IV.b Regalo amargo

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******Final 02******

Recuerdo que estaba durmiendo plácidamente sobre su pecho después de haberme venido unas cuántas veces, pero al acomodarme otra vez en la pequeña cama, la descubrí vacía y la luz del lugar encendida por completo.

Me sacudí un poco para quitarme el sueño, sin embargo solo pude darme cuenta de que la jaula se encontraba cerrada con el candado y la cadena de mi collar estaba atorada a un tubo al costado de la cama. Escuché pasos en la escalera y observé como cautelosamente mi esposo se acercaba hacia donde yo me encontraba.

– Despertaste amor. Traje un delicioso platillo para alimentarte, debes estar muy cansada después de todo lo que hicimos – colocó el plato sobre la mesa dentro de la jaula usando una abertura que ahí había.
– ¿Por qué estoy encerrada, cariño?
– Princesa... – se sentó en el sillón que antes había dejado cerca y miró su copa de vino a medio llenar – ¿Quieres un vino dulce como tu miel?
– Estás ignorando lo que dije, Jumin.
– Mi princesa, quise ser sincero contigo y decirte las reglas del juego, pero fuiste imprudente. Me provocaste y ahora no logro controlarme.
– ¿Por qué no me permites salir y en un lugar más tranquilo, lo hablamos? No me gusta verte así, Jumin. Quiero abrazarte.
– Yo quería saciar mi necesidad de poseerte solo una ocasión –  sus ojos se volvieron oscuros y sus manos temblaron un poco –  creí que estaría satisfecho y este sentimiento terminaría... 
– Tú ya me posees... – le mostré el anillo de matrimonio – Encerrarme no es divertido, es una broma de mal gusto.
– ... Pero mirarte ahí dentro mientras dormías lejos del peligro... No es posible dejarte salir, princesa. Te ves hermosa así.

Sus palabras me dejaron confundida, él no haría algo como esto, él necesitaba tranquilizarse y yo también.

Intenté jalar la cadena del collar para romperla, sin embargo esta no cedió y solo comencé a lastimarme las manos. No sería Jumin sino hubiese previsto mi reacción. Mis pies descalzos me llevaron a inspeccionar toda la jaula, solo me di cuenta de que podía llegar a los barrotes y sacar los brazos sin problema. Necesitaba pensar más, ser inteligente y saberlo vencer. ¿En qué momento pasé de amarlo a tener miedo?

– Idiota...

Lo escuché reírse tan natural que, por un momento olvidé el sitio en el que me tenía y la forma en que me ataba. No tenía idea de qué podía pasar ahora, pero recobré la compostura, yo tenía que ayudarlo, esto era solo un rato amargo.

– Dejé el platillo en la mesa , querida, así que aliméntate y ve a descansar.
– Yo quiero cenar contigo en la cama, Jumin... No quiero estar sola.

Se acercó a la jaula y cuando adentró su mano un poco para acariciar mi rostro, lo tomé con fuerza entre mis manos y le mordí la muñeca durante unos segundos; él se quedó callado soportando. Me di por vencida y lo solté de entre mis dientes, yo no podía lastimarlo y comenzaba a arrepentirme por hacerlo.

– Lo siento, bella dama, no he querido asustarte. Descansa y mañana que te encuentres tranquila, hablaremos – se alejaba despacio.
– No quiero quedarme sola... Yo quiero dormir contigo...
– Me tendrás cada vez que tú así lo quieras, querida, pero por ahora necesitas despejar tu mente, en unos días te acostumbrarás. Te amo, princesa.

Él se marchó no sin antes apagar las luces del sótano.

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