* 7 AÑOS *
Cuando tenía 4 años mi madre decidió que ya tenía la edad suficiente para empezar una actividad extra escolar. Un deporte. No sabía que me gustaba, mis gustos no estaban definidos a tan corta edad. Mi madre había sido una excelente jugadora de hockey en sus tiempos, pero un desgarre importante la dejó afuera del mundo del deporte. Así que inspirada en que su pequeña hija sería una futura promesa, decidimos empezar por ahí.
Ese año, me enseñaron las cosas básicas, pero era un completo desastre. Siempre volvía a casa con moretones, rasguños, me raspaba, cortaba e incluso, una vez, volví con una trozo de cabello en mi mano. La verdad no me llamaba mucho la atención estar atrás de una pelota. Hasta que un día me expulsaron por haberle dado a el profesor un bochazo en los... ¿Como le decía papá? ¿Huevos?.
En fin, papá quería que probará con fútbol. Intenté. Fui la peor arquera del mundo.
Pasando los años, busqué otras opciones:
¿Voley? No.
¿Basquet? Menos.
¿Handball? Tampoco.
¿Judo? Obvio que no.
¿Polo? Ni siquiera podía subirme al caballo.
¿Atletismo? No.
¿Badminton? No.
¿Patinaje artístico? No.
¿Natación? No.
¿Esgrima? No.
No, no, no y NO.
No encontraba nada que me gustara tanto, al final solo me di por vencida.
Una de mis otras tantas mañanas, estaba desayunando mientras veía la televisión con mis padres. Estabamos terminando de desayunar para ir, ellos a trabajar, y yo al colegio. De pronto se anunció en la televisión que había un pequeño curso de danza para perfeccionar a futuras bailarinas. Éstas luego serían presentadas a dar un examen para entrar en la mejor academia de baile de la ciudad. El Instituto Coreográfico de Aby Adams (ICAA).
Mis ojos brillaron...
-¿Cómo no se nos ocurrió antes?- dije boquiabierta, estaba fascinada.
-No estoy segura hija, en esa academia son muy exigentes. Me preocupa que si no te seleccionan te vas a decepcionar, apenas tienes 7 años.
- Pero ma, he probado todos los deportes de esta ciudad y aún no he encontrado algo que me guste y me haga feliz. ¿Papi, tu que crees?- lo miré a sus ojos cansados. Me dedicó una sonrisa.
-Creo que serás la mejor bailarina de todas. Te inscribiré en ese curso.
-Está bien hija, si es lo que quieres. Ve, baila y diviertete. Quizás esta vez sea la vencida- mi madre me guiñó un ojo.
Corrí a abrazarlos.
En una semana, me encontraba en mis primeras clases de ballet. Me encantaba aprender saltos, giros, posiciones de los pies, pequeñas coreografías, todo. Había echo muchas amigas que eran muy buenas bailando. Mis profesores me decían que era una gran bailarina y todo el tiempo me recordaban lo talentosa que era. El curso duraba un mes, y por primera vez, sentí que no estaba perdiendo el tiempo.
Las semanas pasaron volando y sin darme cuenta, ya tenía que dar mi examen. Fue un día lleno de nervios. Tantas emociones juntas en mi cuerpo me torturaban. Quería entrar ahí adentro y dar lo mejor de mí. Mis padres sabían lo importante que era esto para mí, por eso se pidieron el día libre en su trabajo.
Empezaron a llamar a las niñas.
Pasaban una tras otra, y sentía como los nervios hacían temblar mi cuerpo. Solo esperaba que no me jueguen una mala pasada...
Mis padres me decían que todo saldría bien, que entrara ahí adentro e hiciera lo que sé hacer y todo lo que había aprendido.
Un hombre salió de la habitación y llamó a la siguiente:
Levigne, Abrielle.
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En puntas de pie || Dylan O'brien
De TodoEl compañero de Abrielle se lesionó gravemente. Al ser ambos los bailarines principales de la compañía de ballet más grande del país, Abrielle tendrá que buscar un nuevo compañero de trabajo y pasión... Antes de que el tiempo se acabe y la persona...