secuestrada

Capitulo 8

No puedo dormir. No puedo dejar de llorar.

No puedo dejar de sentir a Benn dentro de mí. No puedo dejar de atormentarme con los recuerdos. No puedo cerrar los ojos sin imaginarme a un asqueroso hombre sobre mí. Violándome.

Las lágrimas no han cesado y me siento tan miserable que ya ni siquiera quiero que me dejen ir. Quiero morir lo más pronto posible. Quiero acabar con todo esto de una buena vez.

Thomas no me ha atado, pero estoy bastante segura de que me ha encerrado con llave antes de desaparecer por la puerta. Me ha traído ropa nueva una vez más y ha dicho que volverá pronto, pero francamente no me importa.

Escucho la puerta abrirse y abro los ojos como platos cuando me doy cuenta de que es Thomas y de que no viene solo. Un enorme pastor alemán de aspecto imponente entra a la habitación husmeando y olisqueando todo en la habitación.

-Quieto. -dice Thomas y el perro se detiene inmediatamente, luego avanza hacia él meneando la cola.

Thomas acaricia su cabeza con una media sonrisa dibujada en el rostro y yo estoy aterrada. Ese perro podría arrancarme una mano de un mordisco si lo quisiera. La mirada de Thomas se dirige hacia mí y luego dice-: Éste es Diablo. Mi perro.

Yo trago saliva duramente. Es un perro bastante grande. -Odia a Benn. Lo ha mordido en tres ocasiones. En una de ellas, casi le arranca una oreja; tuvieron que unírsela con puntos. No puedo estar por aquí todo el tiempo porque tengo otros asuntos que atender, pero Diablo cuidará de ti mientras yo no esté. -dice Thomas jugueteando con el enorme animal.

-¿Y qué te hace pensar que no va a comerme a mí antes de que Benn se me acerque? -digo, con nerviosismo.

Thomas alza la vista y me observa. -Le he llevado la blusa que traías el primer día, ha dormido con ella y no ha permitido que nadie se la quite. Creo que cuidará bien de ti. -dice.

El perro se acerca a mí, jugueteando y yo me hago un ovillo, temerosa del monstruo aquel. De pronto, el perro comienza a olerme y yo me quedo quieta. Entonces, un lengüetazo en mi mano me hace alzar la vista para encarar al perro. Él me mira jadeando y jugueteando, buscando cariño...

Acaricio la cabeza del perro y él comienza a lamerme el rostro, las manos y los antebrazos.

-¿Lo ves?, ¡Ya le gustas! -dice Thomas, guiñándome un ojo.

Rasco detrás de las orejas al enorme animal y él se echa a mi lado, ladeando la cabeza para dejarme acariciarlo con más profundidad.

-¿Te gusta a ti? -inquiere él, mirándome con ansiedad.

Yo le sonrío al perro y luego miro a Thomas. -Es agradable. -digo finalmente.

-Serán amigos, yo lo sé. -sonríe él, guiñándome un ojo.

Mi corazón da un vuelco dentro de mi pecho, sólo porque es insoportablemente atractivo y es insoportablemente caballeroso y dulce.

-¿Has comido algo? -inquiere Thomas, mirándome con amabilidad.

-No tengo hambre -digo, y hago una mueca de disculpa.

-Debes comer. ¿Quieres sopa?, ¿Pizza?, ¿Tacos?... -sugiere.

-No tengo hambre, Thomas-digo, y sigo acariciando la cabeza de Diablo.

-No te estoy preguntando si tienes hambre, estoy diciéndote que voy a traerte de comer, así que más vale que elijas algo. -espeta duramente y yo cierro mis ojos con fuerza.

-No tienes por qué hacer esto. -murmuro.

-¿Hacer qué? -inquiere.

-Ser amable conmigo -mascullo, sintiendo un nudo instalándose en mi garganta.

-Quiero ser amable contigo, _____. -dice Thomas,dulcemente y me desarma por completo.

Alzo mis ojos hacia él y trago saliva, sintiendo las lágrimas agolpándose en mis ojos. -¿Cenas conmigo? -pregunto, con la voz entrecortada.

Una sonrisa se filtra por sus labios gruesos y dice -Sólo si comemos alitas adobadas.

Yo le devuelvo la sonrisa y asiento.

-Vengo en veinte minutos, entonces. Diablo cuidará de ti, ¿de acuerdo? -dice, y abre la puerta de la habitación.

Una sonrisa se filtra por mis labios y asiento rápidamente.

-No tardaré mucho. Lo prometo. -dice y sale de la habitación, dejándome una sensación de vértigo en el estómago y un corazón latiendo desbocado dentro de mi caja torácica.

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