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—¡Déjame hacerlo!

— Son gajes del oficio, tengo una obsesión con organizarlo todo.— El olor a carne, verduras y cerdo frito era lo que más le gustaba al omega rizado, una de las tantas comidas que más adora con su vida. Sobre todo, en ese local a medio caer, con mesas de lata y contenedores como base.

Ese pequeño local, era un lugar de confort para el secretario Kim. 

—TaeHyung, es hora de comer. — Un suspiro sale de sus labios mientras gira la panceta de cerdo, pensando en lo rico que sabe con el sésamo, con esa salsa agridulce dentro del pote plástico y la cerveza que ama con el alma, el omega, suspira dejando dorar esos trocitos de comida mientras la beta se mantiene allí, firme y chistosa frente a su cuerpo. Esa beta de lentes grandes que tanto adora al secretario Kim.

Su hermana mayor.

— Pueden servir para ustedes también. — su voz aterciopelada recorre ese pequeño lugar, ese diminuto espacio dónde el humo no duda en impregnarse en su cabello, es su ropa blanca y en esa cartera larga que lleva consigo. 

La primera que compró con su sueldo. 

— Ok, esto es raro. No lucen bien, ¿El trabajo del hospital es muy difícil?

Un par de miradas acomplejadas fueron lo que compartieron ese par de betas, una delgada y otra un poco más grande, curvilínea, llenita de tanto amor como le gustan algunos alfas de este siglo. Un par de miradas, es suficiente para llamar la atención del omega.

Algo definitivamente se traen entre manos.

—TaeHyung, de ahora en adelante no te preocupes por tus hermanas. Es hora de cuidar a nuestro dongsaeng; por nosotras sufriste demasiado.

—¡Qué sufrimiento! Ustedes también me ayudaron a pagar parte de mis deudas. Y al menos, ustedes no causan un problema como papá.

Ese viejo...

—¿Papá causó un problema de nuevo?

— Seré honesto con ustedes, a principio de este año averigüé sus deudas con el prestamista del banco... Fueron alrededor de tres millones de wons.

—¡Tres millones! Por la madre que lo...¡¿Tres millones?! ¿Por qué nos dices eso ahora, TaeHyung?

— Ustedes hubieran estado preocupadas si les hubiese mencionado eso antes. — Una risa aterciopelada se escucha en el lugar, pequeña y coqueta por naturaleza mientras esas son betas no dudan en armar un escándalo. Gritando, farbullando como lobas, con ganas mientras la panceta sigue su curso sobre la bandeja. Las hermanas Kim no dudan en discutir sobre su padre mientras el secretario les explica, por millonésima vez, que la deuda ya no es un problema, no es un inconveniente en sus vidas y todo gracias a ese pequeño y costoso detalle.

—¿Tenías un auto?

—¡MinJu! 

—Tranquilas chicas, el vicepresidente me compró un auto porque perdía el autobús y llegaba tarde por diez minutos al trabajo. — El asombro no tardó en aparecer en las hermanas mayores del omega. — Lo vendí después de usarlo por una semana. Casi me estrello en el estacionamiento de la empresa. Me siento tan aliviado ahora, después de saldar nuestras deudas y no ser un peligro tras el volante.

Una risa aterciopelada se escucho salir de su boca.

Una risa totalmente distinta a la que escuchaba el alfa Jung dentro de ese departamento, elegante y cálido, sobre esos muebles de cuero marrón mientras el alfa Park sigue riendo de forma estrepitosa, sonando sus palmas como si acabase de escuchar el mejor chiste del mundo. 

SECRETARIO KIM. [HOPEV] [OMEGAVERSE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora