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¿Acaso un pecador como yo puede ser perdonado?

Yo, yo, yo. Un ser que fue descarado hacia las puertas del cielo, buscando amparo entre plumas albas. Buscando protección en quien debía tener lealtad.

¿Es que acaso alguien como yo siquiera merece ser mirado a la cara?

No. No lo creo.

Porque los que desobedecen son castigados. Porque sin reglas no hay orden.

Y en mí no perseveró la obediencia. Dejé ingenuamente que me sucumbiera el pecado, el desorden, el caos. Es por eso que ahora el castigo está siendo tan doloroso, tan letal.

Parte del sufrimiento siendo el anhelo hacia aquello poseído por un instante.

Mis alas.

Oh, mis alas.

Pobres de ellas, a causa mía tienen que pagar lo que mi alma debería pagar en vez de ellas.

Aquellas plumas brillosas ya empezaron a perder luz. Empezaron a pudrirse.

Y mi esencia con ellas.

Porque ellas avisan mediante su brillo lo mucho que el alma está pura, con vida.

Pero mi alma ya se encuentra quebrando. Ese demonio me ha convertido en porcelana. Un ser frágil, inútil, débil.

Él se encarga de lanzarme una y otra vez contra el suelo. Y no se detendrá hasta ver únicamente polvo. Las sobras de lo que una vez fui. De lo que aspiraba a ser y nunca pude.

Todos aquellos que caminan sobre las nubes, o quiénes quieren llegar allí saben, que lo más importante para un ángel son sus alas, porque las alas son la llave que abrirá las puertas del cielo.

Miseria, eso es lo único que me espera acá abajo.

Agonía, es lo que sufrirá mi ser.

Desecho, es como me siento.

Ellos ya se deben haber olvidado de mí. Yoongi ya no debe ni recordarme, porque de seguro se encuentra entrenando a mejores guerreros.

Pero aún así, cuánto quisiera que haya venido por mi, que me haya librado de este infierno.

¿Pero quién rescataría a un pecador?

El cielo merece a guerreros fuertes. Y sin embargo yo soy débil.

No soy merecedor de nada.

¿De nada? ¿Siquiera de preocupación?

¿Quién podría preocuparse de alguien como yo?

Es absurdo pensar solo en el bien de los demás. Empieza a ser más egoísta, a reclamar lo que te mereces.

¿Qué podría merecer una basura como yo?

Las alas eran tuyas por derecho. Te lo arrebataron. Te lo mereces.

Las alas.

Mis alas.

Con tristeza tanteaba la tela de mi espalda, donde se supone que deberían estar mis alas brillando con fulgor, coquetas y delicadas.

Aquellas que merezco.

Aquellas que me arrebataron como ladrones.

Por lo menos me hubieran dado esa dicha.

Pero el cielo es injusto con quien no sigue sus reglas.

Porque es una dictadura gobernada por un sabio que prefiere hacer oídos sordos a las quejas, para en cambio ponerle atención a las faltas diminutas.

El castigo de un Ángel | TaekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora