Capítulo 2 - El Bosque Alto de Isolia

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—Vaya, vaya. No esperaba encontrarte por nuestros lares, Keinar ¿¡Dónde está ese mocoso!?

 —Relájate. El chico se ha ido. —El arquero mantenía su postura defensiva con una mano a cada lado, preparadas para desenvainar al instante las dos espadas cortas que descansaban en su cinturón.

 —¿Qué haces tan lejos de tu tierra? Me pregunto qué asuntos te han traído hasta aquí—Huner se mostraba más confiado y en vez de mantener su mano derecha en la empuñadura de su inmenso y pesado mandoble, se cruzaba de brazos y sonreía con soberbia.

 —Mis asuntos no son de tu incumbencia.

 —Pero si le incumben al rey —dijo mientras comenzaba a reír.

 —No respondo ante Vartyan ni ante nadie, y mucho menos ante ti. —Su tono de voz comenzaba a mostrar exasperación, pero mantuvo su compostura, esperando el momento adecuado para atacar.

 —Estás pisando sus tierras ¡Estos son sus dominios! Y acabas de impedir que se cumpla su voluntad. —Su expresión cambió y apretó los dientes con fuerza a la vez que adelantaba el pie derecho hacia Keinar.— ¿Cuál crees que es el castigo por tamaña osadía?

 —No lo intentes, ya sabes cómo acabaría. —Apretó las empuñaduras doradas y, aunque Huner no pudo verlo debido a la máscara bajo la que ocultaba su rostro, cambió su expresión y se concentró preparándose para el ataque.

 —Tranquilo, guapito, tú no eres mi objetivo. No sé por qué, pero el rey te quiere vivo. —Volvió a recuperar su sonrisa cargada de arrogancia y le preguntó—: ¿Dónde ha ido?

 —Desconozco su paradero.

 —¿Le sigues y luego pierdes su rastro? Eso no es propio de ti. No me estarás ocultando nada ¿Verdad? —le preguntó mientras apoyaba su mano enguantada en el pomo del mandoble.

 —No hables como si me conocieras, lobo. —Keinar captó el movimiento de Huner y adoptó su postura de combate. Separó sus pies, adelantando el derecho a la vez que giraba su cadera, y flexionó ligeramente las rodillas sin que sus manos soltaran la empuñadura de sus armas en ningún momento.

 —Está bien, veo que no estás dispuesto a hablar. Relaja esa pose… No voy a atacarte, ya te lo he dicho antes.

 —Sí, lo has dicho, pero yo no. No dejaré que se lo entregues a ese tirano.

 Elevó en el aire sus dos espadas en paralelo y dirigió su ataque al hombro izquierdo del caballero del rey para intentar sentenciar el combate con un solo golpe certero, pero Huner no se lo iba a poner tan fácil y se libró de ser atravesado por las afiladas hojas gracias a que pudo girar a tiempo su cuerpo y elevar por encima de su cabeza el brazal de acero esperino(1) del antebrazo derecho, ya que el otro carecía de tal protección.

 Violentas estocadas iban y venían a una velocidad difícilmente imitable, bloqueadas todas ellas por el inmenso mandoble que Huner parecía mover con la ligereza de una daga. La agresividad de Keinar no le ofrecía descanso a su adversario, y tampoco le permitía abandonar su postura defensiva, si lo intentaba sabía que era muy probable que una de las espadas desgarrara su carne o atravesara su armadura, así que esperó hasta que el habilidoso espadachín reculó para recuperar el aliento y se lanzó al ataque con un poderoso golpe dirigido directamente a su cabeza. Keinar adivinó sin problema sus intenciones y se puso de cuclillas a la vez que giraba su cuerpo con la pierna derecha estirada para propinar una patada al tobillo del sorprendido caballero, quien cayó al suelo de bruces sin esperarse esa acrobacia.

 —¡Maldito mono! —La rabia volvió a acrecentarse en su interior cuando notó una bota aplastando su trasero a la vez que algo frío y muy puntiagudo paseaba por su nuca. —¡Deja a un lado esos trucos sucios y lucha como un hombre!

Leyendas de Astharon - Volumen I - La Senda del GuerreroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora