Scorpia y Glimmer

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Artista imagen multimedia: blackcleryberry (twitter).

Adora usó un hechizo simple para cegar y ensordecer temporalmente a Bow. En estas condiciones, lo trasladaron a otro escondite que la caza demonios poseía, bastante cercano al castillo Brightmoon. La ciudad bullía de actividad, los comerciantes y ebrios pululaban por todas las calles principales. El escondite de la rubia era una casucha simple de madera, con dos habitaciones, que a simple vista parecía a punto de derrumbarse. Era una calleja bastante lúgubre a la que se accedía desde una de las calles principales de la ciudad.

La única puerta de acceso estaba protegida por una runa, de manera que nadie pudiera entrar al lugar. Catra notó por primera vez este tipo de magia, antes era incapaz de percibirla. Al ser todavía de noche, pudieron pasar desapercibidas al trasladar al joven noble, quien sólo vestía una capa. A la súcubo le parecía bastante divertido su cara aterrorizada al ser guiado a ciegas, pero luego un extraño pensamiento se cruzó en su mente, ese pobre hombre no se merecía pasar por eso.

Pero se recuperó pronto de su debilidad, tal vez se le estaba contagiando la amabilidad de Adora, pensó. La rubia no le había dirigido la palabra desde que habían salido de aquel lujurioso edificio, lo cual le parecía preocupante. No quería huir de Adora, quería estar con ella, era divertido. Sin embargo, haberla marcado como suya no había sido el mejor movimiento para quedarse a su lado.

Por otro lado, Scorpia no era capaz de conciliar el sueño, al día siguiente sería presentada formalmente ante la nobleza de Brightmoon y sus invitados, aquello le preocupaba sobremanera, ya que nunca había esperado que su sueño de recuperar su hogar se hiciera realidad de esa manera. En aquel momento, sólo tenía ganas de huir de vuelta a los brazos de Perfuma, los cuales le darían la paz que necesitaba en aquel momento para dormir.

Sabía que podía confiar en Entrapta, su mirada intensa al decirle que la iba a ayudar se lo confirmaba. Su instinto le decía que a su prima no le interesaba conseguir algún beneficio al ayudarla, sólo lo hacía de corazón, puesto que ella tenía todo lo que quería. Aun así, Scorpia había estado dándole vueltas en su cabeza a alguna forma de retribuirle el favor, pero de momento no tenía absolutamente nada que ofrecerle además de su lealtad absoluta.

Entrapta era un enemigo temible para el resto de los reinos, eso Scorpia lo tenía claro. Fabricaba armas que nadie más podía inventar, y sin necesidad de sacrificar muchas vidas. Todos los reinos querían un pedazo de sus invenciones, porque nadie creía que la paz duraría para siempre.

Sin embargo, Entrapta no estaba de acuerdo en vender sus inventos a cualquiera, pero sí en ayudar a la gente común a mejorar sus vidas. Cada posible arma era mantenida en secreto al resto de los reinos como precaución, pero la información era esparcida de todas maneras por los comerciantes que hacían intercambios en el reino de Dryl.

Es por esta razón que su gremio de alquimistas permanecía leal a ella, así como muchos súbditos ofrecían su ayuda en lo que necesitara, por lo que no era buena idea enemistarse con ella. Por todo esto, Scorpia se sentía mal, como si se estuviera aprovechando de su bondad. Sin embargo, sabía que Entrapta no le fascinaba la idea de una guerra, su pasión era crear cosas útiles.

Pensar en todo aquello había evitado que se durmiera, porque sólo aumentó su preocupación. Sólo al pensar en qué estaría haciendo Perfuma logró que Scorpia por fin durmiera algo. Aunque no fue mucho lo que descansó, porque poco después del amanecer fue despertada por los gritos de Entrapta que entraba a su cuarto.

—¡Scorpia, despierta, hoy es el gran día! —gritó la inventora al entrar, abriendo las cortinas de la única ventana de la habitación.

La aludida se incorporó lentamente en la cama, cegada brevemente por la luz entrante del sol.

Una aventura con la súcubo - Catradora AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora