—¿Estás seguro de que acá va a estar bien? Se ve medio raro...
—No me alcanza para nada más y no hay espacio en ninguna parte, además ya van a ser las nueve de la noche, ¿quiere usted dormir en la calle? —dijo un poco enojado Miguel
—¡¿Cómo fue que pasamos toda la tarde buscando dónde dormir?! —reclamó Alexander.
—Alguien dijo que su mejor amigo vivía demasiado lejos como para ir, y con esta cantidad de dinero hubiese sido raro encontrar algo enseguida...
—¿Qué pasó con el tipo tierno de la mañana? Me lo cambiaron por uno que se enoja fácil, ¿qué debería hacer? Si el hombre lindo de la mañana no está, supongo que sí puedo ir caminando hasta donde José.
El cristiano cayendo en el juego de su interlocutor, sonrió.
—Ah, supongo que usted sería capaz de dejarme solo en un lugar como este... Si me pasa algo nadie se enterará, y todo porque mi única compañía se fue con otro al descubrirme también humano, bueno, el lado positivo es que incluso así no me moriré —dijo fingiendo tristeza.
—Si ya estás muerto, es trampa decir que no te morirás...
—Es esa una ventaja que no tenemos muchos, no sería un error que usted me considerara superior por ello —acotó arrogante el cristiano.
Una pensión tristemente pequeña, de muros de adobe agrietados por el terremoto, techos bajos que hacían sentir todo el año invierno, suelo de baldosas rotas y probablemente, camas no muy aseadas de sábanas tan finas como servilletas, ocupada por pocas familias con graves problemas de violencia, cuyos gritos se ahogaban entre las paredes. Miguel había conseguido regatear por una habitación, su dueña, una señora bajita pero de carácter abrumador solo se permitió perder dinero porque "Un hombre extraño, pero amable", le estaba pidiendo un favor.
Por dentro, la habitación era tan bella como se podría haber adivinado desde la entrada. Nada estaba limpio, habían dos camas incómodas y pequeñas, la ventana no tenía vidrio, ni una tapa de madera para que el frío no entrase. Las bajas temperaturas solo podían ser aminoradas por la luz de una vela que les habían prestado. La oscuridad y el perturbador silencio de los demás vecinos, eran las cosas que en ella más resaltaban.
—Bueno, podría haber sido peor —dijo Alexander mientras se desabotonaba la camisa.
—¿Cree usted eso o lo dice para molestarme?
—Lo digo en serio, podría haber habido una sola cama —contestó.
—Sí, tiene razón —dijo Miguel quitándose la corbata—. Pensé que era otra de sus bromas.
—Me temo estimado, que ha pensado mal... Aunque, de haber habido una sola cama, quizás yo me habría aprovechado, es una lástima.
—Si va a empezar a decir cosas como esas, espero que se haga responsable.
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CONFIESO QUE NO CREO [COMPLETA]
RomanceAlexander Ansora de Baradín, es un joven periodista con gran talento y gusto por la literatura que se ve en la repentina obligación de contraer matrimonio con una muchacha de tan solo diecisiete años de edad, que para colmo, está enamorada de su mej...