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[hola ignoren esto, no creí publicar esta cosa, está en borradores desde el 2018]

[...]

— Huh, muy bien. — el chico cuernudo se encontraba frente a una cámara, acomodándola para que quede en un mejor ángulo que lo enfoque completamente. Tras él, podían observarse distintos puntos de luz en un enorme manto de oscuridad totalmente misterioso. El interior del lugar que la cámara detectaba y enfocaba era completamente blanco con una iluminación bastante fuerte en algunas zonas. — Día número... ¿sesenta? ¿sesenta y uno? ¿o tal vez sesenta y dos? — en la grabación, podía notarse cómo el joven mordía levemente su labio inferior intentando recordar algo que sabía sería imposible, mientras que con su mano acariciaba su nuca a la vez que desviaba su atención del aparato que lo filmaba. — Bueno, hace unos días dejé de pensar si es día o noche, porque la verdad no tiene caso... Y, uhm... — suspiró. — Aún no consigo reparar los propulsores, además de que hace unos días se empezó a agotar la comida. Y también... Eh... Bueno, voy a enviarles mis coordenadas nuevamente. Si alguien recibe este mensaje, envíen ayuda, soy Tord Larsson, y me enviaron al espacio para probar la nave NDL número doce, los propulsores fallaron y temo que hay muchas otras fallas y... sólo espero que vean este mensaje lo antes posible. Jeg gjentar, misjonen mislyktes. 

El chico rápidamente se acercó a la cámara para apagarla. Se sentía solo, con las estrellas como única compañía junto a una nave que iba a la deriva y quien sabe qué sucedería entonces. 

Miró por última vez por la ventana, tratando de divisar una nave que jamás llegaría a su rescate. Estaba condenado a morir solo, sin oxígeno y sin nadie que lo haya estado esperando en casa, ni nadie que lo haya tratado de traer de vuelta a la tierra, su hogar. 

— Seguramente Pau y Pat vendrán por ti, Tord. Sólo debes ser paciente y hallar un modo de arreglar el propulsor, esa es tu única misión justo ahora. Además de que, uh... tal vez deberías trabajar en dejar de hablar solo, en voz alta, en el espacio... — Tord sonrió tristemente ante su comentario, porque aún si le había hecho gracia, empezaba a darse cuenta de que la locura ya se estaba apoderando de él. Flotar en completa soledad en el infinito definitivamente no le estaba haciendo bien a su frágil mente de humano. — la locura espacial poco a poco te consume, Larsson. 

Fue a revisar los propulsores por última vez ese día sin encontrar una solución, por lo que, sin más, se dirigió a su cuarto, el único lugar que aún lo hacía sentir estable.

 Estuvo pensando al llegar a su cuarto, diversas formas de arreglar el propulsor, tenía cientos de ideas, que llevaría a cabo de no ser porque en aquella nave estaba limitado de materiales y herramientas, pues quien financiaba la misión y le otorgó el cargo había dicho que aquella chatarra no presentaba fallas. 

— Maldita sea, Matilda... ya verás cuando llegue, te voy a estrangular y... y te voy a demostrar de lo que somos capaces los comunistas, desgraciada... — lanzaba variados insultos al aire, aunque en su mente se los decía directamente en la cara a la chica que lo había mandado al aprieto en el que se encontraba, perdido en medio del espacio a pocos días de que se agote el oxígeno. — "ih  si, tird pidi  ir, vivi  cimplitiminti  sili  y nidii li qiiri  ni li vi  i ixtriñir" hablando a mis espaldas siendo que soy su jefe... tenías que ser tan cruel, ¿no, perr– ¡ugh! — sobó  su cabeza, había estado buscando algo bajo su cama, y al levantarse rápidamente se golpeó, interrumpiendo su ola de quejas por una ola de dolor. — ¿a esta mierda le llaman karma? Bien, bien, tal vez Matilda no sea tan perra. — suspiró. — tal vez. — Al no encontrar lo que estaba buscando, fue a la cama y se recostó, esperando que si iba a morir realmente en el espacio, sin sentir ningún tipo de calor humano cuando su mente se desvanezca, fuera en ese preciso momento en el que cierre los ojos y se adentre en aquel mundo de fantasía al cual llamamos sueño. Tal vez el mundo sería piadoso con él por una vez en su... vida.

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Habían pasado al menos once horas, y el noruego estaba despertando. Tenía ojeras y estaba aturdido y desorientado. 

— ¿Qué hora es... ? — preguntó inconscientemente, soltando pequeñas risas luego por darse cuenta de lo innecesario que era aquel comentario. — Como si alguien fuese a contestarme, genial.  

Fue a buscar su traje de astronauta, tenía pequeños detalles en rojo y el casco tenía un vidrio notoriamente distinto a los vidrios normales, se lo colocó y enseguida se dirigió al exterior de la nave. 

— Mhm, ¿en serio apenas me despierto debo hacer esto? — dijo en voz baja para si mismo soltando un bostezo. — acabo de levantarme, tengo hambre y... mhmm... Tocino... — sonreía al recordar y a la vez se entristecía, aquel era un sentimiento que nunca habría conocido en Tierra, y que desearía no haber conocido. No era como esas veces que se sentía tan feliz al punto de casi gritar, no, esas emociones sólo se las brindaba su planeta, el lugar que lo hacía sentir una persona, que lo hacía sentir humano de nuevo al sentir su corazón palpitar cuando construía sus máquinas, cuando veía animales, cuando alguien quien no conocía le hablaba y le hacía sentir nervioso. Dentro de aquella nave, no era más que un ser de otro mundo que sólo conocía la palabra desesperación. 

Una cuerda bastante resistente sujetaba su cuerpo mientras revisaba sobre la nave otra imperfección que podría tener, pero sólo encontró chatarra espacial. Antes, al salir de casa podía ver el sol asomarse tímidamente saludando al cielo y acariciando su pálida piel, observando su sonrisa y brindándole la calidez que sólo sentía de pequeño. El sol, el constante espectador de sus mañanas felices. 

Pero ahora no solo no lo sentía, si no que ya no veía sus cálidas llamas ni a su compañera la luna. En el espacio, el sol era peligroso.

¿Será el sol alguien que extrañe su sonrisa? 

¿Será la luna alguien que extrañe acariciar sus lágrimas de medianoche? 

¿Será él, alguien importante para la luna y el sol? 

— Veamos, chatarra, chatarra, chatarra y... ¡oh! chatarra bonita — entre la basura espacial, habían algunas cosas que no eran del todo basura, y las recogía para tener algo con qué entretenerse. — Es... una especie de cubo, muy bonito. — sujetaba entre sus delgadas manos protegidas por una capa, un cubo que brillaba suavemente en color morado tirando a negro. No era muy grande, era del tamaño de tres de sus dedos y contenía un pequeño grabado en una de las caras, algo cuyo significado desconocía por no conocer ninguna de las letras que divisaba. —¡JA! Toma eso, Pat, yo sabía que había alienígenas en el espacio. Digo, tal vez esto no sea nada, ya sabes, pero, de todas formas, yo... — poco a poco, sintió como sus mejillas se humedecían y su nariz picaba. Las pequeñas gotas descendían hasta mezclarse con su traje y no ser vistas jamás, mientras que la tristeza atacaba de nuevo su corazón y nublaba sus ojos, enrojeciendolos, porque rojo es el color del sufrimiento. — Rayos... 

Moviendo su cabeza de lado a lado, esperando que el descenso de la triste lluvia que despedían sus grises ojos se detuviera de esa forma, fue de regreso al interior de la nave, buscando algo que calmase su dolor al menos por ese momento.

Había funcionado y pudo pensar en otra cosa. 

Era hora de comer, antes de que empiece a faltar el oxígeno.

Last Night In The Space // TomTordDonde viven las historias. Descúbrelo ahora