Capítulo uno: Dark

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CAPITULO UNO: DARK

Amber.

Si pudiera decirte que lo mejor de ser la recién llegada a un pueblo ubicado prácticamente en la mitad de la nada sería conocer cosas nuevas, pues, te estaría mintiendo.

Llegué con la esperanza de que sería un lugar soleado y resplandeciente, acompañado de un calor infernal, pero no, para mi sorpresa, las nubes se encontraban grises y se aproximaba una tormenta que me iba a empapar hasta los lentes de sol que no sé para qué traía puestos.

Para ser sincera, llegar a vivir a un sitio sin averiguar cómo era o que pensaba hacer ahí, no había sido muy inteligente de mi parte.

Pero, ¿qué puedes esperar de mí? Vine sólo porque su nombre llamo mi atención.

Heyland. Un nombre interesante para lo que parece ser un pueblo aburrido.

La gente me observaba de reojo con miedo y de un modo u otro huía de mí. Era bastante extraño, pero claramente yo notaba como ninguno se sentaba cerca de mí, y como una señora sostenía el brazo de su hija, quien al parecer, era la única no me observaba con miedo sino por lo que parecía, curiosidad. Sabía que había un lugar en el pueblo donde quedarme porque mientras me encontraba siendo el foco de atención para la gente que me observaba cual bicho raro en el tren, yo me hallaba buscando un hospedaje por internet.

No era lo recomendado, pero era lo que podía hacer porque nadie quiso hablarme y de verdad lo necesitaba.

Búsqueda que me hubiera ayudado mucho donde hubiera más información del pueblo y el mapa en mi teléfono me mostrara como llegar al maldito sitio.

Pero para mi desgracia o quizá, a favor de mi mala suerte, no solo la gente del tren se comportaba así de extraña respecto a mí. Bajar a la estación de trenes fue tan igual como estar dentro del mismo.

Sí, también me miraron asustados. Y sí, ya estaba comenzando a irritarme un poco aquello. Entonces la idea de acercarme a uno de ellos para preguntar por un sitio, traía consigo que alguien me ignorara libremente o incluso que se comportara grosero conmigo.

Y pues, no tengo boca para quedarme callada, no señor.

Posiblemente, como suelo causar, tengo aspecto de niña ilusa en potencia.

Es que, imagíname así: llega una rubia al lugar, baja del tren con sus tres maletas de ruedas, unos lentes de sol y ropa veraniega. Oh, y para remate sonriendo a lo Hannah Montana: la película. ¿Interesante? No. ¿Ridículo? Seguramente. ¿Estoy hablando demasiado? Es lo más seguro.

Agreguemos los relámpagos al fondo como idea dramática para poner en contexto la tormenta que se avecina.

Ten presente, por favor, que divago mucho, por si no lo has notado.

Y si lo notaste y te irrita, me importa un comino, es mi historia, ¿ok? Y la cuento como quiera.

¿Sabes que sucede también? Que su lado me veo como un bendito arcoíris. Mientras que yo parezco vomito de unicornio, aquellos a mi alrededor tienen un aire triste, casi fúnebre.

Saliendo de aquel lugar me encamino por la fría calle en un intento de conseguir un auto o una persona que no se comporte tan extraño para que logre llevarme.

Como dije antes, no fue muy inteligente de mi parte venir sin preparar siquiera donde iba a quedarme, solo me aseguré de traer el dinero suficiente como para sobrevivir unos meses. De igual modo, a mamá no iba a importarle cuanto llegue a gastar con tal de que me mantenga lejos de ella.

HeylandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora