La arquitectura gótica de la mansión se encontraba notablemente alejada de las demás propiedades que resguardaban el centro del país. Aquella mansión parecía estar oculta y distanciada de cualquier grupo de humanos que quisiera irrumpir la tranquilidad de la casa. Estaba instalada en la profundidad verdosa del bosque y rodeada de arboledas de tonalidades oscuras. El aura que irradiaba no solo era intimidante, era fría y siniestra. Ni siquiera los pájaros querían volar cerca de la estructura. Los jardines de rosas marchitas alrededor solo parecían contribuir a su soledad, como también representar la muerte y sequía de su cercanía.
Anthony caminó somnoliento por el largo pasillo del corredor. Su camisa abierta mostraba lo terso y suave de su pecho y vientre. Su piel pálida como papel parecía opaca, insana. Pero él no le prestaba verdadera atención de esos detalles ya que, de alguna forma, se había acostumbrado a mirarse al espejo y a entender en lo que se había convertido. Un recipiente de sangre.
El joven hombre se adentró hacia la espaciosa cocina, la cual parecía estar igual de decorada que el resto de la antigua estructura. Vajilla de porcelana y accesorios de oro reluciente, todo brillaba por lo costoso y antiguo que lucía. Sin embargo, el personal de limpieza se retiraba desde el mediodía hasta las cuatro de la tarde porque conocían el protocolo: Dejar a sus amos solos para que se tomaran su tiempo en su acostumbrado ritual.
Cuando el rubio terminó de prepararse una taza de café amargo, sus pupilas rojizas se enfocaron en su pocillo de porcelana antes de tomar asiento alrededor de la mesa redonda que estaba frente al horno. Rodeó la taza con ambas manos, apreció el color de su propia piel pálida, lo largo de sus delgados dedos y la extensión de sus garras de bestia. No creía seguir perteneciendo a la raza humana desde hace unos meses. Todos los días parecían grises y predecibles, la desesperanza era el pan de cada día. Y aunque aún poseía algunos rasgos humanos, como su cabello alborotado y rubio de tonalidades claras y oscuras, su piel se había tornado blanca y helada y las pupilas de sus ojos se había vuelto del color de la sangre, sin mencionar que su ojo derecho se había inyectado en negro por dentro de todo su globo ocular. Suspiró un poco cansado luego de recordar su nueva apariencia, similar a la de un demonio del inframundo.
Maldijo un poco el día en que se adentró a ese bosque y se encontró con Alastor, una subespecie real de la rama de los quirópteros. Y aunque su forma de bestia no era precisamente elegante como la de un murciélago, aun se veía majestuoso al relucir sus grandes cuernos y estructura de monstruo, como se si tratara de uno de esos viejos wendigos de las tan nombradas leyendas de los pueblos.
Se cubrió el rostro entre sus manos al entender que estaba pensando en Alastor como un ser elegante y atractivo. Debía ser el único hombre en todo el mundo que consideraba a un despiadado asesino de esa manera. Se nutría de la sangre de hembras humanas hasta dejarlas secas y no temía devorarlas. La palabra era "elegante", tendría que ser atroz, despiadado o calculador. Anthony no recordaba el momento exacto en el que había caído por él, pero definitivamente lo había hecho ya que no le podría permitir a otra persona encargarse de su cuerpo en un ritual tan visceral como el que realizaban casi a diario.
Unas débiles sombras se esparcieron por los suelos de la cocina. Parecían tener forma humanoide, cargaban con amplias sonrisas de burla y emitían pequeñas risas agudas. Pero no causaron demasiado alboroto, se difuminaron en pocos segundos al momento que Anthony descubrió su rostro y observó a Alastor en el marco de la cocina.
Su traje elegante de colores oscuros era llamativo, se ajustaba bien a su cuerpo al igual que cada brillante accesorio que rodeaba su delgada anatomía. Su abismal sonrisa decoraba su rostro, sus ojos rojos inyectados en sangre contemplaban al rubio con precisión, cuidado. Estaba acechando a una presa y sentía que se le estaba haciendo agua a la boca.
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Halloweenie ⋆ RadioDust ⋆
Fiksi PenggemarEn el primer día de Halloween, mi enemigo y yo tuvimos un duelo a la luz de la luna. ¡Carne entre mis dientes! En el segundo día de Halloween, encontré un barril con ácido. Deletreé mi nombre con huesos de dedos. En el tercer día de Halloween, le pr...