𝐎𝐧 𝐭𝐡𝐞 𝐄𝐝𝐠𝐞. [𝘨𝘢𝘺]

Puente Colgante.

Jesse se mete el pulgar en la boca distraídamente mientras observa al Sr. White alejarse de la casa rodante, tirando de su traje protector hasta la cintura, hablando con su esposa por teléfono y diciendo una docena de excusas pobres, todo en un suspiro. A veces Jesse se siente un poco mal por el tipo, pero como sea, después de todo fue su elección comenzar a cocinar metanfetamina y mentirle a su esposa. No es su problema.

Pero la parte que sí es su problema, es el hecho de que ha estado atrapado en esta estúpida casa rodante durante horas y horas cada pocos días desde que comenzó esta asociación y está empezando a perder la cabeza. Desde que Emilio y Krazy-8 murieron, Jesse no ha logrado apagar este sentimiento sólido, inquebrantable y poderoso por el Sr. White que comenzó a crecer por su columna vertebral y abrazó sus entrañas.

Enrolla su lengua alrededor de su pulgar. El tipo había asesinado directamente a dos pandilleros y luego habían limpiado la sangre juntos. Es difícil no sentir que le debe la vida al Sr. White, porque se da cuenta de que probablemente hubieran venido por su trasero tarde o temprano, y ahora que ya está hecho, no puede evitar sentir que tienen esta conexión especial de alguna manera.

Se saca el pulgar de la boca en el instante en el que el Sr. White hace un movimiento, como si estuviera a punto de colgar y volver hacia la caravana, pero no lo hace, y en su lugar comienza a hacer movimientos en el aire con su mano . Está discutiendo con su esposa sobre Dios sabe qué. Por un momento, considera volver a chuparse el pulgar, pero estaba a punto de colgar, por lo que Jesse saca un cigarrillo y succiona eso en su lugar.

Algo está jodido en su cabeza y no sabe cómo solucionarlo. Piensa en lo jodidamente asustado que estaba cuando Krazy-8 lo arrastró al desierto, y cómo el Sr. White hizo que muriera, incluso si eso tomó algunas discusiones y errores. Cómo había regresado a casa para encontrarla impecable y el peligro en su sótano perfectamente resuelto.

Piensa en cómo Tuco lo había golpeado tanto que terminó en el hospital y en como el Sr. White fue hacia Salamanca, lo amenazó y se salió con la suya. El Sr. White le había devuelto hasta el último centavo y más, por la factura del hospital. Jesse, honestamente, no estaba preparado para lo loco y un poco rudo que estaba empezando a ser su antiguo profesor de química. A veces todavía lo pilla desprevenido cuando piensa en toda la mierda que ha hecho.

Y piensa en como Tuco mató a ese tipo en ese mismo momento, frente a ellos, en el depósito de chatarra, y en cómo el Sr. White había estado allí junto a él, igualmente asustado. De alguna manera, sin embargo, Jesse en el fondo sabía que el Sr. White se ocuparía de eso si se trataba de ellos o de Tuco. Siempre tuvo un plan. Jesse puede confiar en eso, no importa qué.

Cuando Tuco se salió de control, se le ocurrió un plan después de todo, tal como sabía que haría: ricina. Ni siquiera sabe cómo funcionaba esa mierda, pero él le cree al Sr. White cuando dijo que a Tuco le habría jodido el día si hubieran logrado que lo tomara.

El cosquilleo del sol le hace recordar lo estrecho y oscuro que estaba el maletero de su coche, apretado contra el Sr. White y convencido de que ese iba a ser el último rostro amistoso que vería. Algo cambió irreversiblemente en él en ese momento, que lo empujó aún más y más en este extraño vínculo que habían atado a su alrededor.

Y ahora Tuco está muerto. Y son libres de hacer lo que quieran, tomar el control justo donde él lo dejó. Solo él y el Sr. White, directamente saltando desde el jodido borde de la cordura hacia algo bizarro, al mundo al revés, donde no hay nada más que drogas, dinero y sangre.

El cigarrillo se incinera hasta la colilla. Lo apaga con cuidado en la tierra y se muerde las uñas, tratando de evitar perseguir esos recuerdos en círculos.