❥ ❛❛Imaginación, humanidad y una posibilidad❛❛

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Mi cerebro está confundido

Tú puedes ser mi Alicia y yo tu sombrero loco

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Los pasos se detuvieron su cuerpo siendo depositado con suavidad en una silla

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Los pasos se detuvieron su cuerpo siendo depositado con suavidad en una silla. La casa se veía más grande por dentro de lo que se veía por fuera. Las paredes amarillentas cubiertas con papel tapiz de rayas. Los cuadros de conejos blancos de ojos rojos. Y la mesa llena de tazas de té y comidas que en su vida había visto.

Lejos de la comida o la casa había algo que se respiraba en el ambiente que le daba desconfianza. La sensación de ser vigilado, pero a pesar de mirar discretamente no podía encontrar al emisor de la sensación. El sonido del té siendo servido en la taza y de esta siendo colocada frente suyo le hizo mirar nuevamente al hombre.

La brillante sonrisa y los rizos cayendo por su frente dándole un aspecto cálido.

— La última vez que estuviste aquí eras más pequeño... Pero aún así sigues igual de hermoso —la forma tan familiar de dirigirse a él, el calor en el tono. Era algo que solo había obtenido de sus padres.

— Señor... —los movimientos de sus manos buscando tomar una galleta se detuvieron, pareció una eternidad pero solo fueron unos segundos en los que la mirada se volvió hacia él— ¿Cómo se llama?

Una risa, una melodiosa y burbujeante risa cubrió el salón. Las manos volaron hacia las galletas en forma de mariposa cubiertas con glaseado rojo y negro.

— Sabía que tenías una memoria mala mi querubín, pero estoy algo herido que no recuerdes mi nombre —las palabras salían con una burla exteriorizada y una verdad escondida.

— Mis disculpas...

— Oh, no te disculpes. A pesar de que no es la primera vez que nos vemos me presentaré adecuadamente —dando un paso atrás, dobló su abdomen formando una pequeña reverencia mientras se quitaba el sombrero—. Mi nombre es Aristóteles, cariño. Pero puedes decirme Aris.

Sabiendo su nombre y teniendo una ligera calidez al sentir el dorso de su mano siendo besado por el hombre, se bajó de un salto de la silla para imitar su acción.

— Es un placer señor Aristóteles, mi nombre es... —una mueca y la mano enguantada posándose levemente contra sus labios le detuvieron.

— Querubín sé cómo te llamas. No es necesario que me lo recuerdes. Es imposible olvidarse de ti.

Queriendo seguir preguntado abrió nuevamente la boca, siendo el sonido de un crujido de madera podrida lo que en su lugar lleno el aire. La puerta que daba a una dirección desconocida estaba ligeramente abierta, dentro solo logrando que la oscuridad abarcará la visión.

ᴍᴀᴅ ʜᴀᴛᴛᴇʀ ❥ ᴀʀɪsᴛᴇᴍᴏ [ᴛʜʀᴇᴇ sʜᴏᴛ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora