El clima lluvioso en Amwest parecía estar al ritmo de mis sentimientos, lleno de dolor y confusión. El auto de mis padres se detiene, mamá me echa un vistazo desde el asiento del copiloto y me da un sonrisa reconfortante para dejarme saber que entendía por lo que estaba pasando.
Papa baja del auto. Estoy a punto de imitarlo pero mí madre me detiene.
—Estoy contigo, hija. —Aprieta mí mano ligeramente y yo río.
—Que ironía hace unos días me hablabas pestes de el y ahora quieres insinuar entenderme. —Suelto una risa sarcástica.
—Lo que yo dije no tiene nada que ver con el apoyo que te estoy dando, Ava. El no merecía morir y se lo mucho que te importa. —Dice pero yo niego rotundamente. Prefiero bajar del auto evitando una discusión el día del entierro de Ashton.
Acomodo mí vestido negro y mí cabello. Papa abre el paraguas para mí y los tres caminamos hacía el círculo de personas.
Camino lento, no puedo apresurar mi paso más de lo que ya lo estoy intentando. El llegar ahí lo hará todo más real, el ver cómo bajarán la caja de madera y la enterrarán por una eternidad.
La lluvia suena más fuerte con cada paso que doy. Y los relámpagos suenan de fondo.
—Es peligroso —comenta mi padre. Sin embargo, yo no hago el esfuerzo por responder.
Llegó al círculo de personas y los padres de Ashton al verme le hacen una señal al cura para que comience con el monólogo. Los observó de lejos y no se ven devastados, no mandan señal de tristeza alguna. Están con el semblante frío y seco de siempre. Como si no les importara la muerte de su hijo.
Desvió la mirada al pasto verde recién cortado y sin pensarlo quito el gran abrigo que llevaba para quedar solo en el linero vestido.
—Ponte de nuevo el abrigo, Ava —susurra mi mamá a mis espaldas, pero no le hago caso.
No siento frío, no siento calor.
No siento nada.
Clavo la mirada en el cajón de madera, el nudo en mí garganta se siente pesado, mí vista comienza a nublarse y sin darme cuenta las lágrimas resbalan de mis mejillas.
Ashton no está conmigo. El ya no está aquí y temo que jamás volverá.
—No llores, Ava. —La masculina voz de Ashton suena en mí cabeza. —Llorar es para débiles. Debes comprender que eres mejor que un agobiante mar de lágrimas, eres poder, destreza, inteligencia y una prominente sensualidad. —El vivo recuerdo de sus palabras me hace detenerme.
Cuando lloraba frente a Ashton McKlein el se encargaba de recordarme que era una debilidad que otros podrían usar en mí contra y sería una chica patética para los demas. Las lágrimas de detienen.
Leonor me mira y mueve con sutileza su cabeza indicandome que me acerque a ella y al señor McKlein.
Me zafo del agarre de mi madre y rodeó el tumulto de gente. Al llegar junto a ellos Charles me extiende la mano y al tomarla me acerco a ellos. Siento como la señora McKlein pone su mano sobre mi hombro y el señor McKlein hace lo mismo.
Al subir la mirada veo directamente a los ojos de mi madre. Ella y yo somos lo contrario, si les dijera que es mi madre nadie lo creería. Sin embargo, si la gente me ve con la familia McKlein, creerían el cuento de que soy una de ellos.
—Quédate con nosotros, Ava — la dominante voz del señor McKlein produce un escalofrío al hablarme en el oído—. Tú perteneces de este lado.
Lo volteo a ver y me sonríe de una manera cínica.
Regreso la mirada al ataúd y esta vez, en lugar de sentir tristeza, siento poder. Soy el legado de Ashton McKlein, todos se arrodillarán ante mi ahora que el no está.
El cura termina con el monólogo y todos hace un minuto de silencio. En cuanto terminamos Leonor y sus esposo me llevan consigo cerca del ataúd antes de que lo bajen.
Ponemos nuestras manos sobre la madera u me permito cerrar los ojos unos segundos.
—Te amamos, hijo. Siempre te amaremos. —Leonor susurra.
Charles le extiende una ramo de rosas blancas y ella nos entrega a mí y a su esposo una. Los señores McKlein dejan las rosas sobre el ataúd y vuelve atrás dejandome a mí despedirme.
—Te has ido... me has dejado sola, prometiste que nunca me dejarías sola —hago una pequeña pausa y suspiro—. No te preocupes, todo estará bien. Me diste todo lo que alguna vez quise con el alma. Y recuerda que mi corazón siempre latera por tu nombre —dejo la rosa sobre el ataúd y me alejo.
Camino a donde está la familia McKlein y regreso a su lado.
Al bajar el ataúd se escuchan llantos de los otros invitados. Me molesto al escuchar como se lamentan por el. Ninguno lo conocía como yo y ellos lloran, un llanto de hipocresía.
Al terminar todo, la gente comienza a retirarse. Probablemente después de esto irán al cine a disfrutar la vida y a hablar sobre la buena persona que era Ashton. Y mañana agradecerán su muerte.
Yo me quedo ahí aun con sus padres y los míos. Mi madre se acerca a mi y me toma del brazo para atraerme a ella. Intento poner resistencia, pero ella es más fuerte.
Antes de irme, Leonor me alcanza y me entrega un llavero con tres llaves y dice:
—Mi casa ahora es tu casa.
Sonríe y sin darle una mirada o sin pedirle permiso a mis padres, se retiran.
—Tenemos que regresar a casa antes de se ponga peor. —Mi padre indica refiriéndose al clima.
Camino detrás de mis padres, juego con la llave entre mis dedos con más tranquilidad que con la que llegue.
Algo me detiene.
Siento la potente mirada clavada en mi. Mis padres avanzan pero yo me giro buscando de dónde proviene. Clavo mí mirada debajo de un árbol.
Puedo ver un chico vestido de negro con su capucha puesta. Apenas puedo ver mechones de su cabello negro y mojado. El me está mirando, bajo la incesante lluvia alza sus manos hasta su pecho déjandome ver qué lleva entre manos.
El sostiene con firmeza una rosa roja, aprieta sus espinas cómo si no le doliera sostenerla con tanta firmeza. La lleva hasta su nariz y la huele para luego mirarme a mí y darme una sonrisa torcida.
Mí piel se erizo, no por el clima, el me daba mala espina y intentaba asustarme.
—Solo estás siendo paranoica, Ava. —Me digo a mí misma para no ir hasta el y preguntarle qué diablos intenta hacer lo cual me repito que es estúpido ya que estamos en un cementerio y hay probabilidad de que vino a visitar a alguien.
El fuerte sonido de un trueno me dar un pequeño salto.
—¡¿Ava, que haces ahí?! ¡Entra al auto o vas a enfermarte!. —Mi padre grita desde el auto.
Puedo sentir el cambio de barrio cuando comenzamos a caer en baches. El pavimento está completamente gastado y las casas comienzan a verse cada vez más viejas.
Llegamos a la pequeña casa de la calle 17 que da con esquina de la 15 y nos bajamos. Sin decir una sola palabra entro a la casa y subo a mi habitación.
Comienzo a retirar el mojado vestido y me meto al baño compartido del pasillo. Al cerrar los ojos por el agua que comienza a caer por mi espalda veo a Ashton sonriendo. Luego lo veo serio y comienzan a pasar varios recuerdos de el a mi lado. Algunos sin ropa y otros en donde se encuentra cubierto de ropa. Recuerdo como jugaba con los lunares cuando me recargaba sobre su pecho desnudo después de estar juntos.
Salgo del baño y al entrar a mi cuarto para ponerme ropa cómoda encuentro una hoja doblada sobre mi cama y sobre ella una rosa negra. Flores raras, flores que Ashton encontraba hermosas.
Me acerco a la carta y al abrirla veo la tinta negro y letras en itálicas.
“El que habita al abrigo del altísimo morará bajo la sombra del omnipotente
Salmos 91:1 “
Huelo la rosa y suspiro.
Me acerco a mí ventana y verifico que esté completamente cerrada, alguien entro a mí habitación y dejó esto aquí pero no sé quién fue.
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The Shade
Mystery / ThrillerUn pueblo consumido en niebla, oscuridad y dolor. Aquello que nunca sucedia estaba pasando sin explicaciones, El pequeño pueblo de Amwest debía de saberlo, debían de entender el significado de cada palabra, cada sentimiento y más cuando las personas...