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Michael:

     Deposité un suave beso en la espalda a la dueña de mis pelotas y me levanté evitando hacer el máximo ruido posible. Caroline se acurrucó con la cabeza sobre mi almohada. Me puse unos amplios pantalones de deporte sin camiseta y bajé al despacho que tenía en la planta inferior.

     Antes de ponerme a investigar fui a la cocina y pillé una bebida energética. Me faltaban meses para los veinticinco, pero necesitaba estar full power para lo que me pudiera encontrar. 

     Saqué los documentos que había ido recolectando y que guardaba en la caja fuerte de suelo que tenía tras la pesada estantería con mis libros y me encaminé al despacho. Como siempre, evité las ventanas. Hacía mucho que había aprendido el peligro que se corría delante de una. Y, aunque las de mi casa eran blindadas, decidí no tentar a la suerte. Los hermanos ya conocían mi relación con Caroline, así que era tiempo que los enemigos también lo supieran. Entré en el ordenador que tenía solo para trabajos del club y busqué los archivos que pudieran quedar sobre Sweet. Apenas había nada. Me puse las gafas de lectura y abrí la primera carpeta. Había un montón de números totalmente incomprensibles. La dejé a un lado. Miré en la caja en la que estaban los dossiers y encontré un cuaderno. Me quedé de piedra al descubrir que era el diario de Sweet Muscle. Tenía absolutamente todo confinado ahí. El problema es que no tenía huevos para comprender lo que había escrito. Probé con un espejo sin suerte. Las letras no estaban colocadas en orden.

— ¿Ocurre algo? — Preguntó el jefe tras responder la llamada.

— Tengo aquí varios documentos de Sweet— informé—. También hay un diario en el que apuntaba cosas, pero no lo entiendo. La abuela me contó una vez que vosotros hablabais en un idioma secreto. ¿Podrías echarme una mano?

— Las palabras están en el orden correcto, pero las letras seguramente esté cambiadas de sitio. Así era como hablábamos cuando éramos niños.

— Entonces...

— Seguramente haya escrito palabra como "arbalap". Prueba con eso. Si sigue sin tener sentido mándame el diario.

— De acuerdo. Te mantendré informado.

     Probé al estilo de mi padre y, aunque al principio dio resultado pasado un tiempo me había vuelto a quedar atascado. El diario se había seguido llevando tras la muerte de Sweet. Lo que significaba que uno de mis contactos conocía la gravedad del asunto y trató de hacérmelo saber por si le quitaban también del medio.

— Necesito que nos veamos.

— ¿Te has metido un gramo o algo así? Ni de puta coña.

— Colega...

— Me estoy jugando el maldito cuello, Bomber. No hay garantías de que esto salga bien.

— Estoy cerca de descifrarlo, joder... Creo que tú tienes la clave aunque aún no lo sepas. Dime un puto lugar. Te juro que no te pondré en peligro. 

— Escúchame bien, Bomber. Los tuyos ya me han jodido más de lo que me podían joder. ¿Por qué coño tendría que ayudaros?

— Pues porque esto no va de territorios. La mierda es demasiado grave como para que nosotros solos lo solucionemos. No te pido que los tuyos hagan algo. Solo te estoy pidiendo vernos.

     Al otro lado de la línea del teléfono se oyó el fuerte suspiro y supe que lo tenía casi convencido. Debíamos vernos esta noche sin más dilación.

— Dime solo que no has cometido la estupidez de llamarme con algún terminal de tu casa o de tu club...

— Te estoy llamando con el que me hiciste llegar. Al número que me indicaste que debía llamar.

— De acuerdo, Bomber. Éstas son mis reglas. Ven solo, sin nadie. No le cuentes nada a nadie. Y ven sin armas. Si no cumples algo de lo que te digo se rompe por completo la jodida colaboración. No voy a seguir jugándome el cuello por ti.

— Confiaré en ti. Dime dónde.

— En territorio neutral. Estoy a una hora y media de ti.

— Nos vemos.

— Que no tenga que arrepentirme...


     Conduje hasta la dirección que me había mandado por GPS en los límites del estado. El corazón me latía a mil. Sabía, de antemano, que él tenía la sartén por el mango. Pero, había puesto sus reglas y debía cumplirlas. Había una gran posibilidad de que se tratara de una emboscada. Con todo y con eso, tenía que arriesgarme.

— Hola, Bomber— dijo Coyote y salió de su escondite.

    Mi primer impulso fue atacarlo, pero él estaba jugando a dos bandas y era mi contacto más importante.

— En el diario había una parte incomprensible...

— Sí. Es la ubicación del negocio. Sweet descubrió que iban a establecer una ruta no solo de tráfico de drogas. También iban a hacerlo con armas. Ulises Tautópolis era el contacto político. Hiena sería el que movería la mercancía. Por encima de él hay alguien más que supervisa la operación, pero no me queda claro de quién se trata.

— Entonces, ¿qué coño es lo que tienes para mí?

— Tengo a los vendedores. Son un Mc de Irlanda.

— Y ahí es donde entra el contacto político...

— Necesitan que relajen las medidas en las aduanas. Michael esto es jodidamente peligroso. Hiena empieza a desconfiar de mí. Van por Timber y lo primero es quitar del medio a Steelo.

— Tenemos que darnos prisa...

— Habla con los tuyos y que redoblen la vigilancia. Noah es el objetivo.

— ¿Cómo lo sabes?

— Me lo ha dicho Channel. 

— Tengo que regresar.

     Mi gemelo se me acercó y me dio un fuerte abrazo.

— Kate iba a venderos. Estaba liada con Hiena.

Mommy's little manDonde viven las historias. Descúbrelo ahora