➵ CAPÍTULO UNO

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Dánae, once años.

Respira...

Es momentáneo.

«Sólo respira, Dánae. No seas una miedosa, así que mantén la calma.»

La linterna en mi mano comenzó a parpadear.

—No, no, no... —susurré dando pequeños golpes al aparato, pero este se apagó por completo haciendo que la oscuridad reinara.

Cerré los ojos por un momento, como si la oscuridad pudiera esfumarse en cuanto los abriera.

—Rayos.

Con mi mano libre empujé un poco la puerta del armario en donde me escondía, logrando que un pequeño rayo de luz iluminara el pequeño espacio. Sin embargo, la puerta de aquella habitación se abrió dando paso a un cuerpo. Volví a cerrar con rapidez la puerta, me cubrí la boca con la mano para evitar que mi pesada respiración se escuchara.

Empecé a sudar, pues estaba muy nerviosa. No quería que me encontrara, no debía permitir que lo hiciera. La persona vagó por toda la habitación y, en cuanto se rindió de seguir buscándome, salió de esta no sin antes apagar las luces.

Suspiré, era momento de salir e irme a otro lugar por toda la casa.

Con lentitud, volví a abrir la puerta y, con una mano al frente, empecé a tantear los objetos a mi alrededor para no chocar con ellos. Di pequeños pasos hasta dar con la puerta... o lo que creí que era esta.

Con la palma de mi mano le di pequeños toques, dándome cuenta de que no se trataba del objeto que esperaba.

—Oh, no.

De pronto, se encendió la luz y frente a mí se encontraba él, con mi mano sobre su rostro.

—¡Buh! —dijo.

Rápidamente retrocedí para rodear su cuerpo y alejarme, saliendo de la habitación y yendo hacia las escaleras para llegar al salón principal.

—¡No, déjame! —grité cuando sentí su mano tocar la mía— ¡Aléjate!

A punto de abrir la puerta principal de la casa para salir, él logró atraparme.

—¡Suéltame! —decía mientras me retorcía—. He dicho que me sueltes, Adam.

El niño de doce años comenzó a reír.

—Vamos, te atrapé —anunció—. Ahora es mi turno de elegir qué haremos.

Bufé.

Nuestra manera de conocer quién decidiría qué haríamos era divertida hasta que uno ganaba y el otro debía aceptar, a pesar de que no quisiera, lo que se dictara.

—Hey, Dánae, corre —habló al darse cuenta de que me había quedado de brazos cruzados.

—¿Jugaremos fútbol?

Él asintió.

—¿Por qué? —rechisté— ¿Acaso no jugaste lo mismo ayer en casa de Evan?

—Sí, pero no importa —se acercó—. Te encontré y yo decido qué hacer ahora.

—Eres muy molesto —dije siguiéndole el paso hacia el jardín trasero—. ¿Por qué no jugamos a tus videojuegos o escuchamos Green Day?

Adam fue tras el balón de fútbol. Cuando regresó a mí con este en sus manos, suspiró.

—Estoy castigado durante una semana —hizo una mueca—. Mamá descubrió que rompí un cuadro familiar y me quitó todo dispositivo.

Puse los ojos en blanco ante su comentario antes de quitarle el balón de las manos. Él me miró sin esperarse mi acción.

Only As Best Friends ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora