El camino de Scorpia

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Scorpia no había tenido una vida muy tranquila como la mayoría esperaría de la nobleza. A los 16 años, su vida cambió para siempre, la tragedia alcanzó a su casa, una horda de demonios liderados por un tal Hordak destruyó el pequeño castillo de la casa Escorpión, que custodiaba el poderoso granate oscuro.

Fue un ataque inesperado, cayeron en una noche oscura, como un enjambre de abejas enfadadas. Una masacre que se llevó consigo a casi toda la casa Escorpión, excepto por Scorpia, que fue enviada al Reino de las Flores junto a una emisaria que había ido a hacer trueques en Frightzone.

Ambas habían partido aquella misma noche, por lo que Scorpia se enteró de la terrible noticia cuando ya había llegado al Reino de las Flores, así que la misma comunidad decidió acogerla, ya no sólo para aprender de la medicina de las plantas, sino para que tuviera un hogar y refugio. La joven Escorpión no dejó de llorar de impotencia los primeros días, quería vengar a su familia, pero no sabía absolutamente nada de quien los había matado.

Se sentía desdichada y solitaria, a pesar de que los aldeanos eran muy amables con ella, no podía evitar pensar que aquel no era su lugar. Su corazón se estaba llenando de odio, más aún cuando supo que el demonio que asesinó a su familia se llamaba Hordak. Sabía que en su familia la venganza no era bien vista, los escorpiones se protegían a sí mismos, a los suyos, no salían a cazar a sus enemigos por sentimientos dañinos como la venganza.

Eso era lo que le había enseñado su madre, su abuela y su tutora, la que le enseñó a luchar, Brienne. Pero pensar en todas ellas muertas, sólo la hacía enloquecer y sentirse impotente. Entrenaba todos los días, con el único objetivo de hacerse más fuerte y poder salir a buscar su venganza.

Transcurrió un año, donde su intenso entrenamiento dio sus frutos, ya no era una adolescente pequeña, había alcanzado una gran estatura y una complexión fuerte. Entrenó con el arco y la espada, incluso viajó a un pueblo cercano para participar en un torneo, el cual ganó. Se sentía preparada para iniciar su viaje, y así hubiera sido, sino la hubiera visto a ella.

A pesar de que estaba enfocada en su entrenamiento personal, ni siquiera ella pudo ignorar que había sido elegida una nueva líder en el Reino de las Flores, quien había manifestado el "don". Scorpia notó que debía ser algo importante para que todos hablaran de ello, usualmente cuando ayudaba a los aldeanos para sentirse útil y no una aprovechadora viviendo a costa de su bondad, los ignoraba, pero supuso que en algún momento tendría que hablar con aquella líder para agradecer lo que habían hecho por ella y así partir tranquila.

Todo el plan sonaba perfecto en su cabeza, hasta que, una tarde, al bajar al río para darse un baño refrescante que aliviara su adolorido cuerpo, la vio. Una hermosa mujer de largos cabellos rizados, que se posaban sobre sus pechos, estaba desnuda, bañándose en el río, sólo se divisaba desde su vientre hacia arriba. Scorpia quedó fascinada por la imagen, no era capaz de despegar su mirada de ella, que estaba a sólo unos metros de distancia, mientras instintivamente se escondía tras unos arbustos.

Sin embargo, Scorpia se sintió culpable pronto, ya que sabía que espiar a esa hermosa mujer no era lo correcto. Salió entonces, y como pensaba que era lo justo, se desvistió lentamente para meterse en el río, sin atreverse a dirigirle la mirada a aquella joven que la había cautivado.

Se sumergió en el agua, que le pareció más fría de lo usual. Sintiéndose aún avergonzada, y tapando sus pechos con sus brazos, se atrevió a mirar hacia donde estaba la joven, pero ya se había marchado. Notó en ese instante que su corazón estaba alborotado, y por primera vez, deseaba algo más que sólo vengarse.

Los siguientes días transcurrieron apaciblemente para todos en el Reino de las Flores, excepto para Scorpia, que no podía sacarse de la cabeza a aquella mujer que había visto, y como no la encontraba en ninguna parte, comenzaba a sospechar que tal vez podía ser una ilusión de su mente dañada por el deseo de venganza. Pero a pesar de eso, no perdía la esperanza de volver a encontrarla en el río, por lo que iba cada tarde a darse un baño, en la misma hora en la que la encontró.

Una aventura con la súcubo - Catradora AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora