Capitulo Uno

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Gwen Cornelia Angela Darling, de destellantes ojos marrones y una mente llena de pensamientos, estaba segura de tres cosas en su vida: uno, su familia, compuesta por su madre Wendy y sus hermanos mayores Jane y Danny, la amaban más que a nada en el mundo. Desde que tenía uso de memoria, los cuatro vivían en Auradon City, la capital del maravilloso reino del Rey Ben, anteriormente reinado por sus padres, Bella y Bestia. El apellido Darling formaba parte de un distinguido círculo de familias elite de Auradon, del cual también eran miembros varios de los héroes que no llevaban algún título real, como lo eran los descendientes de Alicia Kingsleigh o Charlotte LaBouff. Se hacían llamar a sí mismos The Jewel Club and Auradonian Elite Society, y aunque no cumplían ninguna función específica dentro del reino más que organizar galas formales, fiestas de té, eventos de caridad, y predicar el buen gusto dentro de Auradon, por lo que Gwen creció aprendiendo sobre el importancia de su apellido, y de mantener un buen estatus social.

Dos, estaba destinada. No. Estaba decidida a casarse con un príncipe de Auradon quien no solo haga realidad el cuento de hadas que ella tanto soñaba vivir desde el momento en que su madre le relató el cuento de Cenicienta por primera vez, sino que también coloque a su familia en un pedestal social más notable. Si Gwen lograba casarse con un príncipe, significaría que ella pasaría a ser una princesa, y los miembros de la familia Darling pasarían a ser la creme de la creme en la sociedad Auradoniana.

Y tres, su vida era brillante y completamente perfecta.

No había nada que Gwen no supiera conseguir. Gracias a su alto temperamento, mente determinada, y avanzada educación, la Preparatoria Auradon la conocía como la más inteligente y vanidosa estudiante del reino —que no contara con un título real, por supuesto—.

No era demasiado decir que había una razón por la que el Hada Madrina la había nombrado Capitana del Club de Lectura de Bella, dado que la madre del Rey se encontraba ausente por un tiempo respaldando deberes reales mientras Ben y Mal se hallaban en su luna de miel. No había nadie más capacitado que Gwen para dirigir el Club de Lectura en ausencia de Bella, quizá Audrey, la hija de la Bella Durmiente, pero todos conocían lo delicada que la joven princesa había quedado luego de su intento de conquistar el mundo con la ayuda del cetro de Maléfica, y además, nadie escuchaba o leía historias con tanta predisposición e interés como Gwen Darling.

Si bien Gwen era una joven inigualable, nadie podía negar el parentesco con su madre, Wendy. Había heredado sus rasgos perfectamente finos y elegantes, sus fugases ojos del color del océano, incluso había heredado su fascinación por los cuentos de hadas; y también por supuesto, en sus labios, había heredado su beso. Un beso que nadie más en su familia tenía. Ni su hermana mayor Jane, ni su hermano Danny. Pero por alguna razón allí se encontraba, en su esquina derecha, tal como su madre, y como su abuela Mary.

Gwen era una joven de la que todos se podían enamorar sencillamente, pero su corazón y su beso especial ya tenían dueño.

El príncipe Chad, hijo de Cenicienta y el príncipe Encantador, de quien estaba enamorada desde los dos años, finalmente se había dado cuenta de que ella era la pareja perfecta para él, y Gwen se quedaba por las noches pensando en sus largas charlas con el joven príncipe. Para Gwen, estaban a solo un paso de volverse la pareja más envidiada de Auradon, (o al menos eso creía ella).

Así es, su vida era brillante y completamente perfecta...

—¿Gwen? ¿Has escuchado una palabra de lo que acabo de decir?

Gwen de pronto sacudió sus pensamientos y parpadeó repetidas veces para volver a la realidad.

—Lo siento Ever, te he escuchado cada palabra.

Under The Stars | Harry HookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora