Capítulo 04: Galletas.

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n/a: please no se aburran esto es muy family goals

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Sabía que el tío David ya había llegado, debido a que escuché el auto estacionar y escuché la puerta de la casa abrirse y luego cerrarse. Bueno, también había visto el auto por la ventana.

Sabía también que dentro de poco iba a subir la tía Jess a pedirme que bajara a comer.

Sí, había pasado la mitad del día ahí dentro, como había dicho, con la laptop color negro que fue un regalo de mi madre. Es difícil dejar de pensar en ella cuando todo me hace recordarla.

Es difícil olvidar a alguien que te ha hecho lo que eres, que te ha dado todo lo que pudo darte, que estuvo toda la vida contigo. Es como tratar de olvidar tu reflejo en el espejo, nunca podrás, siempre será una parte de ti, y aunque no te veas en un espejo todo te hará recordar a eso.

Estaba en Twitter, viendo las últimas noticias, siempre que entraba me hacían reír, el simple hecho de saber que había más gente como yo en otra parte. Aunque no estuvieran cerca de mí, allí estaban. Del otro lado de una pantalla, ¿quién lo diría?

Bostecé estirando los brazos, no había hecho nada más que estar frente a la laptop, leyendo más y más publicaciones, sin detenerme demasiado tiempo en ninguna. Me levanté luego de cerrar todo y apagarla. Me estiré, creo que mi cama era demasiado cómoda, pero igualmente, me dolían los brazos por la posición, el cuello, la espalda, y por último pero no menos importante, el trasero. Me dolía todo, por haber estado 3 horas más o menos sentada ahí, en forma de indio, arriba del edredón violeta con triángulos estampados. Tomando agua de la botella que estaba colocada en la mesita de luz que estaba del lado izquierdo de mi cama de 1 plaza y ¼, la cama más cómoda para mí. Bien, quizá la cama de cada uno era la cama más cómoda para uno mismo.

La habitación estaba pintada de color celeste pálido, de cuatro paredes, con un guardarropa que formaba parte de la misma habitación. Había un escritorio con una computadora fija encima, libros apilados en un costado, delante de la ventana con cortinas rosas de Barbie –odiaba Barbie, pero nunca íbamos a comprar nuevas cortinas, juraba que la semana que entraba iría a comprar con Sydney cosas para la habitación-. Una vez Jessica me había ofrecido ir a comprar, pero estaba muy en mis pensamientos como para responder correctamente. Recuerdo que esa vez había roto un jarrón que estaba en el living. Pensé que me ahorcaría, y que directamente me llevaría a un orfanato, pero simplemente se fue a su habitación, y creí que era a llorar si no fuera porque no conocía bien a Jessica. Si hubiera conocido a mi padre, suponía que me hubiera tirado con él.

Escuché unos golpes en la puerta y me sobresalté por el repentino golpeteo de la voz de mi tía. —Claire —llamó—, ¿puedes bajar a comer? Ya está listo.

Suspiré. Por un lado me moría de hambre, pero por el otro no tenía ganas de bajar. Podría decirle que no tenía hambre y seguir comiendo el chocolate que tenía metido en el cajón del escritorio a escondidas. Pero algo en su voz hizo hacerme querer bajar.

Me acerqué a la puerta y la abrí. Allí estaba la mujer de treinta y siete años, con su cabello rubio lacio como siempre, y sus ojos azules intimidantes algunas veces y refugiantes otras. Era un poco más alta que yo. Creía parecerme más a ella que a mi madre.

Sonrió. —Me alegro de que decidieras bajar a cenar con nosotros —le hice una mueca en camino a sonrisa.

Nos encaminamos por la alfombra color ocre hacia las escaleras de madera barnizada. La casa aún seguía sorprendiéndome por lo grande y hermosa que era, con todas las decoraciones y los toques personales. El pasillo, por ejemplo, contenía cuatro habitaciones, la mía –que antes era la habitación que usarían en el caso de tener un hijo. Nunca pudieron-, la habitación de invitados, el cuarto principal que es donde Jessica y David duermen, y por último el baño. Era un pasillo estrecho, ni muy grande ni muy pequeño; preciso. Cuando se sube de las escaleras, a lo último del pasillo se ve una pared –todo pintado de color lavanda- y ésta tiene un cuadro. En ese están mi mamá, Jessica y yo. De más pequeña. Ese era un lugar al que yo no recordaba haber ido nunca, Disney. Y lo extraño es que mamá no tenía esa foto en ningún lugar de la casa, ni una foto similar. Nunca pregunté por qué.

Fifteen ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora