CAPÍTULO 3

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El humo y el ruido provocado por las personas que llegaban tarde dificultaban apreciar lo hermosa que era la estación de King Cross e impedían que uno se fijase en cada detalle pero aún así conseguí fijarme en los oxidados trenes, como estos llegaban a la estación, primero con un suave murmullo el cual terminaba convirtiéndose en un desagradable chirrido hasta que paraba y entonces miles de cabezas se agolpaban a las entradas para coger su tren hacia quien sabe dónde, en general, la estación siempre había sido un cúmulo de personas pareciendo pollos sin cabeza, corriendo hacia el tren al que no llegan. En ese aspecto éramos igual que los muggles pues nosotros también corríamos hacia nuestro tren, pese a que no llegábamos tarde, era como algo contagioso.
Entre todos llamábamos demasiado la atención pues llevábamos entres seis y siete carritos con grandes baúles y jaulas con animales que ululaban, maullaban o gruñian, en mi caso, llevaba una hermosa lechuza gris que mi madre me había regalado y la cual parecía algo estresada, no debía de hacerle mucha gracia tanto ruido y suciedad pero la soltaría nada más llegar.
El plan de mi madre y mis tías había sido salir temprano para pasar algo más inadvertidos, pero al parecer, no habían sido las únicas que lo habían pensado y por eso, además de los carros de mis primos y el mío propio, se podían ver muchos otros de otros alumnos de Hogwarts, no se nos daba muy bien escondernos la verdad pero los muggles prefieren creer cualquier cosa antes que en la magia así que esa ignorancia siempre juega a nuestro favor.

Una vez que llegamos al muro del andén 9 y 3/4, la única entrada al andén, nos pusimos frente a él y fuimos cruzando muy poco a poco para no llamar de más la atención, aunque dudaba que los humanos se estuvieran fijando en que una enorme familia estaba desapareciendo poco a poco tras cruzar un muro.
Primero cruzaron mis primos mayores, seguidos de sus padres que a su vez los siguieron Kyon, Juls con sus padres y por último, mis padres y yo. No era la primera vez que lo veía ni lo hacía, llevaba acompañando dos años a mis primos para despedirlos en la estación porque mi cabezonería así lo había querido y por supuesto, mi padre no se iba a negar a poder ver aquel lugar tan mágico, sin embargo, aquel año era diferente, cruzaba el andén para no volver en meses y eso me ponía de los nervios, por muchas ganas que tuviese, entonces sentí una mano sobre mi hombro, era mi padre, me miró muy orgulloso y sonriente y luego miró fijamente al muro, yo le sonreí nerviosa, luego miré a mi madre que miraba con cariño a mi padre por aquel gesto y luego me miró a mi de la misma forma.
- ¿Nos vamos ya? - me dijo
Segundos después los tres corríamos hacia el muro y cuando volví a abrir los ojos me encontraba ya en el andén 9 3/4.
También había humo allí y miles de personas pero el aire olia a chuche y madera quemada y era realmente agradable, allí la luz entraba con mucha más intensidad por las cristaleras que representaban distintas figuras que se movían inquietas por el ajetreo de aquel día tan importante, pero sin duda, lo que más llamó mi atención fue aquel enorme tren escarlata brillante que se erigía tan poderoso en la estación, sin duda maravilloso.
Tras un rato esquivando a la multitud y saludando a caras conocidas como a Lia que hablaba con otros alumnos, probablemente amigos de Hufflepuff, mi madre se encontró con unos amigos de su juventud, habían estudiado juntos y ellos dos habían terminado casándose y teniendo tres hijos, uno se dirigía ya a su tercer año y para la pequeña era el primero, por supuesto, descubrí que no era coincidencia que nos lo hubiéramos encontrado, habían actuado muy bien hasta que me presentaron a su hija, otra artimaña para que hiciera amigos, pero ellos no sabían que ya no me moría de vergüenza por hablar con desconocidos y, aunque algo molesta, accedí a conversar con la chica.
Su nombre era Kayla, tenía el pelo oscuro, casi negro y unos ojos casi del mismo color pero que brillaban de forma extraña, casi enigmáticamente, además era muy pálida y al ser tan oscuro su por, lo parecía aún más.
Conforme hablaba con ella pude ver que era realmente tímida, casi temía hablar y se podía ver cómo sus ojos no paraban de ir de un lado a otro parando siempre en sus padres como pidiéndoles ayuda y sentí que debía conseguir que confiara en mi para que sintiera menos miedo pues iba a estar mucho tiempo separada de ellos, así que le hable de mi, de lo tímida que era yo también, le dije que era mestiza e incluso le hablé de mis primos consiguiendo que se soltara un poco y me contara cosas sobre ella como que tenía un hermano mayor que estudiaba y creaba pociones y siempre estaba viajando y también supe que a ella también le llamaba la atención aquel mundo, todas las opciones que existían y su elaboración y estuve segura de que se le daría más que bien aquella asignatura, finalmente conseguí que se deshiciera de parte de aquella inquietud con la que la había conocido pero tan pronto como sonó el silbato que señalaba que apenas quedaban unos minutos para la salida del tren a Hogwarts, sus ojos volvieron a mostrar miedo así que antes de que volviera con sus padres le pedí que se sentara conmigo en el tren y ella asintió con rapidez antes de desaparecer entre la multitud.

Agnes SnydeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora