Capítulo 8

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CAPITULO 8

23 de Agosto del 2061

Aquellos días fueron los más felices de mi vida y no me equivoco al decir que esos días fueron los más felices para él, estábamos tan unidos, siempre juntos, compartimos tanto las penas como las alegrías. En los días sucesivos disfrutamos el uno del otro. Llego el día del desembarco y quede en verme con él en la cubierta, estaba dispuesta a irme a donde él me llevara, un mareo repentino que hizo que se me revolviese el estomago me obligo a devolver todo lo que había desayunado; después de media hora, subía a cubierta y créeme desee no haber visto aquello que presencie a pocos metros. Una chica de cabellos rubios se abalanzó sobre él abrazándolo y besándolo, entonces me di cuenta de que yo sobraba, tome mi maleta y me baje por otra rampa a pocos metros de allí. Comencé a llorar, pero no de rabia más bien fue de felicidad, me gire, lo mire y le di las gracias por darme los días más felices de mi vida, jamás pensé que el destino me tenía reservada tanta felicidad.

Meses más tarde me entere que se casaba gracias a una revista que estaba encima de la mesita de la sala de espera del Ginecólogo, ese día era el primero de tantos que le seguían, pero sobre todo era el primero en que te vería por un monitor; tu corazoncito latía con una fuerza enorme, tus diminutos piececitos, tus manitas, tu cabecita, tu cuerpecito, eran el resultado del amor que nos entregamos sin reservas y sin medidas hasta el cansancio.

Sé que estuvo buscándome antes de que se casara y después de casado también me busco, pero yo no estaba dispuesta a ser la amante de un hombre casado aunque ese hombre fuese tu padre. Si lo seguía queriendo, lo seguía amando igual que ahora, pero creo que más bien tenía miedo de que te arrancara de mis brazos, sé a ciencia cierta que él hubiese sido un padre ejemplar para ti ya que nunca tuvo la dicha de tener a una personita en sus brazos de su propia sangre y eso fue porque su esposa no se los dio.

No quiero que me odies por todo esto que te he contado y el resto...para que repetir una y otra vez todo lo que ya sabes. Solo quiero que me entiendas y que quieras a tu padre si alguna vez te decides ir a conocerlo, pero entiéndeme tu has sido lo único verdadero que he tenido y no estaba dispuesta que me alejaran de ti, tu eres mi niña, mi vida, mi todo.

Sé que me queda muy poco y quiero pedirte un favor, entre estas hojas hay una carta que le he escrito a tu padre junto a una foto, envíala al correo, la dirección la encontraras en el fondo de mi joyero. No quiero que me odies por haberte ocultado que siempre supe donde vivía tu padre. Recuerda que te quiero, que siempre serás mi niña consentida, nunca te olvides de mí mi cielo.

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TRES SEMANAS MÁS TARDE.......

13 de Septiembre del 2061

-Ese fue el último deseo de mi madre, echar esa carta al correo, pero he creído que era mejor traérsela personalmente.

Frente a ella tenía a un hombre mayor de unos setenta y dos años de edad, pelo blanco como la nieve aunque sus cejas seguían de color negro e igual de pobladas, sus ojos negros; una pequeña perilla asomaba por su barbilla en tonos grises.

-Pase por favor no se quede en la puerta- la dejo pasar a la enorme sala que tenía en la entrada como recibidor –creo que mejor nos vamos a mi estudio.

-Como usted desee- quería gritarle que era su hija, pero se contuvo.

-Si la he hecho pasar ha sido nada más por educación. Ahora dígame realmente ¿a qué debo el honor de su visita?- le preguntó Can.

-Yo vengo buscando al señor Yaman.

-Yo soy el señor Yaman. Can Yaman ¿y usted señorita?

-Mi nombre es –trago saliva –Pepi Reyes.

Al oír nuevamente aquel nombre, el corazón le dio un salto de alegría. Sí, miró detenidamente a la chica que tenía frente a él, se parecía mucho a la mujer que le dio los momentos más felices de su vida y con la cual quiso estar siempre para envejecer a su lado, pero ella lo dejó sin ninguna explicación y tal como apreció en su vida de sorpresa, desapareció el mismo día que llegaron a puerto. Esa chica tenía el mismo cabello que su madre, la misma sonrisa, la misma boca, pero los ojos eran del mismo color que los de él.

-Mire señorita, le advierto que si esto es una broma no me está gustando en absoluto, así que por favor le pido que se marche y deje de molestarme- le contestó al mismo tiempo que se acercaba a la puerta del estudió abriéndola de ese modo para que ella saliera de su casa en ese mismo instante.

-Entiendo perfectamente que se sorprenda al oír mi nombre y el que le suene mucho es inevitable ya que Pepi Reyes era mi madre y usted es.....mejor le dejo la carta que mi madre escribió para usted –cuanto trabajo le costaba decirle usted, solo ella de momento sabía quién era él –le dejo mi tarjeta con mi número de teléfono y mi dirección.

-No necesito nada de usted señorita, solo deseo que salga de mi casa.

Pepi salió de la casa de su padre y marchó en dirección al parque más cercano dando un paseo, quería analizar lo que acababa de pasar. Mientras tanto Can se volvió a sentar en su sillón mientras abría el sobre y sacaba de ella una hoja doblada, la desdobló y comenzó a leer...

"Me he decidido a escribirte esta carta después de tantos años, aunque en realidad siempre te tengo presente. Te quiero igual que el primer día, te amo cada días más y ni después de muerta dejare de amarte. Quiero que sepas que hubiese ido contigo al fin del mundo, pero la aparición de la chica que ahora es tu esposa, me hizo comprender cuál era mi lugar y mi lugar era estar lejos de ti.

¿Cómo supe que te casabas? Fue casualidad, yo me encontraba en mi primera visita al ginecólogo y ahí lo supe por una revista. Para ese momento un corazoncito ya latía dentro de mi vientre, crecía a pasos agigantados, sí, estaba embarazada de dos meses, tenía unas ganas enormes de decírtelo, de gritárselo a todo el mundo, pero tú te casabas y decidí no decir nada. De todos modos estaba feliz por tener en mi vientre un trozo de ti que se iba formando dentro de mi cuerpo...tu hija. Decidí ponerle mi nombre.

Ya es una mujer, además ha heredado mi don de escribir y a su corta edad es una de las escritoras más prestigiosas de Turquía. Espero que la conozcas algún día, tiene tus mismos ojos, cada vez que me miraban era como si lo hicieras tu.

En cierto modo a veces pensé que me encontrarías, pero definitivamente fui más lista que todos aquellos detectives que contrataste.

Dejemos el pasado. Ojalá conocieras a nuestra hija, es lo más hermoso que me regalaste, ahora que me queda muy poco, quiero pedirte que si la ves, por favor no la dejes marchar, ella te necesita, te quiere con locura, eres su padre y eso ella siempre lo supo desde que empezó a tener uso de razón. No conoce el odió, ni el rencor, porque yo siempre le hable bien de ti. Cuídala, quiérela, mímala si hace falta, eres lo único que le queda aquí ya que mi partida es inevitable, la leucemia me consume día a día.

El día que estés leyendo esto será porque ya no estaré en este mundo, aunque si estaré a tu lado como siempre lo he estado. Junto a esta carta encontraras una foto muy antigua, esa fue la primera foto que me hice con nuestra hija. Ni te imaginas cuanto me duele esta despedida, nunca llegue a imaginar que tendría que despedirme de ti, así que mejor te digo un "hasta luego", nos veremos al final de camino.

Siempre tuya, eternamente.

Pepi Reyes"

Continuará...

Continuará

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