El Día

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"Onceavo capítulo"

Megan presentó formalmente a su viejo amigo y a su nuevo compañero. Los ojos de Josh brillaron al ver a Matt por primera vez. Si, él reconoció lo guapo que era desde el principio. Era difícil no notarlo. Aunque estaba demasiado delgado tenia un rostro muy bonito.

Decidieron sentarse en el suelo por un rato pues hacía un calor infernal y aquel lugar no tenía calefacción.

-Así que, Josh, ¿Te gustan los hombres?

Él asintió.

-Es genial - Matt lo decía en serio.

Josh estaba con la cabeza agachada y tenía los ojos cerrados. Megan aprovechó para mirarlo mas de cerca. En sus brazos podía ver las cicatrices de las cortadas que se había hecho. Eran realmente horribles, pues cubría por completo sus brazos. Se preguntó si Matt también tendría sus brazos de esa manera.

-¿Y tu por qué estas aquí? - le preguntó Josh a Matt.

-No me gusta hablar de eso, querido. Otro día te lo diré.

Y eso era cierto. Siempre que Megan intentaba tocar ese tema Matt encontraba la manera de eludirlo.

Se quedaron callados. Todo parecía tan sereno hasta ese momento, la joven podría simplemente cerrar sus ojos e imaginar que estaba en el campo, alejada de toda la civilización.

"¿Por qué hablas con ellos?" el demonio volvió a su cabeza.

"Porque quiero"

"No lo hagas"

"¿Por qué no?

"Sabes lo que haré. Lo sabes."

"No. No los vas a lastimar."

"Lo sabes"

Matt pudo sentir como la joven que estaba sentada a su lado comenzaba a ponerse tensa. La miró. Él sabía en que momento ella hablaba con su amigo indeseable por el gesto de su rostro y porque retorcía un poco su cuello. Matt siempre se preocupaba al verla de esa manera. Sentía mucha impotencia, pues quería ayudarla pero sabía que no podía hacer nada. Él y Josh intercambiaron una mirada. Al parecer él también lo había notado. Ambos observaron a Megan por un rato hasta que ella volvió a la normalidad. Parecía asustada.

-¿Todo esta bien, Meg? - preguntó Matt.

Ella negó con la cabeza.

-Tengo un mal presentimiento. Siento que algo malo va a pasar.

Josh la miraba muy desconcertado.

Pasaron el resto de la tarde hablando de cosas sin importancia. Matt le decía a Josh quienes eran las personas que estaban a su alrededor y que enfermedades tenían.

-Mira, ese de allá, el que está en el rincón, no el que se está hurgando la nariz, el otro, el de al lado, él sufre de esquizofrenia. Lleva aquí mucho tiempo. Quizás quieras juntarte con él de vez en cuando.

Josh lo miró enfadado.

-Que sea gay no significa que me gusten todos los hombres.

-Lo se. Solo digo que él podría ser un buen amigo.

Megan observó a ese joven. Era alto, cabello castaño, sus ojos estaban perdidos y estaba haciendo algo con sus manos. Las golpeaba una con la otra pero no era un aplauso.

-Megan, ¿sabes lo que ocurrió con Bill? El corazón de ella se detuvo por un segundo.

Bill había sido su novio durante gran parte de la secundaria. Era una buena persona. No se atrevería a dañar a nadie.

Un día dejaron de hablar. Se comenzaron a alejar justo unos cuatro meses antes de que Megan fuera encerrada.

-¿Que sucedió?

-Lo hallaron muerto. Hace tres semanas. Tenía una cortada en la garganta.

-Así murió Lorena - dijo Matt - Meg, ¿como murió tu familia?

-No lo se - respondió ella.

Era cierto.

Megan había despertado mas temprano de lo habitual. Era sábado y quería salir a correr un rato. Se puso una sudadera, sus tenis y bajó la escaleras de su casa. Escuchó a su mamá en la cocina llamándola.

-No puedes salir hoy - dijo ella - Tenemos que terminar de arreglar todo para mañana.

Mañana. Mañana su hermana mayor iba a casarse con un tipo que había conocido hace muy poco tiempo. Tenia mucho dinero, era de una muy buena familia. Por supuesto que se iban a casar pronto.

-Solo quiero salir a correr, mamá. No tardaré mucho.

Al final, la madre le concedió el permiso con la condición de que volviera en una hora.

Megan salió de su casa y comenzó a trotar. Casi siempre le daba la vuelta a todo el vecindario dos veces. Mientras corría pasó por la casa de un señor el cual era un marginado. Casi nunca salía de su propiedad y odiaba a todos los que vivían allí. En especial a Megan. Siempre que la veía su mirada cambiaba y la perseguía por todo el camino. Murmuraba cosas que ella no entendía.

Pero aquella mañana no lo hizo. En su lugar, asintió suavemente con la cabeza mientras ella pasaba, lo cual era extraño. Habían rumores acerca de aquel hombre. Se decía que era una especie de brujo o algo parecido. Por eso la gente solía tenerle miedo.

Ella lo hacía.

Al regresar a su casa fue a la cocina y desayunó tranquilamente.

"Quiero jugar" dijo el demonio.

"Juega con alguien mas. No quiero tenerte"

"Quiero jugar" repitió.

"No molestes"

"Voy a jugar"

Ella no le puso atención.

Ya era de noche y el frío viento se filtraba por las ventanas. Toda la familia estaba reunida en la sala de estar con una taza de té en la mano. La hermana de Megan no paraba de hablar. Solo alardeaba de la suerte que había tenido de encontrar a un hombre como él. Un hombre con dinero de sobra, si. Su madre estaba maravillada, su padre parecía que no escuchaba nada de lo que decían. Su hermano estaba escuchando música.
Toc Toc

La puerta sonó. Megan se levantó de su asiento para atender pero su madre ya estaba en camino.

Pasó un rato hasta que ella volvió, sola.

-No había nadie en la puerta.
TocToc Toc

Megan estaba alerta en ese momento. Sentía como el miedo comenzaba a inundarla, pero debía tranquilizarse.

Esta vez fue su padre quien se dirigió a la puerta. "¿Quien es?" gritó antes de abrir la entrada. Nadie respondió.

En su lugar, la joven escuchó algo en su cabeza.

"Hora de jugar"

Aquellas palabras fueron su sentencia. De repente la puerta se abrió de golpe, una ráfaga de viento entró en la casa. Megan se levantó de la silla, fue a la cocina y tomó un cuchillo. Quería soltarlo, pero se dio cuenta de que ella ya no controlaba su propio cuerpo. Él lo hacía.

"Empecemos"

Lo último que ella recuerda sobre esa noche es haber salido de la cocina.

Cuando despertó a la mañana siguiente se levantó del suelo y pudo ver que había rastros de sangre por todo el lugar. En el suelo, en las paredes.

-¡Mamá!

No hubo respuesta.

Los encontró a todos en el suelo muy cerca de la escalera. Sus cuellos rotos y cortados, la sangre habia dejado de salir. Los ojos de su padre llenos de terror. Ella gritó.

Pero el terror fue aún peor al darse cuenta de que ella estaba bañada en sangre. La sangre de su familia.

Alguien golpeó la ventana. Era el hombre marginado.

Él sonreía a aquella escena.

Sonreía por primera vez.

Encerrada en míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora