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CAPÍTULO DOCE.

                 "Herido a balas locas"

El ambiente dentro del coche era tenso y silencioso. Todo había sucedido tan espontáneamente perturbador, era jodido el sentimiento de saber que la habíamos cagado a lo grande. Lo más irónico de la situación es que podía asegurar que yo hubiera sido el que marcharía sus manos de sangre. Mi cuerpo se llenó de espasmo al recordar como habíamos enterrado el cuerpo inerte del pandillero.

—Agrégale un poco más de tierra.

Había sugerido JO apoyado en el tronco de un árbol mientras encendía un cigarro.

—Claro, todo el trabajo para el lisiado.—Fruncí el ceño molesto.

Estaba desangrándome y ellos como si nada mirando.

—Chicos, ninguna palabra de esto. Por favor.—Suplico Manny con su mirada perdida en algún punto del gran bosque.

Luego de un mal y brusco movimiento una mueca de dolor se instaló en mi rostro.

—Siento decir esto—Rompí el silencio, volviéndolos a la jodida y deprimente realidad.—Pero, ¿ Alguien sabe cuánto duele una bala en el hombro?.

JO con el ceño fruncido mirando por el espejo retrovisor.

—En eso estoy, solo cállate.

—He estado callado todo el tiempo, imbécil. El dolor me estaba matando pero te importa poco y nada , ya que tú solo tienes las bolas cubiertas de gasolina.—Otra punzada en la herida.—Disculpa si te molesto, eh.

—Cierra la puta boca, JJ.—Espeto doblando con brusquedad en una esquina.—¿Todavía no asimila que matamos a una maldita persona?.

—No la matamos. Yo la he matado.—Corrigió Manny atormentado. Lo peor es que no encontraba alguna palabra tranquilizadora para el moreno, solo me mantenía en silencio.

Esto me hacía pensar; Si con tan poco tiempo trabajando para Padd habíamos llegado tan lejos  ni siquiera quería pensar lo que haríamos en unos seis meses más.

Me recosté sobre el asiento con dificultad. Mi ropa estaba manchada por tierra y bastante sangre, por mi rostro se deslizaba pequeñas gotas de sudor y mis músculos adoloridos por la tensión de la situación.

—Realmente estamos jodidos.

Manny había salido del coche en busca de lo necesario para limpiar y cerrar la herida.

—Se lo merecía.—Dije.—Era él o nosotros.

JO volteo a verme.

—¿Escuchas lo que dices?.—Asentí.—No somos unos asesinos, JJ.

—Lo sé, JO.—Afirme.—Pero recuerda en que estamos metido, no es fácil sobrevivir en este maldito mundo.—Enfatice.—Es la ley de la supervivencia…

—Oh, dios.—Se lamento.—Suenas como un maldito gánster. Ni siquiera le has dirigido la palabra y dices esa mierda.

—¿Y que quieres que le diga?.—Masculle cansado.

EL CLUB DE LOS BASTARDOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora