7

25 2 0
                                        

Me dejaste...nunca regresaste.

-

Sentí el penetrante olor a alcohol invadir mis fosas nasales. Abrí los ojos de golpe y ahí estaba, frente a mí, el mayor de los fantasmas de mi pasado: mi padre, con una mirada fría que me heló la sangre.

- Qué bueno que despiertas, el jefe me hubiera matado si no despertabas - dijo el moreno que me miraba aliviado. Lo miré con seriedad, mi corazón se encontraba latiendo descontrolado.

- ¿Tú también lo ves? - pregunté con confusión, señalando débilmente con un dedo tembloroso al que se suponía era mi padre.

- Hola, Jeaneth - dijo mi padre, interrumpiendo el aire denso de la habitación. Sus palabras fueron un eco familiar que me desarmó.

- No... no eres tú - repliqué, sintiendo las lágrimas asomarse. Él se acercó, extendiéndome la mano, ayudándome a ponerme de pie.

- Soy yo, Jean - dijo, y en ese instante, salté a sus brazos. Era él: lo sabía por su aroma, su voz, esto era todo lo que había alguna vez anhelado.

- ¿Por qué no regresaste? ¿Por qué? - pregunté, entre sollozos, mientras él me soltaba y tomaba mis hombros con firmeza, mirándome a los ojos.

- Escucha, aquí no podemos hablar, Jeaneth - dijo con seriedad. Miré a mi alrededor; la gente nos observaba, sus murmullos resonando en la habitación.

- Te llevaré a casa - anunció, y la confusión se apoderó de mí.

- ¿A casa? - pregunté, incapaz de procesar lo que decía. Él asintió y tomó mi brazo, guiándome fuera del edificio. Sacó un teléfono portátil y marcó un número.

- Wopper, ven por mí - dijo sin preámbulos, colgando con un gesto decidido. Me miró, su expresión era inquebrantable - ¿Estás bien? ¿Alguien te ha hecho algo? - preguntó, con su voz grave y preocupante. Negué con la cabeza, aún aturdida.

- No nada, estoy bien, papá. Pero ¿a dónde vamos? - indagué, sintiendo que la ansiedad se apoderaba de mí.

- A casa - repitió, y suspiró con resignación mientras el auto llegaba. Era el mismo coche que me había traído.

- Señor Willerstong - dijo el conductor, quien bajó del auto. Así que su nombre era Wopper.

- Wopper, llévanos a casa - ordenó mi padre, manteniendo su expresión seria. Me dejó entrar primero y luego se subió.

- ¿Qué pasa? ¿A dónde vamos? - pregunté, sin poder contenerme. Este me ignoro y miró de reojo al chofer.

- ¿Te asignaron a ella? - preguntó de repente, su tono abrupto sorprendiendo a Wopper, que asintió sin apartar la vista del camino.

- Si, él tenía que venir por mí más tarde - repliqué, con un leve tono de reproche. Mi padre suspiró, como si el peso de la situación lo oprimiera.

- Así es el jefe me dio la orden de traerla y llevarla a donde quisiera. Sabía que su apellido no era casualidad - dijo Wopper, el conductor, mientras maniobraba por las calles.

- Llegaremos pronto. Te lo explicaré todo en casa - intervino mi padre, tomando mi mano con un gesto reconfortante. Asentí levemente, mirando por la ventana. Los edificios y casas que pasábamos eran modernos y lujosos.

El auto frenó ante una imponente casa oscura, y mi padre fue el primero en bajar.

- Regresaré a las 4 por ella, para que el jefe no sospeche - anunció Wopper, pero mi padre lo detuvo.

- Por favor, llama al joven Langley en el camino. Lo necesito aquí - ordenó, y Wopper asintió, subiendo de nuevo al auto antes de arrancar y desaparecer de la vista.

♱ SINGULAR: La EliteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora