8

163 22 15
                                    

     Me puse en pie como pude en cuanto Ulises fue por Noah. Deseaba que Molly se hubiera encargado de hacer salir a Stearling de la casa.

      La pobre se quedó aterrorizada en cuanto vio a Ulises. Por fortuna tenía unas cuantas bolsas en las manos. Así podría exculparla.

— Vete a la puta cocina, criada de mierda.

     Le lancé una mirada suplicante y seguí renqueante a mi marido.

     Ulises cruzó el amplio salón con grandes zancadas y abrió las puertas de cristales.

— ¿Qué demonios significa esto, Noah Tautópolis?

     Mi hija, que volvía a estar con sus libros cerca del chico en cuyos hombros descansaba la toalla, levantó los ojos de golpe y perdió el color.

— Pa... Dre... Padre...

— ¿Quién es tu amigo? — Preguntó con falsa educación. Mi hija me miró y pareció darse cuenta de lo que había ocurrido—. ¡Te estoy hablando!

— Es Stearling West. Va conmigo a la Manor. Estamos en la misma clase. Stearling, te presento a mi padre, el Fiscal General del Estado, Ulises Tautópolis.

     El muchacho se levantó ofreciendo la mano que quedó colgada. Mi marido lo miró con asco y se centró otra vez en nuestra hija.

— Despídete de tu "amigo". Esto es un hogar decente.

— Padre...— fue a rebatirle pero se contuvo al ver mi gesto de dolor—. Te acompaño a...

— Sal por allí— le indicó la puerta de servicio—. Vuelve a tu sitio y no regreses nunca más o te las verás conmigo.

     Stearling le retó dándole un beso en la frente a Noah mientras lo miraba a los ojos. Recogió sus cosas y se dirigió a la puerta principal.

— Te veo en clases, fresita.

— Vete a tu cuarto— le dije a mi hija antes de que su padre le hiciera nada.

     Recibí la segunda paliza en el jardín cuando nos quedamos a solas. Ulises me sujetó con rabia por la garganta y estrelló el lateral de mi cabeza contra la mesa de mimbre.

— ¡Quédate con Noah! — Le pedí a Molly quien corría en mi rescate.

— ¡Déjela, señor! La...

— ¡VETE CON LA ZORRA DE MI HIJA! —Gritó él haciendo que la mujer saliera corriendo aterrada—. Y tú... Vas a aprender a respetarme...

— ¿Me vas a matar como hiciste que mataran a Sweet Muscle? Sigue vivo, ¿lo sabías?

— ¿Qué coño has dicho? — Me miró casi con temor—. Vuelve a nombrar a ese marginal y mando a Noah al puto infierno con ese cabrón.

     Había amenazado de nuevo a nuestra hija, pero al menos la mención al motero que había sido mi amor detuvo en seco la agresión.

     En cuanto me quedé sola me eché a llorar en silencio. Estaba harta de vivir. Comenzaba a pensar que mi hija, que ya tenía dieciocho años, debía vivir su vida por su cuenta.

     Pero... ¿De verdad podría dejarla sola por cobardía?

     En cuanto Noah acabara sus estudios en la Manor Orange se iría a estudiar a Cambridge, estaría lejos de todo esto y yo podría acabar con todo. Ella se quedaría allí con Stearling y vivirían juntos.

     Tenía que aguantar un poco más por mi niña.


Michael:

     Aunque ya habían expulsado a Hiena, Coyote aún seguía con los Bombers. El que fuera hijo de mi padre, y su vicepresidente, le ayudaba a lidiar con sus más acérrimos detractores que eran Bear, Sniffer y Coin.

     Mientras contara con el apoyo de Black Timberwolf nadie se atrevería a toserle por respeto a él.

     Yo, sin embargo, seguía instalado en mi venganza. Quería hacerle pagar por todo cuanto le hizo a mi familia.

     Y, con ese pensamiento me convertí en su sombra.

     Le había seguido en coche hasta la casa de Channel. Ella le abrió ataviada con un ligero albornoz, debajo solo llevaba un tanga. Channel se lanzó a sus brazos y se devoraron. Coyote la impulsó hacia arriba y ella enroscó sus piernas en las caderas de mi maldito gemelo. Volvieron a besarse después de que la mujer lo abofeteara y le tirara del cabello dándole alguna de esas estúpidas órdenes. 

     Bajé del coche con los prismáticos y el rifle en cuanto cerraron la puerta. Me instalé en un sitio estratégico a observarles esperando el momento preciso.

     Channel se bajó de Coyote y le dio un ligero empujón. Él se dejó caer en el sofá. Ella abrió el albornoz de seda dejando al aire sus redondeadas tetas.

     Coyote le sonrió y atrapó al vuelo el pezón a tiempo que la sentaba a horcajadas sobre él. Ella echó la cabeza hacia atrás arqueando la espalda para darle mayor acceso a sus tetas.

     Yo cargué el arma y apunté.

— ¿Quieres saber lo que se siente cuando tienes en tus manos la salvación de dos vidas? —. Pregunté a la nada.

     Le quité el seguro y comencé a apretar el gatillo.

     Tres... Dos... Uno.

     Como si me presintiera, Coyote abrazó con fuerza a su puta y juntos rodaron hasta quedar fuera de mi vista.

      Salí corriendo antes de que me descubriera y me monté en el coche. Enfilé la calle a toda velocidad y me incorporé a la autopista cuando Steelo me llamó.

— Colega, ¿te pillo liado?

— Voy para la sede. 

— Te veo allí. Necesito pedirte algo...

     En cuanto colgué descargué una serie de rabiosos puñetazos contra el volante. Sabía que la puta buena suerte no le duraría eternamente a mi maldito gemelo. Era cuestión de tiempo.


     Steelo y yo nos reunimos en las canchas de la zona en la que él vivía con Amanda. Estaba furioso.

— ¿Te han jodido el plan? — Me burlé.

— ¿Te suena el nombre de Ulises Tautópolis?

— Sí, pero no recuerdo de qué... ¿Problemas?

— Es el padre de Noah. Me juego las putas pelotas y no las pierdo a que le da palizas a la mujer.

— Le vigilaremos, entonces. En cuanto sepa algo... ¿Qué...? — Lo miré cuando su cálida mano se enroscó en mi muñeca.

— No te metas en mierdas de las que seguramente...

— No te metas tú en mis mierdas, prospect... Averiguaré todo cuanto pueda sobre ese chupapollas y te avisaré. No te metas en movidas raras.


     Llegué, finalmente al club tras dar varias vueltas en un loco intento de calmarme. Me costaba mucho trabajo tenerlo cerca sin arrancarle el corazón.

     Aparqué y la emprendí a golpes contra el duro capó de mi coche.


— Mickey... Mickey... Tranquilo. Estoy aquí, hijo mío— habló mi padre abrazándome por la espalda en un acto más que temerario teniendo en cuenta mi estado de ánimo.

— ¿Cómo coño le sigues defendiendo? — Me di la vuelta y lo encaré. Por detrás de él Coin, Sniffer, Bear y Moose estaban muy atentos a nosotros—. ¿Cómo puedes estar tan ciego? ¡Las mató a las dos!

— Mírame, hijo. En ocasiones las cosas no...

— ¡ESTÁN MUERTAS, JODER!

— ¿Qué dedo de la mano me corto que...?

— ¡CÓRTATE LA MALDITA MANO Y ASÍ NO TE DUELE NINGUNO! ¡ÉSE CABRÓN ESTÁ MUERTO!

Mommy's little manDonde viven las historias. Descúbrelo ahora