuelta, con las mejillas húmedas, dando por finalizada la conversación, pero de pronto sentí unos dedos finos alrededor de mi muñeca, deteniéndome.

—No me dejes, por favor —Ese tonito suplicante pudo con mi fortaleza y me detuve—. No puedo vivir sin ti. Shisui, no te vayas, por favor.

—¿Qué voy a conseguir si me quedo, eh? —pregunté fríamente sin siquiera mirarlo, solo disfrutando culposamente del toque de su mano en mi piel— ¿Te tendré en mi cama una vez a la semana durante cuarenta minutos y luego te llamará tu mujer y te irás? ¿Te podré ver a escondidas solo cuando logres escaparte de ella y de tu padre? ¿O seré el padrino de los hijos que tengas con ella?

El silencio nos invadió, Itachi se quedó sin respuestas y yo sacudí mi brazo para quitarme sus dedos de encima.

—Me cansé de ser tu amante —musité— Lo intenté, pero simplemente no puedo y espero que sepas perdonarme.

Volví a meterme las manos en los bolsillos y eché a caminar, escapando de los ojos negros de Itachi, quería dejar de escucharlo llorar, se rompía a mis espaldas y mi instinto me pedía a gritos que lo abrazara, pero ya no se podía.

—Te amo... —Escuché detrás de mí y la pequeña fortaleza que había logrado construir se hizo añicos.

Con la cabeza gacha y llorando lo más disimuladamente que podía, me alejé de su mansión tenebrosa y fantasmagórica, desaparecí de esa calle lo más rápido que mis piernas me permitían, recordando sus besos y sus abrazos.

Dejé atrás un trozo de mi corazón y de mi alma.

Dejé atrás a mi otra mitad.

Dejé atrás a mi Itachi, ese que había dejado de ser mío hace dos meses atrás.

🌸 🌸 🌸

Este oneshot ya tiene su continuación y pueden encontrarlo en mi perfil bajo el mismo nombre ♡

30 días | ShiItaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora