CAPÍTULO 7

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Estaba corriendo antes de llegar a los árboles, dejando a mis espaldas la camiseta y los pantalones junto con las deportivas como si fueran simples migajas de pan, igual que si las necesitara como en el cuento infantil que me contaba mi madre antes de ir a dormir. Ya me resultaba muy sencillo cambiar mi aspecto de chica silenciosa y reservada a la de una enorme bestia. No tenía que pensar en perder a mis amigos porque mi organismo, mi mente ya sabía lo que quería y me concedía lo que necesitaba antes de pedírselo. Cambiar de forma, adoptar mi forma lobuna apenas me incomodaba; ya no sentía dolor al sentir mis músculos tensarse, en mis huesos agrandarse o sentir como el corazón se me oprimía. Ya tenía mis cuatro patas peludas y estaba corriendo sin rumbo fijo por las inmensidades del bosque.

Estaba convencida de que podría correr de esa forma varios días, sin cansarme y sin parar. Pero no estaba sola en el bosque.

¡Magena! Me estoy cansado de este comportamiento tan infantil ―pensó Anahu en su forma lupina.

Le gruñí pero no pensé nada en concreto.

Podía ver y sentir a través de sus ojos. Se encontraba muy al sur, casi en Texas pero se había dado cuenta a dónde tenía intención de ir y dio media vuelta para reunirse conmigo. Aceleré el paso aún más. No iba a dejar que me pillase y mucho menos que me mandase para casa. 

Espéranos ―pensó Nils, angustiado.

Yo también estoy muy preocupado por Benji. ¡Hace cuatro días desde que se fue! ―me dijo Spencer.

Y justo cuando mi conexión con Spencer se esfumaba apareció otra nueva persona.

Que se vaya... Él sabrá lo que hace―sugirió la loba.

¡Ya basta! ―ordenó el líder.

Y fue entonces cuando mi conexión con la manada desapareció.

Podía escuchar el leve crujido de las hojas bajo mis peludas patas. Escuchaba tan solo eso, nada más. Solo sentía la velocidad chocan contra mi enorme cabezón, sentía mis músculos tensarse y destensarse a medida que iba acelerando el paso, mi respiración regular mientras notaba como por fin había conseguido la privacidad que anhelaba.

El silencio inescrutable de mi mente permanecía, en aquellos momentos tan solo me interesaba estar tranquila, a mis aires y volver cuando me apeteciera. Moví las patas con más rapidez, corriendo al máximo, ya estaba casi en Kansas y podría empezar a buscar al lobo que había decidido tomarse unas vacaciones sabáticas.

Llevaba un buen rato corriendo y, aunque por aquel momento no estaba cansada decidí ir al trote. A penas era el medio día y ya me encontraba muy confusa. ¿Qué era lo correcto? ¿Debía buscar a Ben y quedarme con él? ¿Vigilarlo desde la distancia? ¿Arrastrarlo de nuevo hacia la manda donde Shasta le restregaría todo el tiempo lo suyo con el idiota de Dave? ¿Por dónde se suponía que tenía que empezar a buscar? Nunca había estado en Kansas y no sabía nada de aquel estado. ¿Habría ido más arriba? ¿Nebraska? ¿Iowa? ¿Y si había ido a Luisiana y tenía que bajar? ¿Texas? ¿Nevada? ¿Maine? Todo eran preguntas sin respuesta.

Ben podía estar en cualquier lado. En su forma lobuna apenas nos cansábamos por correr y después de cuatro días... ¡A saber! O quizá me estaba haciendo todo el lío y estaba más cerca de lo que pensaba.

«Piensa como si fueras un lobo. » Me dije a mí misma. «Ya eres un lobo. Utiliza el maldito olfato, palurda. »

Olisqueé en busca de su fragancia. Percibí muchos olores pero ninguno que se asemejase a Ben. Arrimé más el morro a suelo y continué por un buen rato. Por momentos pensaba que iba a ser imposible pero luego me recordaba a mí misma que podía con aquello, tenía que hacerlo.

SANGRE DE LA LUNADonde viven las historias. Descúbrelo ahora