My dance with red shoes is my secret

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Toda adolecente desearía estar en mi lugar. Poder tener a esos chicos tan cerca, poder verlos durante los días de rodamiento del video, poder hablar con ellos o incluso cruzar una simple mirada.

Para llegar al éxito, a veces hay que hacer cosas que no quieres, cosas que desearías no tener que vivir y guardar en tu memoria para siempre. Ser reconocida entre tus pares como “la chica que formó parte del video de ‘What a coincidence’ como bailarina de apoyo” no es lo que esperaba. Pero mi profesora, sabiendo que iba a ser una gran oportunidad, insistió en que aceptara la oferta.

Y aquí me encontraba junto a cuatro chicas más, mirándonos al espejo de nuestro camerino compartido, arreglando nuestro maquillaje y nuestro peinado. Todas estaban emocionadas por conocer a los chicos, mejor dicho, desesperadas por conocerlos. Yo, en cambio, solo los conocía por mi hermana menos. Yo no era fan de ese tipo de música, prefería escuchar una pieza de Bach, a una canción de alocada de ellos.

Solo llevábamos acá cuarenta minutos y ya estaba cansada. Estábamos en el medio del desierto y hacía calor. Necesitaba hacer otra cosa además de quedarme sentada mirando mi vestuario negro y escuchar a mis compañeras hablar de los chicos como si fueran Brad Pitt. Todas estaban vestidas como si fueran a tener una cita, y por lo que había podido escuchar, era para atraer la mirada de la reconocida banda. Yo simplemente llevaba puestos unos shorts, una musculosa ajustada y unas Converse negras. Todas estaban maquilladas, aunque más tarde vendrían a maquillarnos para el video. Yo estaba al natural, únicamente me maquillaba para las presentaciones o alguna cena  importante, sino encontraba al maquillaje molesto e innecesario. Me levanté de mi asiento al fondo del camerino, y salí de la casa rodante donde este se encontraba. El aire caliente chocó contra mi piel, y entrecerré los ojos por la luz de sol.

Había varias casas rodantes donde se encontraban los camerinos. Luego estaba el micro donde estaban los cuatro chicos que habían logrado enloquecer a mis compañeras. Había gente caminando de un lado para el otro organizando todo. A lo lejos, debajo de un toldo, pude ver que había una mesa donde había un grupo de gente dando vuelta… atendiendo a One Less Day. Estaban sentados debajo de la sombra, mientras el resto de las personas preparaba las cosas para su video. Se reían, charlaban y se relajaban. Me enoje al ver esa escena, así que decidí darle la vuelta a la casa rodante donde estábamos instaladas nosotras.

Detrás de esta había un poco de sombra, pero eso no me importaba. Me paré a un costado, cerré los ojos, he imaginé que me encontraba en un escenario. Un reflector me iluminaba, el público estaba en silencio, y la hermosa melodía de “Las zapatillas rojas” sonaba en mi cabeza. La imagen de Victoria bailando esta pieza a la perfección, y siendo recordada en la historia, acudió a mi mente, pero de inmediato sentí como los movimientos fluían en mi interior.

Conocía tan bien esta pieza como a la palma de mi mano, y mi sueño era poder interpretarla frente a un público. Pero el miedo a equivocarme en el mínimo movimiento, en la postura, a caerme, me daba terror. Sería notorio, y ese momento sería recordado en vez de mi baile. Pero cuando me encontraba sola, simplemente me sentía libre. Los movimientos fluían, las posturas eran perfectas y naturales, y era placentero. El terror y el bloqueo que siento al interpretar este baile con público desaparece. Solo soy yo y la música, una pareja perfecta y en sintonía.

La canción se fue apagando dentro de mi cabeza a medida que esta llegaba a su fin, al igual que mi baile. Mis ojos aún estaban cerrados, yo seguía en esa última posición y mis labios estaban curvados en una leve sonrisa. Aunque estaba un poco cansada, me sentía relajada y tranquila. Estaba… unos aplausos se escucharon a mis espaldas. Mis músculos se contrajeron, mi sonrisa despareció y el temor de que me hubiese visto bailar esa pieza se apoderó de mí. ¿Y si me había equivocado sin darme cuenta? ¿Y si simplemente lo hice mal? ¿Pero por qué estarían aplaudiendo si ese era el caso?

Abrí mis ojos lentamente y volví a mi postura natural. Me di la vuelta para encontrarme con las últimas personas que había pensado que estarían viendo. Mis ojos se abrieron como platos ante la sorpresa y comencé a pensar que podría decir, pero ningunas de las palabras que había pensado fueron las que salieron de mi boca, y menos en el tono que había esperado.

— ¿Qué es lo que hacen aquí? — las palabras salieron una atrás de la otra sin poder evitarlo. Cuando me di cuenta de lo que había dicho me mordí el labio inferior. — Lo siento, es que no me gusta que me miren bailando…

— Vas a aparecer en un video musical que va a ser visto por millones de personas — me interrumpió el chico de ojos… ¿negros? — ¿Y no te gusta que te miren bailando?

— Si no me interrumpieras sabrías que eso no es lo que yo quería decir — respondí pasando mi mirada por los cuatro chicos que estaban enfrente de mí, mirándome, esperando una respuesta, a que finalmente terminara de hablar. — No me gusta que me miren bailando esa pieza — no estaba segura de sí pudieron escucharme, ya que lo había dicho exageradamente bajo.

— ¿Qué? — preguntó el  chico que tenía el cabello teñido de azul.

— Que no me gusta que me miren bailando esa pieza — dije un poco más alto.

— Habla más alto, querida, no se te puede escuchar — habló el de ojos negros. — Se que debes de estar emocionada por conocer… — supe perfectamente lo que iba a decir, así que me tomé la molestia de interrumpirlo antes de terminar.

— No estoy ni un poco emocionada de conocerlos, para mí son solo otra banda de montón — mi voz sonó alta y firme. Los ojos de los cuatro se abrieron como platos. El de ojos negros abrió la boca para volver a hablar, pero yo lo hice antes. — No terminé — dije mirándolo directamente a los ojos. — Antes había dicho que no me gusta que me miren bailando esa pieza.

— ¿Por qué? — sentía que si continuaba mirando esos ojos, me perdería para siempre.

— Ese es mi problema,… — me acababa de dar cuenta de que no sabía su nombre. Maya, mi hermana, constantemente mencionaba sus nombres, pero nunca retuve alguno de estos.

—Kol— sonrió. — Con que era cierto que éramos otra banda para vos.

— Yo no suelo mentir — me acerqué un poco más a ellos, pero mi mirada no se despegaba de la de Kol.

— ¿Y con quien tengo el honor de hablar? — preguntó él elevando una ceja.

— Nahia. Nahia Trusse — esbocé una media sonrisa. Pasé por su lado, decidida a volver con mis compañeras, pero cuando estaba a mitad de camino pude sentir una mirada en mi espalda. Me detuve y me di la vuelta, encontrándome con esos ojos otra vez. — Nos vemos luego — sonreí —, Kol.

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An Unknown Kiss.

BallerineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora