10. El chocolate y las lágrimas no deberían mezclarse

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La puerta del apartamento se abrió con un chirrido. Lexi no tuvo más que empujarla, dado que esta ni siquiera estaba cerrada. Esto no hizo que ninguno de los dos nos sintiéramos mejor.

El piso estaba en silencio. Al menos, eso era lo que podía deducir sin entrar en él. La puerta estaba ahora entreabierta, pero ni Lexi ni yo nos atrevíamos a asomarnos para ver lo que había dentro.

-Quédate detrás de mí -susurró Lexi, abriendo la puerta del todo con el pie.

Las luces estaban apagadas, pero en la oscuridad creí distinguir formas de cuerpos en el suelo. Uno, dos. Mi corazón dio un salto en mi pecho, mi estómago se retorció en un nudo tan apretado que dolía. Dos cuerpos. Amira y Sasha.

Lexi se puso delante de mí y bloqueó mi visión, dirigiendo una mirada alarmada a las formas en el suelo. Entrecerró los ojos y, lentamente, lentamente, alargó la mano hacia el interruptor.

La luz me cegó durante un instante. Parpadeé varias veces y traté de mirar a través del cuerpo de Lexi, intentando distinguir los cuerpos entre las formas que había visto antes.

Uno y... ¿dos? No, la otra forma no era un cuerpo. Una silla con una pata rota. Pata que agarraba...

-¡Amira! -exclamó Lexi, corriendo hacia el cuerpo en el suelo.

Lo miré y, efectivamente, era Amira. Pero no estaba muerta, como me había temido. Sólo inconsciente y, además, ilesa. Solté el suspiro de alivio que no sabía que estaba conteniendo.

-¿Qué ha pasado? -murmuraba Lexi a la chica inconsciente-. Amira, Amira, despierta. Amira, ¡despierta!

Yo bloqueé el sonido de su voz y avancé entre las cosas tiradas del salón. Levanté las mantas del suelo y retiré almohadas. Incluso miré debajo del sofá, donde la pequeña planta de albahaca agonizaba entre el polvo. La recogí y la metí en su maceta.

-¿Dónde está Sasha?

La pregunta flotó en el aire durante unos segundos, pero entonces otro sonido interrumpió la respuesta de Lexi. Un gemido, proveniente de Amira.

-¡Amira! -Corrí hacia la mujer ahora consciente y la ayudé a incorporarse. Lexi le puso una mano en la cabeza, sólo para apartarla de inmediato al notar la sangre que comenzaba a manchar sus dedos-. ¿Estás bien? ¿Qué ha pasado?

La miré, buscando heridas o algún signo de daño en el cuerpo. Además de la sangre en su pelo y la pata de silla que agarraban sus nudillos blancos, no pude ver ningún otro signo de violencia.

Amira jadeó y miró frenéticamente a su alrededor, alzando las manos hacia su rostro en un intento de protegerse de... ¿qué? ¿Qué, o quién, les había atacado en su propia casa?

-Tranquila, somos... nosotros -murmuró Lexi con suavidad.

Los ojos oscuros de Amira se posaron en la cara de Lexi. Estaban algo desenfocados, las pupilas dilatadas por el golpe que había recibido en la cabeza. Intentó incorporarse de su posición sentada y, débilmente, negó con la cabeza.

-¿No qué? -pregunté, con miedo en la voz-. ¿Dónde está Sasha?

Amira abrió los ojos en reconocimiento.

-Sasha. -Consiguió balbucear, arrastrando un poco las palabras.

Señaló con la cabeza la habitación del chico desaparecido, pero el esfuerzo pareció ser demasiado para su cuerpo y se derrumbó hacia un lado.

-¡Amira! -grité, levantando los brazos para atraparla.

Su cuerpo cayó justo encima de mí, aplastándome y haciéndome tambalear peligrosamente hacia atrás. Lexi agarró a Amira por los hombros y la acostó con cuidado en el suelo.

Proyecto ÁnthroposDonde viven las historias. Descúbrelo ahora