El pacto de Miguel y sus recuerdos de infancia, no estaban en absoluto relacionados con la fe, sino más bien con la culpa hacia su propia ineficiencia.
La soledad que vivía la sentía merecida, pero la odiaba; el lejano recuerdo de su primer amor le hacía feliz, a la vez que lo torturaba con un dejo de injusticia.
"Yo ya no soy de esa forma". Dijo en pensamientos el creyente, bastante equivocado. Sin notar como alguien le hacía compañía frente al altar.
—Julián estaría muy decepcionado de ti si se enterara de esto...no ¿quizás celoso? Bueno, si estuviera vivo, es algo muy probable —la voz que contestaba a los pensamientos de Sánchez, pertenecía al único ser no humano capaz de responder las plegarias de los desahuciados.
Un escalofrío recorrió la espalda de Miguel y su frente se cubrió de sudor, sabía muy bien quién le estaba hablando.
—¿Qué clase de bienvenida es esta? ¿Así es como vas a recibir a tu socio? Vamos, trabajo duro para mantenerte con vida y me tratas tan fríamente... Podría llorar. Sabes bien que no te conviene ignorarme, ¿o será que no te importa ese cura?
—...¡¿Por...por qué has venido?! ¡Él no tiene nada que ver conmigo! yo...yo solo... -Miguel trató de parecer fuerte alzando su voz, mas su imagen era lamentable.
—¿Sabes? Si realmente tuvieras tanta fe en Dios, no tendrías problema en dirigirte hacia mí, pero estás temblando y no te atreves a mirarme, eso significa que estás conciente de que Dios no te salvará del infierno y que nadie lo hará ¡oh! ¡Quizás Alexander pueda! Alexander Ansora, ese tipo es tan extraño que no me sorprendería ver como logra enviarte al cielo. Pero eso no me convendría ¿o sí? —acotó entre risas, pasándose cabello entre uno de sus cuernos.
El Diablo había entretejido un cruel plan para evitar que Miguel se alejara del cura, mas la psicología humana le era algo totalmente ajeno y poco o nada podía diferenciar entre amenazar y hacer un favor.
—¿Por qué le sigues mencionando? Yo...yo no voy a volver a esa iglesia nunca más. Él es una buena persona y a diferencia de mí, no tendrá problemas en ignorarte o mandarte lejos. Es a mí a quien te tienes que llevar ¿por qué no solo dejas en paz a los demás? Mi alma es tuya, lo reconozco...pero por favor no involucres a las buenas almas en mis problemas —le contestó Miguel, sin mirarlo pero con la fortaleza que la mayoría olvidaba que tenía.
—No, tú vas a volver, tarde o temprano te sentarás en ese confesionario y mirarás de frente a lo que ahora temes, muy probablemente te sorprenderás. No voy a permitir que te alejes de esta zona; estoy seguro de que no te diste cuenta, pero ¿no notaste que no hay nadie más aquí? Ni casas, ni campos, nada. De acá no te voy a dejar salir y gracias a que le hablaste, ese hombre estará encerrado también. Más te vale hacerle compañía, sino ¿quién sabe lo que le podría llegar a suceder? —Luci era incapaz de entender lo que estaba generando en Miguel, pero sí sabía que había sembrado dos cosas dentro de su corazón, sentido de responsabilidad y dependencia.
Nadie puede sentir amor hacia alguien que recién conoce, esa es la mayor de las verdades, pero muchas veces malinterpretada, porque pocos son capaces de diferenciar entre amor, gusto y atracción. El Diablo, sabiendo que Miguel se sentiría atraído hacia la imagen física de Alexander, manipuló levemente el alma del creyente, para que pudiera pronto confundir su necesidad de compañía con gusto.
"Al final viene a ser lo mismo. El amor que sienten los humanos no es más que el deseo de mantener vivo a un otro. Si se obsesiona con la idea de protegerlo de la muerte, probablemente sus sentimientos crezcan con mayor rapidez. El único problema es Alexander, ese tipo nunca ha amado a nadie sinceramente, solo se fija en el físico la mayoría de las veces, con él será más difícil. Bueno, supongo que si no lo puedo manipular, realmente ha llegado a convertirse en mi amigo". Pensaba Luci mientras se movía lentamente cerca de Sánchez.
—El sueño de esta noche estuvo lindo, no pensé que tuviera esa clase de gustos—"El innombrable", se acercó a él y tocándole con suavidad la espalda continuó—. Es broma, se te nota a la legua que te gusta esto, sino no lo harías tanto. ¿Qué pensaría el "señor cura" de esto? Quién sabe, a lo mejor te ayuda si se lo pides. Con la manda me refiero, espero que no hayas pensado en nada raro.
—Dijiste que solo estábamos Alexander y yo en la zona, ¿qué le has hecho al señor que vive en la iglesia? ¿Está bien? -preguntó Miguel, para ocultar su vergüenza y enojo.
—Estoy muy bien la verdad, disfrutando de como colapsas tratando de negar lo que realmente deseas. ¿Por? Ah, espero no le cuentes al señor cura quién soy, le quitaría lo divertido.
Solo en ese momento, el creyente se levantó para encarar a su interlocutor, pero ya no había nadie haciéndole compañía, por lo menos no a simple vista.
Se quedó parado así un rato, inmóvil simplemente mirando a sus sentimientos desvanecerse entre la lógica y la moral. Sin tomarle importancia al frío ni a sus heridas, como llamando sin quererlo a la debilidad generada por una enfermedad.
Miguel sabía que debía ir a la iglesia para asegurarse de que nada le pudiera pasar a Alexander debido a su irresponsabilidad, pero también sabía que si seguía viéndolo, muy probablemente terminaría rompiendo la promesa que le hizo a quién fue su primer amor y terminaría de quebrar el matrimonio que mantenía con la mujer que lo abandonó.—¡Lo juro! ¡Yo no seré como tú! ¡No terminaré de esa forma! ¡Yo no te querré! -fue lo último que le dijo a su compañero de clase en el internado, justo antes de que el muchacho terminara por cometer suicidio.
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CONFIESO QUE NO CREO [COMPLETA]
RomanceAlexander Ansora de Baradín, es un joven periodista con gran talento y gusto por la literatura que se ve en la repentina obligación de contraer matrimonio con una muchacha de tan solo diecisiete años de edad, que para colmo, está enamorada de su mej...