Contexto: entre el capítulo 5 y 6 de "Greenwood", cuando Harry y Esme quedan a las 12 de la noche para ir al bosque.
«Esta noche a las doce en punto estaremos aquí».
La frase de Harry se repetía una y otra vez en mi cabeza. Cogí las botas y bajé las escaleras de puntillas, con cuidado de no hacer ruido. Revisé que lo llevaba todo en mi mochila, aunque no fuera mucho; una linterna, las llaves de casa y...
Algo me rozó la pantorrilla y di un respingo.
—Salem —dije al ver una mancha blanca en la frente y unos ojos que brillaban en la oscuridad—. No vuelvas a asustarme así.
El gato se sentó y me miró a la vez que pasaba la lengua por los bigotes y comenzaba a acicalarse. Volví mi atención a la mochila para terminar que comprobarlo todo y me di cuenta de que no llevaba el libro que había comprado en Portland. Me lo había dejado en el escritorio. Subí las escaleras de puntillas, de nuevo, y me escurrí en mi cuarto. Cogí el libro y volví a abrirlo para revisar si todas aquellas palabras podían darme alguna pista para esa noche, con cuidado de que no se me cayeran todos los papeles anexos escondidos entre las páginas...
—¿Qué estás haciendo?
El libro saltó de mis manos con todos los papeles pese a mis esfuerzos y cayó al suelo. Thomas estaba en la puerta, con los ojos medio abiertos y cara de sueño.
—¡Sshht! —me llevé el dedo a los labios— ¡Vas a despertar a mamá!
—Quien la va a despertar eres tú. Pareces un elefante en una estampida —puse los ojos en blanco y me arrodillé para recoger todo ese desastre. El tiempo se me estaba echando encima—. ¿Qué estás haciendo?
—Nada —apreté los dientes—, pero mamá no puede enterarse de esto.
—Entonces, estás haciendo algo que no deberías.
—No —me frené y cerré los ojos con un suspiro—. Bueno, no exactamente. No estoy haciendo nada malo. Solo es... algo mío, ¿vale? No te vayas de la lengua, por favor.
Thomas alargó la mano con una sonrisa y miré el techo con resignación. Cogí un billete de diez dólares de mi monedero y se lo tendí.
—Siempre es un placer hacer tratos contigo.
Faltaban quince minutos para las doce. Harry y yo habíamos acordado encontrarnos al final de la calle.
«Esta noche a las doce en punto estaremos aquí».
Se me hacía extraño que alguien me incluyera en algún plan. Nunca me había pasado en Charleston, salvo cuando tenía seis años y jugaba con las amigas del colegio en el parque que quedaba cerca de la playa, a dos minutos de mi casa. Harry y yo no habíamos comenzado con buen pie, pero esas palabras significaban más de lo que él jamás podría imaginar. Alguien contaba conmigo. Además, Nora y Minerva me trataban muy bien. Me lo pasaba bien con ellas. Quizás podía encontrar mi lugar en Greenwood, pero no quería hacerme ilusiones. Siempre que me las había hecho, había acabado rompiéndome en mil pedazos al chocar contra la realidad.
Harry todavía no había llegado y miré al final de la calle mientras me apoyaba en la farola. El suelo estaba húmedo, algo a lo que ya me estaba acostumbrando, y la niebla se dejaba entrever en la oscuridad cuando pasaba por la cortina de luz.
—Esme —di el tercer respingo de la noche y Harry dio un paso atrás—. Lo siento, no quería asustarte.
—Eres muy sigiloso —intenté quitarle importancia al reír.
—Eso es bueno para resolver un misterio, ¿no?
Asentí con una sonrisa y nos fuimos rumbo al bosque.
Por fin formaba parte de algo.
Cortito, pero especial ♡
Próximo relato: 18 de noviembre
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«Greenwood» RELATOS
Novela JuvenilRelatos ambientados en el mundo de Greenwood, durante o posteriores a «Greenwood» y «La maldición de la princesa», sin orden cronológico. Libros publicados por Oz Editorial. NO LEAS ESTOS RELATOS SI NO LAS LEÍDO LA SAGA GREENWOOD. PUEDEN ESTAR LLENO...