Capítulo 4

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La puerta de la celda se abrió y me giré esperando ver de nuevo a Arkar con comida, agua y desinfectantes de heridas como los últimos días, sin embargo, el terror me invadió antes incluso de ver de quién se trataba realmente. El señor de este antro. Sus dos pozos negros de oscuridad me observaron, una enorme espada colgaba de su hombro izquierdo sobre un uniforme de combate, su mano derecha sostenía una daga con firmeza, de la que goteaba un líquido espeso, formando un charco en el suelo: Sangre. Se quitó el enorme y pesado casco y la espada de su hombro y los dejó caer pesadamente al suelo, aunque no soltó la daga, cuya empuñadura apretó con fuerza. Como la última vez, demonios y ángeles oscuros se arremolinaron alrededor de la celda. Conseguí divisar a Arkar en una esquina del pasillo, pero las sombras y su propio pelo tapaban su rostro y no podía ver su expresión.

Volví mi mirada al frente, aterrorizada.

- ¿Hoy estas habladora?

Le lancé de nuevo un mirada desafiante, a pesar de que empezaba a ver borroso por la lágrimas que amenazaban con brotar y grité, muy por encima del barullo de mi alrededor.

- ¡Jamás conseguirás que hable! -

Se hizo el silencio, y Arkar levantó la cabeza, dejando ver su expresión de asombro, que compartía con el resto de la sala. Nadie entendía cómo había conseguido reunir el valor suficiente para desafiar a aquel temible demonio.

Un puño me golpeó con fuerza la cara. Note como me ardía y tuve la certeza de que pronto empezaría a hincharse. Cuando volví la mirada de nuevo al frente encontré su cara a poco centímetros de la mía, la que hacía que sus ojos estuviesen a la misma altura que los míos.

Con gran lentitud me hizo un corte en la mejilla. Finalmente las lágrimas que había estado intentando retener cayeron e hicieron que el corte escociese aún más. Una sonrisa perversa apareció en el rostro que tenía enfrente mientras yo respiraba agitadamente. Cogió mi pierna con fuerza, y, con su daga dibujó su símbolo, el símbolo de su colonia en mi muslo. Dos espadas sobre un círculo. El dolor era insoportable y grité. De pronto la sangre salió a borbotones de la herida y él se apartó. Arkar dio un paso adelante con el ceño fruncido, como si esperase que su señor le diera la orden de curarme.

Salió de la celda.

- ¡Arkar!

- ¿Señor?

Otra sonrisa maniática apareció.

- Las heridas son muy profundas, tendrás que quemarlas para que dejen de sangrar. Y que no muera.

Arkar cogió rápidamente una antorcha y entró en la celda. Yo retrocedí varios pasos, asustada. Las lágrimas aparecieron de nuevo. De espaldas a la multitud, Arkar me observó con sus ojos ligeramente más abiertos de lo normal. La sorpresa ante mi descubrimiento hizo que yo dejase de retroceder momentáneamente, y él aprovechó el gesto para acercarse hasta mí y retenerme, sujetándome con fuerza, impidiéndome huir. Quedé prácticamente debajo de él, que me miró fijamente a los ojos. Noté el ligero temblor de su cuerpo y me limité a asentir de manera casi imperceptible. Él no estaba disfrutando esta tortura, esta vez la sufria tanto como yo.

Cogió aire lentamente y lo expulsó por la boca. Con la mandíbula apretada, acercó algún tipo de instrumento al rojo vivo que le habían dado a mi pierna. Grité de dolor y nuestros espectadores aclamaron a Arkar. El dolor era muy intenso, pero hice lo posible por mantenerme callada, y así no desconcentrar a mi "salvador", ni complacer a los espectadores.

Aquella tortura se hizo eterna para mí, aunque en realidad duró pocos minutos. Cuando terminó oí una conversación entre Arkar y el gran demonio, pero sonó lejana para mi, que estaba al borde de la inconsciencia.

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⏰ Última actualización: Nov 08, 2020 ⏰

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29 de febreroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora