Daniela.
10:45 am. Siempre admiraría su puntualidad, hoy era uno de esos días en dónde llegaba antes que alguno de sus dos jefes y tenía que esperarlos afuera, recargada en uno de esos muros color blanco que sostienen la segunda planta de la plaza comercial. Sus cabellos oscuros cayendo sobre su rostro, sabía que en cualquier momento usaría su mano derecha para acomodar su típico mechón rebelde detrás de la oreja y dejar al descubierto la parte baja del cabello color platinada. Mantenía siempre la mirada en su teléfono celular, de vez en cuando volteando hacia la dirección por dónde llegaba en la espera de los encargados de aquella sucursal. Pocas veces cruzaba miradas conmigo, y cuando lo hacía la apartaba al instante. -Suspiré - No sabía cuándo sería el día en que me animaría a acercarme y hablarle, me aterraba la idea de ser cruelmente rechazada.
Fue a finales de agosto del 2019 cuando la vi por primera vez, llegó 12:00 PM, y deduje que abusó de la puntualidad cuando observé como Ernesto, anterior sub encargado de la librería, la mantenía sentada en una silla dentro de la zona de caja. Fue un flechazo inmediato, jamás había visto un rostro tan perfecto y unos ojos verdes tan hipnotizantes.
Amaba verla trabajar, tan concentrada en los libros, con el paso de los meses me dí cuenta de que su especialidad eran los libros románticos juveniles ya que era donde pasaba el mayor tiempo, le gustaba hacer mesas, en especial la primera donde se encontraban las novedades. Me encantaba ver cómo deshacía los libreros a su antojo para después pasar horas sentada en una sillita infantil leyendo el reverso y clasificando cada libro.
Yo podría pasar horas con mi atención puesta detrás de aquellos ventanales de cristal buscándola con la mirada.
Los lunes podía verla por fuera, era el día en que le tocaba hacer el aseo del local y por cinco minutos lograba verla de espaldas y un poco de cerca.
Veía como los nuevos integrantes a su equipo de trabajo cambiaban constantemente, y a decir verdad, me aterraba que en algún momento ella dejara de asistir, pero tal parece que era demasiado buena en lo que hace, pues ella, junto al tipo alto y moreno, que ahora era el sub encargado, eran los únicos que permanecían intactos.
Jamás me animaba a entrar, amo los libros, pero parecía que la sola idea de entrar y tener la posibilidad de cruzar algunas palabras con ella me aterraba. Sabía de ante mano que me pondría muy nerviosa y es posible que solo por permanecer cerca de ella algunos minutos, la haría traer muchísimos libros que al final no compraría.
Tenía una fama un poco peculiar, sabía que era amable, pero he escuchado a algunos clientes quejarse de su mala cara, lo cual no tendría algún sentido, ya que no hubiese durado trabajando tanto tiempo ahí.
Durante el tiempo que yo tenía trajando en el local frente a la librería, jamás había visto a alguien que luciera tan bien aquel uniforme formal, el pantalón oscuro a la medida abrazaba perfectamente bien sus piernas, los zapatos, nadie que usará ese estilo de zapatos los lucía tan bien, la blusa color azul cielo cubría sus brazos, el chaleco negro ajustado mostraba una figura de su cintura que me hacía soltar suspiros. Mantenía un porte tan elegante, su rostro muy pocas veces mostraba una ligera sonrisa blanca, extrañaba ver esos hoyuelos en sus mejillas, su seriedad me tenía cautiva.
—Ya deberías hablarle, Mónica dice que es muy seria y se le dificulta interactuar con la gente, pero cuando toma confianza suele hacer bromas.
Carlos, mi compañero, se había dado cuenta de como la miraba desde el día uno, y constantemente me molestaba con ello, o trataba de animarme para acercarme y hablar con ella.
—No sé nada de ella, Carlos. Tal vez ni siquiera le gustan las chicas.
—Su nombre es María José pero prefiere que le digan Poché, tiene 24 años, ama las comedias románticas, sigue incondicionalmente a una pareja de youtubers, se ha leído más de cinco veces su novela y es fiel lectora de fanfics en Wattpad. Ah y está libre de compromisos.
