Capitulo 1

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Luna Menguante

— Bebe esto, Brianna, te mantendrá caliente.
La voz era sombría y lejana. Las palabras eran en inglés, pero el acento era espeso y ruso. Brianna luchó por abrir los ojos, y debido a la luz que penetró a través de la rendija sintió fragmentos de cristal astillándose en su mente. Sintió una copa presionar contra su boca, y un caliente y confortable líquido gotear por su garganta. Demasiado pronto la caliente bebida se alejó, y una mano alisó el pelo de su frente. Su cuerpo estaba dolorido, y le era difícil usar los brazos y las piernas. Le llevó algunos segundos darse cuenta de que le era difícil moverse no porque estuviese herida, sino porque tenía varias mantas pesadas apiladas sobre ella, sobrecargándola.
— Sufriste una caída. Tuviste fiebre y has estado muy débil. He tenido que estar cuidándote. —dijo la voz dulcemente.
— ¿Dónde estoy? —su voz era ronca y apenas perceptible.
— Estás a salvo, Brianna.
— ¿Cómo sabes mi nombre?
Una suave y masculina risa sonó cerca de su oreja.
— Hablas en sueños.
La mano en su frente se movió hacia debajo para acariciar su mejilla. La sintió fresca contra su enfebrecida piel. Las mantas que la habían estado encarcelando fueron echadas a un lado, y sintió la frialdad del aire acariciando su carne desnuda.
— Eres realmente hermosa. —dijo él toscamente.
Intentó protestar cuando unas manos alcanzaron sus pechos y dieron un pequeño tirón a sus pezones, pero fue en vano. No podía abrir los ojos, sus labios no podían formar palabra alguna. Se sintió drogada y decaída, demasiado débil incluso para gritar. Unos fríos labios se presionaron suavemente contra los suyos, incluso mientras luchaba por hablar. Afilados dientes mordisquearon sus labios, gentilmente, pero con una promesa de peligro y pasión. Todo el tiempo, unos dedos jugaban con sus pezones, dejándolos caer pesadamente y tirando de ellos de un modo que encontró increíblemente excitante, aunque sólo debería haberle hecho estar nerviosa e incómoda.
¿Quién era aquel hombre? ¿Cómo la había encontrado? Recordaba la caída pero luego... nada. ¿Cuánto tiempo había permanecido allí con él?
Alejó la cara de su beso, pero él no se inmutó. Sus labios bajaron por su mandíbula hasta su cuello por donde deslizó sus dientes. Al dejar pequeños mordiscos en su sensible piel la hizo jadear, y lavó las diminutas heridas con su lengua. Él gruñó suavemente y movió su cabeza descendiendo por su clavícula, mordiendo y aspirando mientras pasaba.

Su mano levantó un pecho, y sintió su aliento cálido jugar sobre su pezón una fracción de segundo antes de que lo lamiese. Su lengua trazó un húmedo y largo camino desde su pezón a su garganta hasta conectar con sus labios, los cuales separó para profundizar dentro. Ella no pudo contener un gemido de excitación mientras él la besaba imperiosamente. Quienquiera que fuese, era el besador más sexy que alguna vez había sellado sus labios. Y aún cuando ella estuviese completamente a su merced, ya no sentía miedo.

De algún modo sentía que aquel hombre no le haría daño. Parecía contentarse con besarla y acariciarla, los sentimientos que le evocaban eran agradables a pesar de su estado débil y agotado. Su boca bajó una vez más y se aferró a uno de los hinchados pezones. Ella se movió bajo él, sin esforzarse en escapar, esperando únicamente experimentar más de aquel delicioso abrazo. Él absorbió su pezón, produciendo húmedos ruidos mientras se alimentaba de él.

Sus manos estaban de pronto por todos los lugares de su cuerpo, acariciándola por cualquier sitio que pudiese alcanzar. Brianna sintió sus dedos resbalar entre sus muslos, y abrió más las piernas para él. Cualquiera que fuese la locura que lo conducía a él, ahora parecía conducirla a ella también, y dio la bienvenida a la sensación de las yemas de sus dedos cuando apartaron sus labios inferiores para acariciarla. Infaliblemente encontró su hinchado clítoris, y lo presionó de tal forma que un relámpago pareció lanzarse a través de ella.

Él se separó bruscamente, haciéndola jadear de decepción.
— Te pido disculpas. —su voz era un bajo gruñido, sus ojos penetrantes.— He tenido que refrenarme estos días pasados mientras te cuidaba, pero al verte ahora, despierta y más recuperada... no he podido controlarme. Descansarás ahora, ¿verdad? Recuperarás las fuerzas con el sueño.

Con aquellas últimas palabras, Brianna lo sintió colocar las mantas sobre su cuerpo. A pesar del anhelo insatisfecho que su experto toque había despertado en ella, al momento estaba otra vez dormida.

* * * * *

Ivan Davidovich Basileus bajó la mirada para observar a su mujer durmiendo. Las contusiones se habían desvanecido hasta convertirse en pequeñas manchas apagadas debajo de su translúcida piel, y la incisión en su cuero cabelludo ya no estaba hinchada. Los febriles desvaríos habían cesado la noche anterior, abandonándola por fin a un sueño reparador. Realmente estaba mejorando.
Nunca olvidaría el sentimiento de terror que lo había inundado cuando la había visto caer por el barranco. Cómo su corazón se le había caído pesadamente en el pecho cuando ella se había despeñado sin fuerzas por el rocoso fondo, terminando su caída en una quietud absoluta.

Se había precipitado inmediatamente a su lado temiendo lo peor. Después de asegurarse a sí mismo que estaba de verdad todavía viva, la había llevado a su cabaña en lo profundo del páramo. Allí, en la quietud de su casa, se había ocupado de sus raspones y contusiones con más cuidado del que nunca le había mostrado a otra persona viva. Era lógico, pensó, que ella le hubiese inspirado tales instintos protectores en su interior.

Él la deseaba. Quería despertarla, sin darle tiempo para protestar porque eran extraños, y tomarla como una bestia. Aquel deseo de ella era como una fiebre que le devoraba el cuerpo y el alma y contra la que no podía luchar ni controlar. Se dio cuenta de que era incapaz de abandonar su lado por más de unos pocos minutos como máximo, deseando únicamente sentarse en silencio y observar su cara y su forma. No había forma para racionalizar o explicar su feroz atracción por ella. No era una gran belleza, con su simple pelo castaño y sus ojos oscuros. Su piel era translúcida y delicada, dándole una calidad fabulosa, pero no estaba hecha de la materia de los húmedos sueños de un hombre.

Era ancha en el busto y en las caderas, rasgos que le gustaban de una mujer, pero aquello tampoco era una razón suficientemente buena para la fuerza de su deseo por ella. No, sus atributos físicos no era lo que le provocaba aquella lujuria. Aquel deseo, aquel hambre que sentía de ella iba más lejos de aquello. Lo que sentía era mucho más peligroso que la mera atracción física. Su miembro estaba duro. Había estado duro desde el primero momento en que la había tenido cerca, lo suficiente para oler la fragancia florar de su jabón. Lo suficientemente cerca para oler su feminidad. Era un olor embriagador, diseñado para volverlo loco, y funcionaba muy bien. Se movió de la cama hasta una silla cerca de la chimenea. Sin quitarle nunca los ojos de encima, se sentó. Desabotonándose los pantalones, rodeó su miembro y comenzó a acariciarlo. Deseaba que la mano que lo bombeaba fuese la de ella, lo deseaba tanto que era un dolor físico, pero se resignó a esperar por ahora. Reclinándose hacia detrás en la silla, apretó el eje de su erección. Masajeando los testículos con una mano, mientras se acariciaba su pene con la otra. Ivan sintió como se le aceleraba la respiración. Totalmente erecto, su grueso miembro lucía una gran cabeza púrpura, que pronto derramó una gotita de pre semen bajo su mano.

Arremolinó el líquido alrededor, usándolo como lubricante mientras se masturbaba. En su mente imaginaba a Brianna moviéndose sobre él, su corto pelo negro como un halo alrededor de su cabeza. La imaginaba gimiendo y envainándolo en su húmedo sexo, una y otra vez mientras lo montaba. Gruñó suavemente y aumentó el ritmo de sus caricias. Pronto sus caderas se sacudían al ritmo de sus manos, y sus testículos estuvieron apretados con su carga de esperma.

Oyó un suave suspiro desde la cama cuando Brianna se revolvió en su sueño. Aquel pequeño sonido de sus labios fue todo lo que necesitó. Con un largo siseo interior para prevenir su rugido de liberación, se derramó sobre sus manos. Pasaron varios momentos antes de que volviese a calmarse. Se juró que la próxima vez que volviese a hacerlo, sería en lo más profundo de Brianna.

...

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