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Capítulo Díez.

Primera entrega.
Parte I

Ya se hacia costumbre estar encerrado en un coche con la incertidumbre y los nervios calando nuestros huesos.

—¿Seguro que es aquí?.—Cuestiono Manny mirando a través del cristal.

El pandillero había dado esta ubicación.

El paisaje era completamente desolador, el patio delantero estaba cubierto por ruinas de coches y bastante desechos de comida enbolsadas. La fachada de la casa era otra cosa, de lejos se podía apreciar el deterioro en sus estructura y decolorido de esta.

—Pues parece un lugar para recibir paquetes de metanfetaminas.—Hablo JO, sobresaltandome.

Lo fulmine con la mirada a través del espejo retrovisor.

—Hey, nada de idioteces.—Advertí.

—Mantente en silencio.—Siguio MCqueen. JO solo bufo harto.

Luego de la semana donde creíamos ciegamente que el pandillero nos torturia hasta matarnos, sucedió lo siguiente; Luego de dos días de la fiesta, una noche el pandillero había aparecido con esa inquietante tranquilidad en la vieja casona abandonada junto a esos dos simios que le seguían con nuestro primer pedido.

—¿Bajamos o no?.—Inquirio Manny ansioso.

Asentí tomando el paquete relleno de metanfetamina. Antes de salir nos miramos entre los tres, claro que estábamos indecisos de ir. Solo queríamos largarnos de ahí e ir a nuestras casas para pasar toda una tarde jugando adictivos videos juegos.
No teníamos la más mínima idea de cómo tratar con esta gente y que nos esperaría dentro.

—Debemos esperar. Tranquilos.—Dije al ver a Manny morder de manera inconsciente sus uñas.

La decoración dentro era peor que la de afuera. Tablas del piso y paredes sucia e repletar de grafitis de simbologías desconocidas para mí.

—Se nos hace una costumbre visitar estos tipos de lugares.—Ironizo Sammie, sentado en la deteriorada escalera.

—Concuerdo.

—¿Crees que ya sea la hora?.—Me pregunto Manny a lo que yo asentí.—Espero que no sea una enredada de la FBI.

—¿Que dices?.—Exclamo asustado JO.

—No le hagas caso, JO.—Le tranquilice rápidamente.—Deja de ser tan dramático en todo.

Lo fulmine con la mirada.
No queríamos que JO se alterara, nos los convenía.

—Si mamá supiera en qué estoy metido...—Oí murmurar a mi lado.

—Caeria tu teatrito del niño bueno.—Dije.

—Exacto.—Concordo JO.—Perdón que lo diga, amigo pero controlan tu vida.

—Son mis padres se preocupan de mí.—Negó Manny.

Mire de reojo al pelinegro para ver si seguiría con el tema pero el solo chasqueo su lengua y empezó a inspeccionar con la mirada todo el lugar.

—Repitelo hasta creerlo.—Encendí un cigarro.

Manny molesto pateó una lata de spray que impactó sobre el cristal roto de las ventanas.

—No entiendo su mala mierda sobre mi familia...

JO se carcajeo.

—¿Mala mierda de nuestra parte?.—Lo interrumpió.—Por si no lo has percatado los que cada vez que tienen alguna oportunidad para tirarnos mierda es tu familia, especialmente tu padre.

EL CLUB DE LOS BASTARDOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora