Primer Capítulo

2.3K 42 8
                                    

Megan estaba sentada en la oficina del director de aquel lugar. Dos policías se encontraban en la puerta vigilando a aquella loca y brindaban protección al hombre que estaba detrás del escritorio. "Idiotas" pensó ella.
- ¿Por qué lo hiciste, Megan? - preguntó el hombre.
- No hice nada.
- Si lo hiciste. No vale la pena seguir negándolo ¿de acuerdo? Sólo dime por qué lo hiciste.
- Yo no hice nada.
El hombre se tocó la frente y suspiró. Estaba frustrado.
- ¿Por qué mataste a tu familia? ¿Te gusta la sangre, Megan?
- No.
- ¿Entonces? ¿Lo hiciste porque sentiste la necesidad, Megan?
Megan, Megan, Megan. Quiso que dejara de pronunciar su nombre de esa manera.
- ¡No lo hice yo! - gritó ella - ¿Cuantas veces tengo que decirle que fue..."él"?
- ¿Quien es él, Megan? ¿Puedes decirme?
- No. No le gusta que hable de él con alguien más. Pero fue esa cosa quien lo hizo. Él es el culpable - Su voz temblaba cada vez mas al igual que sus manos. Sabía que lo había perdido todo a causa de él. Y lo odiaba.
- Escucha, quisiera creerte. Pero todas las pruebas que existen están en tu contra. Cuando te encontraron estabas bañada en sangre, Megan. La sangre de tu familia.
- No lo hice.
El hombre se quedó en silencio mientras la miraba tan intensamente, como si intentara leerle el pensamiento o como si pudiera ver a través de ella. Después de unos segundos el hombre niega con la cabeza, baja la mirada y comienza a hablar. Ya había tomado su decisión.
-Aquí podemos ayudarte. Vas a permanecer un tiempo aquí hasta que te cures.
-No... - Megan se levantó de su silla y se le acercó al hombre- ¡Usted no puede encerrarme aquí! - Antes de que pudiera alcanzarlo, los dos guardias ya la habían agarrado de los brazos y la sujetaban con tanta fuerza que podrían romperla en cualquier momento. Megan gritaba desesperadamente e intentaba golpear a esos mastodontes. Lanzaba patadas en todas las direcciones. No podían dejarla encerrada allí, pues si lo hacían iba a estar con él todo el tiempo, y no podía soportarlo.
Otro hombre entró por la puerta, tomó una jeringa y le inyectó a Megan alguna sustancia justo en el brazo. Un sedante. Inmediatamente se da cuenta como su fuerza va disminuyendo y siente como la oscuridad la va atrapando. Lo último que logra escuchar es la risa de él en su cabeza antes de caer.

¿Como fue que inició todo esto? Megan lo recordaba claramente.
Al cumplir los seis años de edad su padre le había enseñado a montar la bicicleta. Ella estaba demasiado feliz, pues al fin podría dar un paseo por el vecindario con su bici y podía presumir frente a sus amigas. Esa tarde se encontraban en el parque junto con su hermano menor, quien estaba pateando un balón de fútbol hacia ningún lugar en específico. Su madre jugaba con su hijo mientras reía despreocupada.
- ¿Lista? - dijo su padre.
Megan asintió y comenzó a pedalear. "Debes mantener el equilibrio" se dijo a si misma una y otra vez. Debía concentrarse.
Lo estaba logrando, hasta que se detuvo de pronto. Abrió los ojos como platos y pestañeo un par de veces. Había una mujer en frente de ella. Megan la conocía, por supuesto, era su abuela. ¿Quien se sorprende al ver a su abuela? Nadie lo hace, a no ser que tu abuela hubiera muerto hace unos años atrás. Ella se encontraba de pie allí. No sonreía, pero tampoco tenia el rostro tenso, parecía serena.
"No tengas miedo" La voz de la anciana sonó en la mente de Megan, la cual se tambaleó un poco. "Dile a tu madre que estoy bien. Estoy bien" Y dicho eso, desapareció. La pequeña niña quedó realmente aturdida, pero no sintió miedo. De inmediato su padre la alcanzó para preguntarle por qué se había detenido.
- Vi a la abuela, papi - dijo ella con una voz suave e inocente.
Su padre decidió seguirle la corriente, aunque no estaba convencido de nada de lo que le había dicho su hija. "Ya le pasará" Se dijo.
Pero fue obvio que nunca le pasó.

Encerrada en míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora