El ambiente de completo silencio que se había formado en el taxi comenzaba a incomodar a Deween.
Los tres compañeros se dirigían hacia el lugar dónde Lestrade les había indicado que se había cometido el suicidio, mas ni John ni ella tenían la más mínima idea de que pintaban exactamente en todo eso.
—¿Alguna pregunta? —habló por fin Sherlock tras no haberles dirigido la palabra en todo el trayecto, con su vista continuamente fija sobre la pantalla de su teléfono.
—¿A dónde vamos? —fue Watson el primero en preguntar, dirigiendo su mirada hacia el moreno.
—Hacia la escena del crimen, ¿no es obvio? —le respondió algo altivo Holmes pasando su mirada hacia John y luego hacia la joven, quién se encontraba sentada entre ambos hombres.
—¿Quién eres?, ¿a qué te dedicas? —Deween no se hizo esperar y las palabras salieron como un disparo de su boca.
Sherlock la contempló por unos instantes y, finalmente, respondió.
—¿Tú qué crees? —fue su única respuesta, al tiempo que una medio sonrisa escapaba de sus labios.
—Diría que eres un detective privado—le contestó ella dejando un pequeño margen de duda.
—¿Pero?... —la secundó de nuevo Holmes.
—Pero la policía no consulta a detectives privados —se unió por fin John a ese pequeño pero intrigante complot.
—Exacto, y eso es porque soy detective, sí, pero asesor —ante las miradas de duda de ambos amigos, Sherlock continuó con la explicación—. Soy el único en el mundo, yo inventé el puesto. Mi trabajo consiste, básicamente, en que cuando la policía se encuentra perdida en un caso, que es casi siempre, acuden a mí para que lo resuelva —finalizó con tono y expresión triunfante.
—Pero la policía no consulta a detectives amateur —le reprochó John, con intención de herir su ego.
Ante tales palabras, Sherlock le dedicó una mirada fulminante al médico y volvió de nuevo la vista al frente.
—Viendo que el hecho de haber deducido la vida de tu amiga aquí presente no es prueba suficiente para tí, me veré obligado a tomar otro tipo de medidas —la joven posó su mirada sobre el detective atisbando en sus ojos azulados que, en un recóndito lugar de su mente, aún luchaba por averiguar de dónde había sacado ese color de pelo tan antinatural. Sonrió, pues tenía la certeza de que los siguientes minutos iban a ser caóticos—. Ayer, cuando te conocí, dije Afganistán o Irak, y realmente te mostraste sorprendido —comenzó Sherlock sin siquiera mirar a John directamente, al contrario que Deween y él, que no apartaban su atención del moreno.
—¿Cómo lo supiste? —se atrevió a interrumpirlo John.
—No lo supe, lo vi —declaró como si fuera lo más obvio del mundo—. Tu corte de pelo, tu porte, al igual que el de Deween, es muy militar y sobre todo tu comentario al entrar en la sala. Afirmaste que estaba muy cambiado, por lo que estudiaste en Bart's. Médico militar, por lo tanto —John y Deween compartieron una mirada de asombro—. Estás moreno, pero no de la muñeca para arriba —en este punto, una fugaz mirada de parte del detective asesor se posó sobre la joven, pues al contrario que su amigo, ella no mostraba signo alguno de piel morena a pesar de haber estado en el extranjero como John—, lo que implica que has estado fuera pero no tomando el Sol. Cojeas mucho al andar, mas cuando te encuentras de pie de forma estática no pides una silla, como si se te hubiera olvidado por completo tu dolencia —esta vez, Sherlock miró directamente a Deween y una media sonrisa se dibujó en sus finos labios—, y tal y como parece haber adivinado tu amiga hace un rato, es completamente psicosomática ya que te hirieron en la guerra, sí, pero en el hombro izquierdo —la joven sonrió satisfecha y John le regaló una mirada de orgullo a aquella a quién consideraba como una hermana—. Todo eso en conjunto solo me dejaba dos opciones: Afganistán o Irak.
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Nuestra Unión no es Elemental | Sherlock
FanfictionLo que menos se imaginaba John Hamish Watson era el hecho de que aceptar la oferta de compartir el piso del 221B de Baker Street haría que su mejor amiga de la infancia, aquella a quién llevaba sin ver al menos 10 años, retornaría de nuevo a su vida...