4

11 1 0
                                        

Te amo, para siempre.

-

Anoche dormí con una inmensa sonrisa en mi rostro. Era difícil creer que todo lo que había sucedido la noche anterior no era un sueño. Abrí los ojos lentamente, y lo primero que vi fue el anillo en mi mano, sencillo, pero con un gran significado. Sabía que no era costoso, pero eso no importaba. Hugo lo había escogido para mí, y me había prometido, entre risas, que algún día trabajaría tan duro que me compraría un diamante gigante.

- Como si necesitara uno de esos para amarlo más - susurré, sonriendo para mí misma.

Me levanté, todavía en una nube de felicidad. Caminé hacia la cocina, donde encontré a mi madre ya ocupada con sus quehaceres, y no pude evitar que una pequeña melodía se escapara de mis labios.

- ¡Buenos días, madre míaaa! - canturreé alegremente llegando a su lado.

Mi madre me miró divertida, con una sonrisa que reconocí al instante.

- Esa sonrisa la conozco a la perfección - dijo mientras removía algo en la estufa - Un joven cerrajero nuevo en la ciudad me causó esa misma sonrisa hace veinte años - agregó, lanzándome una mirada llena de cariño.

Mi sonrisa se suavizó un poco, y el aire se llenó de una mezcla de nostalgia y amor.

- Hubiera deseado que papá estuviera presente anoche - murmuré, sintiendo el peso de esa ausencia, como siempre.

Mi madre dejó lo que estaba haciendo y se acercó, poniendo su mano cálida sobre mi cabello.

- Él siempre está con nosotras, Jeanie. Por eso hemos sido tan fuertes, por eso hemos sabido salir adelante - dijo suavemente, mirándome con ojos llenos de sabiduría. Había algo en la manera en que lo decía que me dio paz, aunque solo fuera un poco.

Después de un momento de silencio, volvió a su tono animado.

- Por cierto, ya hablé con la modista a primera hora - anunció de repente, con una sonrisa traviesa.

La miré curiosa sin entender.

- ¿Y qué le dijiste? - pregunté.

- Me dijo que tomará tus medidas hoy mismo, y desde ya comenzará a idear tu vestido de novia -dijo con una emoción casi infantil.

- ¡Madre! - protesté, cruzándome de brazos, sorprendida por la rapidez con la que todo avanzaba- ¡Ni siquiera nos vamos a casar tan pronto! Pueden pasar años antes de que eso suceda.

Mi madre me miró con el ceño fruncido, como si hubiera dicho algo ilógico.

- No digas esas cosas o tu boda nunca se llevará a cabo. Eso es de mala suerte, Jeaneth - dijo en un tono serio.

No pude evitar reírme un poco ante su superstición.

- Escucha, esa boda sucederá, pero algún día - le dije con más calma, tratando de tranquilizarla, mientras me sentaba en la mesa a disfrutar de unas galletas.

Ella me miró como si no estuviera completamente convencida, pero terminó colocando una taza de leche frente a mí.

- Solo te aconsejo, que no juegues con el destino, Jeanie - dijo mientras negaba con la cabeza.

Suspiré.

- Está bien, iré contigo a ver a la modista más tarde - dije, resignada. Inmediatamente, vi cómo su rostro se iluminaba con satisfacción.

- Bien y ponte algo bonito, salimos en veinte minutos - dijo con una sonrisa de triunfo.

Rodé los ojos, terminando mi leche y dirigiéndome a mi habitación. Me vestí con una falda, una camisa blanca, y me puse un suéter de lana azul. Mis botas negras y la gabardina completaron el look. No podía evitar pensar lo raro que sería pasar de pedir medidas para una falda a medir todo mi cuerpo para un vestido y no cualquier vestido, si no uno de novia.

♱ SINGULAR: La EliteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora