Capítulo 04

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Kimetsu No Yaiba
"Dolor"

—¡No te metas en esto! —ordenó paralizando a su hijo menor.

—No se preocupe por mí. Rengoku-sama es habitualmente un impertinente y bocón cuando se deja llevar —comentó divertida.

Luego, sin darle pie a que reaccione, subió la mano libre y le golpeó la nuca dejándolo caer sobre sus pies.

La comisura de los labios de Keitaro se curvó antes de hacer un ademán para pedirle al menor que se acerque, por lo que, Senjuro Rengoku, temeroso empezó a caminar hacia los dos mayores.

—Me quedaré hasta que despierte —declaró movimiento hábilmente su muñeca rota antes de sentirse agradecida.

"Hace tiempo que no quebraban mis huesos, Rengoku-sama."

—¿Me indica la habitación de Rengoku-sama, Senjuro-kun? —musitó siendo amable cargando el cuerpo del mayor.

—Sí —balbuceó señalando el extenso pasillo.

🩸🩸🩸🩸

Senjuro observó con admiración a Keitaro que, puede asegurar, tiene la misma edad que su hermano mayor, Kyojuro.

La mirada dorada del menor recorre con curiosidad cada facción del chico, incluso su coleta alta llama la atención por lo extensa que es y debe admitir que si la cabellera azabache de Kibutsuji se encontrara suelta de seguro le llegaría a las rodillas.

Por otro parte, estando en otro mundo, Keitaro bebe del té con una elegancia admirable porque a día de hoy recuerda los modos que su madre le inculcó con sabiduría.

Siendo sincera no le agrada estar por mucho tiempo con personas que desconoce, ya que ellas suelen ser prepotentes y malhabladas debido a recordarle su rostro pálido. Los susurros cuando camina con paciencia por los pueblos son evidentes. La mayoría del tiempo acompaña a Rengoku a hacer sus misiones porque, uno, él es su maestro y, dos, necesita entrenarse.

Oyakata suele darle misiones que llevan más trabajo, pero se entretiene y no le disgusta a excepción de las personas. Keitaro tiene cierta inquietud cuando ellas vagan a su alrededor.

«Es demasiado pálido. Ese chico debe estar enfermo. No se acerquen a él, niños».

Esas son las palabras que usualmente escucha por parte de las personas y así trate de ignorarlas no puede hacerlo. ¿Acaso está mal su apariencia? ¿Acaso es ella quien posee comportamientos arcaicos?
No puede evitar preguntarse a sí misma lo qué ocurre a su alrededor, pero trata de creer que todo eso se va a terminar cuando le haya dado fin a ese demonio.

—Kibutsuji-san —llamó por lo bajo.

La mayor detuvo la taza en sus labios para ocultarle su sonrisa al menor, quien se mostró cohibido ante su presencia.

—Llámeme Keitaro, Senjuro-kun —suspiró haciendo a un lado el té.

—Está bien, Keitaro-san —balbuceó enfatizando en su nombre, a lo que, sin poder evitarlo, ella puso los ojos en blanco.

—¿Pero qué tonterías dice? Nosotros somos familia, Rengoku-sama me enseñó durante trece años para convertirme en un cazador. ¡Debe decirme Keitaro-niisan! —parloteó emocionada enseñándole una sonrisa a Senjuro, quien se ruborizó por la vergüenza.

—Yo no lo sabía, Keitaro-niisan —musitó apenado—. Él solo hablaba con mamá sobre su trabajo de cazador —confesó llamando la atención de la mayor.

Ella sonrió de oreja a oreja antes de señalarse a sí misma.

—Yo tampoco tengo una okaa-sama —declaró para tener más confianza con él—. Mis condolencias para Senjuro-kun y su familia —susurró cambiando su postura y semblante, los cuales se sintieron distantes—. No debe entristecerse cuando okaa-sama no esté. Sea un buen niño, Senjuro-kun. A los buenos niños la vida los compensa y les ofrece reconocimiento, pero debe trabajar duro para encontrarse a sí mismo.

Keitaro Kibutsuji | «Kimetsu No Yaiba: "KYOJURO RENGOKU"»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora