Capítulo 0 Carta de un difunto

6 1 0
                                    

Hola, soy un fantasma, hace tiempo que morí y apenas recuerdo nada de mi vida, no recuerdo como morí, no recuerdo a mi familia o amigos, ni siquiera logro recordar mi nombre, por lo que acualmente me refiero a mi misma como Alma, el único recuerdo que tengo es que tengo... bueno, tenía 16 años.

Soy lo que la gente normal llama un alma en pena, nunca he ido al cielo o al infierno, desde lo que mi memoria logra recordar he estado aquí siempre. La gente dice que las almas en pena estamos aquí porque hay algo importante que no nos deja descansar en paz, pero... ¿Si el alma no recuerda que es lo que le faltó como se supone que descanse en paz? Es una pregunta que me he hecho una y otra vez, todos los días hablo sola para ver si consigo recordar algo, aunque es inútil.
Busco gente de mi edad para saber sus gustos, saber que quieren hacer en vida, que quieren hacer en un futuro.

Muchas veces me vuelvo paranoica pensando si lo que me hace estar aquí es no haber vivido lo suficiente como para tener un futuro, o quizás siento tristeza de que mi familia me haya perdido, pero como digo, no hay forma de encontrar una respuesta.

Normalmente suelo ir al cementerio a ver si alguien puede hacerme compañia, pero es como si este limbo fuera únicamente mío, es como si nadie nunca pudiera llegar a donde estoy yo, pero todo cambió para mí una noche.
Iba rondando por las calles cuando un pequeño niño me habló, yo tardé varios segundos en darme cuenta de que se refería a mí.

-¿Por que estás tan pálida? -Dijo el niño con curiosidad.

Yo aún estaba en shock, no era posible, tenía que ser casualidad, pero no lo era, ese pequeño niño era capaz de verme.
Yo lo saludé con un pequeño movimiento de mano y él me lo devolvió, le pregunté si de verdad me podía ver y el me miró con cara de no entender mucho.

-¿Acaso no debería, eres un fantasma o algo así?

Yo asentí con miedo de cuál sería su reacción, pero el niño se quedó neutro, como si no le importara. Y me respondió bajando la mirada

-Hace un tiempo mi abuela murió por su edad, yo estaba muy triste, pero hace un mes me pareció verla caminando por la casa, así que la saludé, ella me miró sorprendida y mientras lloraba me dió un fuerte abrazo. Para cuando parpadeo ya ella no estaba.

En ese momento me sorprendí, no sé si porque esto le había pasado antes o porque fuera capaz de decirle eso a una total desconocida.

-Pero tu no vas a desaparecer ¿verdad? -El niño levantó la cabeza hacía mi casi al borde de las lágrimas.

Le respondí que yo no me iría, que de hecho lo llevaba intentando desde hace mucho tiempo, y el niño me dió un abrazo, yo le devolví el abrazo sin saber porqué.
Se presentó, se llamaba Michael, yo le dije mi nombre y tras unos minutos de charla en los que la gente del alrededor miraban raro al niño por hablar solo, él me llevó a su casa en donde me quedé a vivir unas pocas semanas, siempre me intentaba dar comida, a pesar de que le repetía que yo no podía comer, hablábamos todas las noches cuando el iba a dormir. Sus padres pensaban que yo era un simple amigo imaginario aunque él trataba de presentarme a ellos. Al parecer nunca fué un niño de muchos amigos, de hecho le cuesta mucho relacionarse con los demás niños.
Durante todas esas semanas me olvidé de lo raro que era que pudiera verme, incluso de lo que fue estar sola durante tanto tiempo, hasta que un día escuché a sus padres hablar sobre algo que me dejó impactada.
Al parecer Michael tenía un cáncer del cuál los doctores dudaban de que se recuperara, por lo que le dieron como máximo un mes, y ese tiempo equivalente un mes ya estába a punto de llegar. Corrí a su cuarto y el niño jugaba felíz con sus juguetes, cuando lo miré detenidamente me di cuenta de algo.
¿Quizás podía ver fantasmas por que estaba en un punto intermedio entre la vida y la muerte?
Al día siguiente busqué en enciclopedias formas de asegurar que no muriera, cuando él llegaba actuaba como si no supiera nada, le sonreía constantemente para no preocuparlo, sus padres hicieron todo lo posible para tener dinero suficiente, Michael no parecía tener ningún síntoma de que le pasara algo, incluso me llegué a creer que podría sobrevivir. Pero el día llegó.

Estuvo unos pocos días ingresado en el hospital, y una noche oscura cuando se despertó y me vió a mi acostada encima de su cama, rápidamente le miré y sonreí, le dije que todo saldría bien, el me devolvió la sonrisa y me pidió un abrazo.
Cuando se lo dí cerró los ojos y con una sonrisa en su cara dijo

-Por favor no me sueltes.

Cuando dijo eso sus brazos calleron, me asusté mucho, traté de hacer que se levantara, pero ya era tarde.
Por unos pocos segundos juré ver su alma salír de su cuerpo y desaparecer en frente mía.
Lloré, no sé si fue por la tristeza de perderlo, por la tranquilidad de que hubiera ido al más allá, o por el hecho de que pude ver como claramente puede haber más gente en este limbo. Cualquiera que hubiera sido el caso, salí del hospital tratando de secarme las lágrima, una vez había conseguido tranquilizarme y apunto de irme recordé algo gracias al último aliento de Michael.
Yo morí junto a alguien.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Nov 05, 2020 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Memorias de un alma en penaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora