III. Descubriendo el regalo especial

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Su voz no podía esconder la intensidad de su excitación ante lo que estaba sucediendo, me tenía de pie frente a la jaula con la puerta abierta y él explicándome detalladamente cómo es que la había solicitado, los materiales, los ingenieros, los cuidados que había exigido porque ahí dentro estaría alguien muy especial.

Durante la cena había bebido suficiente vino, pero ante el paraíso que me estaban mostrando sentí la boca seca y toqué mis labios.

– ¿Esta todo bien, mi princesa?
– ¿Me darías una copa de vino?
– No. Te ofreceré agua, quiero que tus sentidos estén en perfecto estado y, aunque el vino sea ligero, te verás afectada por el alcohol.... Es necesario que ates tu cabello en una coleta – decía al tiempo que se dirigió a servirme el vaso con agua.

Lo bebí muy rápido y sin hacerlo esperar más, até mi cabello como lo había pedido. Su dedicación a cada detalle estaban haciéndome sentir nerviosa y ya no tan excitada. Era una montaña rusa de emociones que no estaba controlando; sus ojos notaron a primera instancia lo que me sucedía.

– Esperaré hasta que estés lista, sino es hoy podemos ir a descansar. Soy un caballero y jamás le pediré a mi esposa algo que no desee – tomó mi mano y besó el dorso.
– ¿Puedes besarme? – su cara mostró vacilación – Quiero empezar de esta forma.
– Puedo hacerlo hasta que te sientas saciada.

Sus manos sujetaron mi rostro y me besó de una forma diferente, sentía su lengua cálida siendo cuidadosa, sus labios mas lentos. Pasé mis brazos alrededor de su cuello obligándolo a tomarme de la cintura y pegarme a su cuerpo, sus dedos acariciaba sobre mis costillas sin presionar... Él estaba comportándose muy dulce a comparación de la sonrisa en el estudio.

Me di a la tarea de enredar cada uno de mis dedos entre su cabello y jalar un poco para guiar su boca tibia hacía mi cuello, ahí quería tenerlo un rato y le daría permiso de dejar solo una marca. Escucharlo gemir muy bajo provocaba una electricidad en mí que terminaba concentrándose en mi vientre.

– Quiero entrar a la jaula.

Sus besos se detuvieron al escuchar mis palabras, la mirada calculadora se posó en mi cara como si examinara a uno de sus contratos para negocio de gatos. Aclaró su garganta un poco y se alejó de mí para ir por uno de los sillones, colocarlo frente a la jaula y mirarme otra vez.

Tomó mi mano y en esta ocasión con delicadeza besó la palma, sacó un listón morado de su bolsillo y lo ató a mi muñeca junto con un cascabel. ¿Esto se debía a que todavía no encontrábamos a Elizabeth III? Su chasquido con la lengua me distrajo del pensamiento obligándome a darle atención.

– Entra por favor y quédate parada en el centro mientras me escuchas, si estas de acuerdo con cada una de las reglas que te leeré, tú sola deberás cerrar esa reja para que yo pueda poner el candado... Si mi petición no te parece prudente... – agité una mano frente a su cara para detener su parloteo.
– Elegí darte ese regalo tan especial que solicitaste – me metí a la jaula cerrándola detrás de mí.
– No has escuchado de qué trata... ¿Estas segura, querida? Es peligroso que aceptes así, no deberías provocarme – su expresión mostraba incertidumbre.
– Te amo – fue lo único que quise decir, mostrarle la confianza con un par de palabras.
– Gracias... – se dispuso a poner el candado – te amo, encantadora mujer.

Di una mirada rápida al sitio en el que me había metido, la montaña rusa de emociones se encontraba en ascenso, y realmente esperaba no encontrar una caída libre, quería descensos tolerables y llenos de placer.

Jumin se acomodó en el sillón sin quitarme los ojos de encima, con las piernas ligeramente abiertas y sus brazos descansando en los costados dio la primera orden. Yo obedecí, tomé el vestido que se encontraba sobre la pequeña cama dentro de la jaula, me desnudé lentamente sin mirarlo y me coloqué el vestido blanco de un estilo inocente y dulce...

Solicitud de regalo (Mystic Messenger)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora